Un joven de Abadiño lleva dos años arreglando bicicletas
viejas para enviarlas a Cuba
Lorea Madina Abadiño.
DEIA. Diario de Euskadi. 16/1/01
LAS HAY DE TODOS LOS COLORES, rojas, verdes, azules, metalizadas, con tonos
fosforitos, con símbolos americanos, también las hay con bandera y
nombre japonés, no faltan las tradicionales BH o la vasca Orbea y así
hasta tantas como casas de bicicletas se dedican a su fabricación. A los
tamaños tampoco Unai Arrinda les ha hecho ascos. Así las tiene de
todas las medidas y para todas las edades desde las destinadas a pequeños
de poco más de dos años hasta aquellos ancianos que puedan
mantener el equilibrio sobre las dos ruedas. El joven abadiñarra ha
pasado los últimos tiempos arreglando algo más de una veintena de
bicicletas que tras pasar por sus manos volverán a rodar y hacer las
delicias, en este caso, de los cubanos. Hasta aquella isla serán
remitidas gracias a la cooperación que han decidido poner en marcha el
joven abadiñarra y la Organización No Gubernamental Músicos
sin fronteras.
No es la primera vez que Unai emprende una iniciativa de estas características.
El abadiñarra amante y practicante del deporte de la bicicleta y músico
de corazón siempre ha sentido una particular vinculación con los
pueblos más desfavorecidos.
Hará ya dos años que emprendió esta iniciativa de forma
individual, voluntaria y altruista.
Comenzó colocando unos carteles por las calles de los municipios de
la Merindad de Durango, anunciando que recogía bicicletas viejas ya en
desuso. Su intención pasaba por arreglarlas en su tiempo libre y
enviarlas después a los pueblos más desfavorecidos como Cuba. En
aquella primera experiencia, que para Unai tuvo como colofón un viaje a
la isla caribeña, el joven descubrió que «allí una
bicicleta es como aquí un mercedes». Tras aquella campaña no
se planteó volver a realizar una tarea similar «pero la gente que ya
me conocía y que sabía de esta aventura me seguía trayendo
bicicletas al caserío». Así que volvió al pequeño
taller herencia de su abuelo de Lebario y allí con paciencia y muchas
horas de dedicación ha ido arreglando estas últimas 25 bicicletas,
dispuestas ya para el envío, perfectamente colocadas en una de las
habitaciones.
No falta nada para concluir este proyecto del que Unai no se olvida de
agradecer las 150.000 pesetas que ha tenido de apoyo del Ayuntamiento de Berriz.
«Al que recurrí porque antes vivía en ese municipio y que en
seguida decidieron ayudarme». En breve, las 25 bicicletas serán
depositadas en un contenedor en el puerto de Santurtzi desde donde partirán
rumbo a los climas más cálidos. Allí les sacarán
brillo «los habitantes de aquel país que tanto disfrutan de andar en
bici porque tampoco tienen la posibilidad de hacerlo con un coche. Allí
un vehículo de estos es para ellos una forma de lograr libertad de
movimientos».
Arrinda no descarta en el futuro seguir con trabajos como éste o
similares, aunque «lo suyo sería contar con una cuadrilla de chicos
y chicas todos dedicados a ello, porque así podríamos sacar más
de 500 bicicletas arregladas al año», asegura. Unai no descarta
ninguna posibilidad puesto que «incluso cuando comencé con esta idea
no se sabía cómo iba a acabar y, mira, de momento ya son 75 las
bicis que se han enviado a Cuba. |