De fugitivos
a mártires
Manuel Vázquez Portal, Grupo Decoro
LA HABANA, enero - Hay una realidad tangible, objetiva, inocultable. La
población cubana emigra profusamente desde hace cuarenta y dos años.
Y la mayor parte de esta emigración se ha realizado, y se realiza, de
modo irregular. El por ciento de cubanos que ha llegado al extranjero por vías
excepcionales es mucho mayor que aquel que ha arribado por los normales
convenios migratorios internacionales.
Las modalidades más sobresalientes han sido las emigraciones masivas
(Camarioca, Mariel, Guantánamo) y las deserciones en viajes oficiales,
además de la constante fuga ilegal usando los medios más
sorprendentes.
Las raíces de tal emigración han transitado desde
circunstancias políticas, familiares, hasta puramente económicas.
Si en un principio las divergencias políticas impusieron el exilio como
salvaguarda de la vida, posteriormente las divisiones familiares provocaron una
inexcusable reunificación, y por último las insatisfacciones de
realización individual en casi todos los planos de la vida han producido
una insaciable sed de huída de una realidad crecientemente hostil para
cualquier proyecto de futuro independiente del proyecto general establecido por
las fuerzas gobernantes.
Una sociedad encerrada en el estrecho redil de la eterna confrontación
ideológica entre dos sistemas políticos antagónicos busca,
indefectiblemente, una nueva opción que la libere de la constante presión
política que la sume en un compromiso sin alternativa. Y la variante más
socorrida es el enmascaramiento moral. Mientras aparentan complicidad pública
con el sistema, y con ello ganan en confiabilidad, en privado rastrean
posibilidades de escape que los liberen de tal estado.
Resulta extremadamente difícil conocer, a ciencia cierta, la
inclinación política del ciudadano común que ve en
cualquier expresión opositora un peligro -bien fundado- para su
estabilidad pública frente a las fuerzas gubernamentales y un riesgo para
sus planes secretos de escapar inadvertidamente llegado el momento propicio.
Del enmascaramiento moral ha dado pruebas abundantísimas el Sorteo de
Visas que en varias ocasiones ha liberado el gobierno de Estados Unidos para la
población cubana. Han resultado ganadores heroicos militantes de la
Juventud y el Partido en quienes nadie hubiera sospechado se incubara el germen
del síndrome nacional de emigración. De las delegaciones oficiales
han desertado figuras públicas de reconocido prestigio, profesionales
destacados, deportistas encumbrados, técnicos de alto nivel, artistas de
innegables cualidades. Las salidas ilegales han aportado pruebas irrefutables al
comprobarse la fuga de militares de alto rango y figuras prominentes de la
sociedad socialista cubana.
De las desgracias propagandizadas por el gobierno cubano en su afán
de convertir sus víctimas de fugitivos en mártires también
pueden extraerse pruebas de esta doblez moral.
Elizabeth Brotons, madre de Elián, según la prensa oficial,
era militante del Partido Comunista; el piloto que secuestrara un avión
agrícola para fugarse con su familia, era militante del Partido
Comunista; Michel y Alberto, los dos adolescentes muertos en el tren de
aterrizaje de una aeronave inglesa, y que supuestamente motivaran la marcha del
19 de enero último, eran estudiantes de una escuela militar.
¿Quién es entonces en la actualidad, confiable? ¿Quién
confía entonces, en la actualidad, en que la mejor opción es
permanecer en Cuba? ¿Son, aquellos que desgraciadamente han perdido sus
vidas en el intento de huida, mártires de la patria o fugitivos a los que
la patria oprimida ha lanzado a la aventura peligrosa? La oficialidad cubana los
propone como mártires. Pero frente a semejante disyuntiva uno se
pregunta, ¿mártires de qué bando? Eran comunistas, pero
murieron huyendo del comunismo.
La oficialidad cubana sustenta la teoría de que la causa, y el estímulo,
de tantas muertes es la Ley de Ajuste Cubano. Si dicha ley no existiera, según
su opinión, la población no se arriesgaría. Vaya manera de
hacer valer la democrática consigna de Socialismo o Muerte. Dejar a la
población sin posibilidades de elección. De derogarse la Ley
quedaría inerme la población, sin alternativa alguna, obligada a
aceptar definitivamente el encierro a que es sometida. Gobernar a un pueblo sin
otra solución que la aquiescencia frente a un poder que lo aplasta es la
máxima aspiración de la oficialidad cubana.
¿De derogarse la Ley de Ajuste Cubano se resolverían los grandes
problemas de transporte que padece la población, se resolverían
los problemas alimentarios, se resolvería el desbalance entre salarios y
costo de la vida, se clausuraría la red de comercio en dólares
estadounidenses para que el pueblo cubano obtenga con moneda nacional sus
productos de primera necesidad, se erradicaría la Libreta de
Abastecimientos (por la cual se racionan los alimentos), se resolverían
los acuciantes problemas energéticos del país, se daría
participación, y espacios, públicos a otras tendencias políticas,
se liberaría la educación del lastre político que la
amordaza y convierte en doctrinal sin otra alternativa ya laica o religiosa,
podrán los nativos disfrutar la infraestructura turística por
medio de la moneda con que se les paga, se permitirá una prensa
independiente de los medios masivos estatales, se erradicará la necesidad
de apuntalar la economía nacional con el arribo de remesas llegadas de la
comunidad cubana en el extranjero, se lograría la reinserción de
nuestro comercio en el comercio internacional, se lograría obtener
fuentes crediticias de los bancos internacionales, para que el cubano no se
sienta tentado a probar suerte en otro lugar?
No lo creo. Las causas de la emigración cubana van más allá
de la existencia o no de una Ley que sólo brinda la peligrosa posibilidad
de librarse de tan pesada carga y que puede usarse o no, según elección
propia. Y toda elección, a la vez que lleva en sí una renuncia, es
peligrosa. Lo verdaderamente trascendente es tener la posibilidad de elegir. Y
de eso también quieren privar al pueblo cubano: elegir el modo de morir.
La manera más a mano que ha encontrado la oficialidad cubana de,
aparentemente frente a la opinión pública internacional,
plebiscitar su aspiración de derogación de la Ley de Ajuste
Cubano, es aprovechar la resaca patriotera que queda del "Caso Elián"
y por medio de las manifestaciones públicas demostrar la unidad del
pueblo. Pero dada la doblez moral, políticamente hablando, de que ha dado
pruebas la población cubana en los últimos tiempos, ¿quién
puede asegurar que muchos de los que desfilan por las calles habaneras no sean
potenciales usufructuarios de la Ley de Ajuste Cubano e intentarán el
viaje apenas bajen las pancartas?
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