La victoria
cubana del soldado Ryan
Manuel David Orrio, CPI
LA HABANA, enero - La batalla cubana del soldado James Ryan poco se
relaciona con la secuencia fílmica del desembarco del 6 de junio de 1944
en las playas de Normandía, debida al genio de Steven Spielberg, y mucho
menos con la caída heroica del capitán Miller, brillantemente
actuado por Tom Hanks. La verdadera batalla del soldado Ryan, en la Cuba del
picadillo de soya, tiene que ver con la censura practicada el 10 de agosto del año
pasado, cuando a bombo y platillos se anunció la puesta televisiva del
conocido filme de Spielberg y, sin aviso ni explicación alguna, la misma
fue sustituida por otra oferta. Interesante, pero otra.
La calle habanera registró su justificada indignación ante
semejante irrespeto, y se unió a la patrulla de Miller-Hanks. Cayeron en
combate algunos dueños de bancos clandestinos de videofilmes, culpables
de promover la difusión de Salvando al soldado Ryan, de la mano con el
disfrute de las llamadas peliculitas de relajo, dicen las malas lenguas que
algunas de producción nacional. Como de paso, observo que ciertas partes
interesadas insisten en hacer ojos ciegos y oídos sordos ante el hecho
comprobado de que una creciente informatización de la sociedad isleña
está abriendo caminos inexplorados para la libertad de expresión.
En la noche del 5 de enero, como si se dijese regalo de Reyes Magos, el
programa de televisión Toma 1 pasó el esperado filme, precedido de
un comentario de Pedro de la Hoz en el oficioso Granma, y de un análisis
más o menos politólogo del periodista Eduardo Dimas, identificado
por los degenerados humoristas del país como uno de los caballeros de la
Mesa Redonda de Fidel Castro. Ni uno ni otro señalaron el valor de la
victoria cubana del soldado Ryan, consistente en el sencillo triunfo de una
cultura de resistencia.
Antonio Mazón Robau, crítico cinematográfico y
conductor de Toma 1, debió de haber disfrutado de lo lindo al entrevistar
a Dimas. Lo dicho por éste arrojó luz sobre la misteriosa censura
de agosto.
El periodista mesa-redondero se extendió en un análisis histórico
sobre la tardía apertura aliada del frente occidental en la Segunda
Guerra Mundial, la guerra de Vietnam y la del Golfo, más o menos
siguiendo el esquema del americano bueno vs. el malo. Pero no tuvo más
remedio que reconocer, no sin cierta emoción, la denuncia de Spielberg
sobre lo que llamó "la crueldad de la guerra", presente en
Salvando al soldado Ryan.
Sin embargo, la victoria cubana del soldado Ryan no puede echar a un lado la
oscuridad de las fuerzas que por sabe Dios cuáles caminos, lograron la
censura del filme el pasado agosto. Ver, dice por sí mismo. El público
cubano está habituado a una imagen del soldado norteamericano más
cercana al criticismo de Oliver Stone. Salvar al soldado Ryan, sin caer en la
apologética, muestra al espectador isleño otro tipo de militar
yankee: un tipo sencillo, empeñado en una causa justa, capaz de tanto
heroísmo como Antonio Maceo, o de tanta cobardía como algunos
cobardes famosos de las armas cubanas. No explícita, pero sí
presente, la preocupación de los comentaristas de la Hoz y Dimas fue ésa.
¿Cómo explicar que un soldado norteamericano puede ser valiente,
honesto, capaz de morir por una causa que considere justa? ¿Puede el cubano
de a pie ver a un enemigo en ese capitán Miller, simple maestro de
escuela? ¿Qué pensar de generales capaces de embarcar a ocho hombres
en una misión suicida, sólo para impedir que una madre pierda en
los combates a la totalidad de sus hijos?
La evidente emoción del periodista Dimas, al comentar el filme, caminó
por esos trillos. Como sombras, el contrapunto Milosevic-Kostunica, y la
participación norteamericana en el desenlace de ese conflicto, planearon
ante los televisores isleños, pues de lo que nadie habló fue sobre
el carácter de "intervención humanitaria", que en sí
misma tuvo la apertura del frente occidental en la Segunda Guerra Mundial.
La victoria cubana del soldado Ryan fue ésa. Del lado de allá
del Estrecho de la Florida -supieron muchos compatriotas- hay hombres y mujeres
de carne y hueso, aptos para ser tan internacionalistas de la democracia como
otros lo fueron del totalitarismo. De este modo, la retórica
antinorteamericana del discurso oficial cubano -en particular su retórica
militarista- recibió un severo golpe en la noche del 5 de enero.
El instinto popular del patio, que al otro día de la censura de
agosto se lanzó a la búsqueda del filme, no actuó por
gusto; ni siquiera por ira o por despecho, aunque así lo pareciera. La
cultura de resistencia salió en busca del soldado Ryan. Salvándole,
se salvó a sí misma. Enhorabuena.
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