Una
dependencia creciente y peligrosa
Oscar Espinosa Chepe
LA HABANA, enero - La economía cubana es cada día más
dependiente del exterior. Una información aparecida este mes de enero en
el periódico Juventud Rebelde confirma esa realidad. Según la
misma, en el V Congreso de la Asociación Nacional de Economistas y
Contadores de Cuba (ANECC) se expuso que más del 55,0 por ciento de las
calorías, el 50,0 por ciento de las proteínas y el 90,0 por ciento
de las grasas requeridas para el consumo de la ciudadanía provienen de
las importaciones.
La situación es más grave que lo revelado por estos
porcentajes, puesto que el consumo de alimentos continúa muy deprimido en
comparación con el existente antes del llamado Período Especial.
Si se toman como ciertos los consumos de nutrientes en el 2000, informados
por el Ministro de Economía y Planificación a la Asamblea Nacional
en diciembre, ascendentes a 2 mil 585 calorías y 68 gramos de proteínas
per capita diarios, puede constatarse que todavía están distantes
de los niveles pre-crisis en un 12,4 por ciento y un 13,0 por ciento,
respectivamente.
El Ministro no expuso las cifras relativas a la ingestión de grasas
comestibles, pero datos aportados por la Oficina Nacional de Estadísticas
publicados en la prensa cubana muestran que durante 1998 se alcanzó 40
gramos per capita diarios, magnitud inferior en 44,5 por ciento a lo consumido
en 1989. En el 2000, por ejemplo, en la ciudad de La Habana, territorio
priorizado, en cinco meses se entregó únicamente la cuota del
racionamiento mensual de grasa comestible, compuesta por 230 gramos de aceite.
Al efectuar comparaciones entre los consumos actuales de alimentos y los
niveles prevalecientes antes de los años 90, hay que considerar que
entonces el racionamiento alcanzaba menos para la subsistencia y ahora se ha
reducido extraordinariamente. Por ello, el acceso a los productos es muy
desigual, esencialmente en dependencia de que las personas posean dólares.
A su vez, el incremento de la llegada de turistas constituye un factor
distorsionante de las cifras, pues su número (un millón 765 mil en
el 2000, mientras que en 1989 arribaron alrededor de 300 mil) y poder
adquisitivo influyen notablemente en la formación de los per capita
nacionales presentados a la Asamblea Nacional.
Realizadas estas aclaraciones, resulta evidente que los porcentajes de
dependencia del exterior de la alimentación señalados en el V
Congreso de la ANECC fueron calculados sobre la base de un suministro proteico,
energético y de grasas comestibles inferior a los requerimientos de la
población por lo que, en condiciones de un mejor abastecimiento, los
porcentajes de dependencia serían aún superiores.
Por otra parte, si se examinan los datos disponibles acerca de la compra de
alimentos en el exterior con respecto al total de las importaciones, puede
observarse que en el período 1985 - 1989, como promedio, el peso específico
de los alimentos fue del 11,4 por ciento, mientras en la etapa 1994 - 1998 llegó
a 20,8 por ciento. Casi el doble.
Este fenómeno de incremento de la dependencia externa, en un tema tan
estratégico como la alimentación, muestra el fracaso del actual
sistema en la agricultura, cada vez más incapaz, no ya de crear
excedentes exportables, sino de alimentar al propio pueblo.
Cuando las tensiones en las finanzas externas del país se acrecientan
y, por consecuencia, la capacidad de compra podría verse adicionalmente
mermada, la dependencia exterior en materia alimentaria representa una seria
amenaza de desabastecimiento para el futuro inmediato, con todas las
consecuencias que esto podría acarrear.
Esta información ha sido transmitida por teléfono,
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