Comején,
cadenas y candados
Manuel David Orrio, CPI
LA HABANA, enero - "Mercenarios terroristas fueron capturados a su
llegada al aeropuerto internacional José Martí, en La Habana, por
efectivos de la Seguridad del Estado cubano, quienes les ocuparon tres valijas
que contenían, respectivamente, una millonaria colonia de comejenes, un
ceremil de cadenas y una centenaria colección de candados, reportaron
fuentes de crédito.
"Aseveraron las fuentes que los objetivos de los terroristas, confesos
tras interrogatorios de vigésimoquinto grado, eran echar abajo las Mesas
Redondas y cerrar las Tribunas Abiertas Antimperialistas, dos de los principales
instrumentos de propaganda política del gobierno de Fidel Castro".
Este absurdo despacho parece la última creación de los
degenerados humoristas del país, en este caso para expresar el grado de
aburrimiento ya observable en la población ante el grado de saturación
de propaganda política, presente en los medios de difusión masiva,
lo cual ha originado entre otras consecuencias una creciente afición a
los videofilmes, medio para "cambiar de canal" en país donde sólo
existen dos nacionales, ambos bajo control gubernamental. De boca en boca, el
chiste, y averigüen los investigadores de opinión del Partido
Comunista qué se oculta tras éste.
Con tal humor recorriendo las calles no parece de utilidad emborronar
cuartillas a propósito de las llamadas mesas redondas televisadas,
realizadas en horarios que en otro tiempo fueron tradicionales para las
programaciones infantiles y juveniles. Fuenteovejuna de Cuba, a su estilo
peculiar, las pone en su justo sitio, más allá del rumor de que
hay gente negando el saludo al periodista oficioso Reynaldo Taladrid, debido a
su participación constante en tales eventos, precisa el chismorreo que
(circula) en la propia sede del Instituto Cubano de Radio y Televisión.
Algunos destacan la vida contradictoria de Taladrid, quien por un lado ya ha
sido comparado con un vocero de la época de Batista, mientras por el otro
conduce con brillantez particular uno de los mejores programas de la televisión
cubana: Pasaje a lo Desconocido.
No obstante los indicios de la poca importancia que en el mundo real de las
calles cubanas tienen las llamadas mesas redondas, este periodista se ve
obligado a comentar la habida el 24 de enero, por cuanto en la misma, dedicada a
un análisis de la disidencia y el periodismo independiente isleños,
el Dr. Manuel Hevia, del Centro de Investigaciones Históricas de la
Seguridad del Estado, afirmó que por su supuesta labor anticubana, quien
escribe había recibido durante el primer trimestre del 2000 la suma de más
de 4 mil 700 dólares, toda una fortuna para las referencias del patio,
razón por la cual uno se siente invitado a imitar al difunto canciller Raúl
Roa, quien una vez disparó a un rival de polémicas periodísticas
una pistola de agua... llena de orines. Lo otro, es pedir a Dios; santa, la boca
de Hevia.
Si por un lado asombra el humor negro de un policía política
en oficio de historiador, por el otro no es de extrañar en el estilo polémico
oficial la contracultura de combatir ideas opuestas por vía de la
desacreditación moral de sus ponentes, en vez de enfrentarlas por medio
de un debate, para el cual, paradójicamente la propiedad estatal sobre
los medios de difusión masiva debería ser la mejor de las
condiciones para un derecho de réplica. Por ello, mejor es concentrarse
en un emplazamiento: ya que el Dr. Hevia afirma que recibí tal cantidad
de dinero de las para él "fuerzas tenebrosas", pues que
presente las pruebas. Lo digo a voz de cuello: no soy opositor, no soy
disidente, soy periodista. Si mañana Fidel Castro decreta absoluta
libertad de expresión, tal y como se la entiende según normas
internacionales, a lo mejor hasta me convierto en su defensor. Escribo como
pienso, cobro lo que publico en honor a mis derechos de autor y me importa un
bledo quién me paga, siempre y cuando el periodismo que quiero hacer
llegue a sus receptores. Hevia me nombró entre un grupo de llamados
cabecillas contrarrevolucionarios. Mi esposa pesa vez y media lo que yo, con lo
cual aspiro a demostrar que ni en mi casa soy cabecilla.
Sin embargo, no puede perderse de vista que la cantidad mencionada por Hevia
como entregada en mis manos puede mostrar no sólo la intención de
quebrantar la imagen pública de un hombre cuya única espada es una
pluma, sino además la de perjudicar sus relaciones familiares, asociadas
a un modesto pero decoroso nivel de vida. Mi madre, mi hijo, mi esposa, son los
primeros interesados en las pruebas exigidas, para poder decidir con justicia a
quién desean "partirle la cara": si al Dr. Hevia, o a mí.
De todas formas, muchas gracias por la propaganda, ilustres caballeros de la
Mesa Redonda de Fidel Castro.
Esta información ha sido transmitida por teléfono,
ya que el gobierno de Cuba no permite al ciudadano cubano acceso privado a
Internet. CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores, y autoriza
la reproducción de este material, siempre que se le reconozca como
fuente.
|