Mi extraño
Día de Reyes Magos
Manuel David Orrio, CPI
LA HABANA, enero - Aún no me acostumbro; por primera vez mi hijo
Miguel David no se interesó por tener juguetes el Día de Reyes
Magos, por lo cual puedo decir que inicié el milenio sin la preocupación
de allegar dineros, o de alinearme en una de las largas colas (filas) de
compradores de juguetes, devenidas típicas de las tiendas dolarizadas de
La Habana del picadillo de soya, a propósito de ese instante de magia y
felicidad infantil.
Guste a quien guste, pese a quien pese, los Reyes Magos retornaron a Cuba.
Desde lo profundo de la tradición cultural isleña, una fuerza sin
nombre se alzó contra las prohibiciones y les trajo de vuelta. Moisés
Rodríguez, civilista de Cabañas, aportó un par de buenas
ideas. Víctor Rolando Arroyo, periodista independiente, pagó con
seis meses de prisión su defensa del derecho de todos los niños a
su Día de Reyes Magos. Proclamo mi orgullo por conocerles y llamarles
amigos; pero apenas consigo liberarme de la sensación de que, este año,
algo me faltó. Miguel David no pidió juguetes; aquel pequeño
e incorregible hablador de política de entonces sólo seis años
cumplirá 12 el próximo 21, ya en su cuerpo esa desproporción
característica de los adolescentes. Puedo sentirme orgulloso: primero de
su clase y primer tablero de ajedrez de su escuela. Si logra materializar su
deseo de ser arquitecto, mucho tendrá por hacer en esta Habana que fue
ciudad de las columnas, después de las muletas y ahora de los derrumbes.
Por supuesto, aprendió algo: ya no lanza por doquier aquellos comentarios
cáusticos sobre la Cosa y el Coso, por los cuales un padrastro policía
le castigó. Ahora pregunta, cargado de irónica curiosidad. Lloró
cuando supo del discurso donde Fidel Castro me mencionó, junto a un número
de disidentes y periodistas independientes. Pero hoy lee mis crónicas,
antologadas por CubaNet en "Un solo Rey", y comprende las entretelas
de ciertas lógicas dinásticas, asociadas al apellido Orrio. Mi
mejor amigo de la infancia es hijo de preso político. El mejor amigo de
Miguel David lo es de un oficial del Ministerio del Interior. Pero ellos no
hablan de política, como nunca lo hicimos Julito y yo. Miguel David y su
amiguito prefieren la bicicleta, cual si la pasión de sus piernas se empeñase
en salvar a E.T. de caer prisionero de la Seguridad del Estado. Para colmo,
andan medio enamorados de unas gemelas, y lo mejor es que no se confunden.
Canta Pablo Milanés que "el tiempo pasa y nos vamos poniendo
viejos". Casi nostálgico, recordé en la mañana del
seis de enero un día similar del terrible 1992 ó 1993, cuando una
carriola para mi hijo fue más importante que mi vicio de fumador
empedernido. Vendí mi cuota de cigarrillos racionados para pagar aquel
juguete y estuve dedicado durante un mes a robar colillas de los ceniceros.
También recordé un hermoso seis de enero de 1995. Mi amigo de la
infancia, residente en Miami, me dio la posibilidad de llevar a las manos de mi
hijo exactamente el juguete con el cual él soñaba. Isla y Exilio:
pájaro de dos alas.
Pocos han comprendido lo importante que ha devenido para los cubanos
devolver a sus hijos el Día de los Reyes Magos; todo un dato, el silencio
de la prensa oficiosa isleña acerca de las ventas de juguetes durante
estos días; todo un dato, que un reportaje de la televisión haya
destacado con gran carga de ironía una iniciativa del Centro Cultural de
España en La Habana, el cual escenificó un paseo de los Reyes
Magos por la parte vieja de la ciudad, regalos incluidos y desorganizaciones
también. Nadie podía prever el desborde de la gente, ni uno solo
de esos funcionarios españoles imaginó qué nervio tocarían.
Todo lo ocurrido avisa de varias batallas por librar, y excúseme el
lector ese lenguaje casi militar. La primera es garantizar efectivamente el Día
de Reyes Magos para todos los niños de Cuba; la segunda es llevar al
gobierno de Fidel Castro a declarar feriado escolar para esa ocasión, de
ser necesario; la tercera es que tenemos que hacerlo entre todos. Isla y Exilio:
pájaro de dos alas. Juan Pablo II trajo a Cuba el feriado de Pascuas; no
pasemos por la vergüenza de pedir su retorno para tener Reyes Magos, de
manera realmente reconocida. Así lo apunto, en éste, mi raro y
nostálgico seis de enero.
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