Ni reyes ni
comunismo
Manuel Vázquez Portal, Grupo Decoro
LA HABANA, enero - ¿Qué tiempo necesita un evento para
convertirse en tradición? ¿Cuántas generaciones han de
practicar, sin interrupción, el acto para que sea tradicional? ¿Pueden
las costumbres de un pueblo implantarse por decreto oficial, o son resultado de
una práctica que con el tiempo se vuelve espontánea, ansiada, y
por tanto natural y satisfactoria?
¿Durante cuántos siglos se celebraron en Grecia las Dionisíadas;
en Roma, las Bacanales? ¿Cuántos siglos lleva el mundo occidental
celebrando las Pascuas? ¿Desde cuándo los niños del mapa
cristiano esperan, con todas las fantasías que las envuelve y engalana,
las Epifanías?
Un pueblo, una cultura, una civilización tiene verdaderas tradiciones
cuando eventos reiterados, ya como parte de la propia vida, se tornan raíz
y necesidad, fiesta y credo, fe y voluntad, y se celebran con la naturalidad de
las cosas sencillas.
¿Puede un evento nuevo sustituir, sin lastimaduras, una costumbre
sembrada en la conciencia de la comunidad? ¿Qué consecuencias
espirituales acarrea la negación de una tradición para un pueblo
que cree en ellas? ¿Qué resultados proporciona la imposición
de nuevos eventos con aspiraciones de perpetuarlo en la conciencia del
individuo? ¿Cuánto de manipulación del pensamiento colectivo
tiene el hecho de implantar eventos que sustituyan los ya establecidos?
El pueblo cubano, a lo largo de casi medio siglo, ha soportado el forcejeo
entre las viejas costumbres establecidas y la necesidad política de un
gobierno arrasador, de establecer otras más acordes con sus pretensiones
de perpetuidad en el poder. En esa confrontación la conciencia nacional
ha sufrido sacudidas tan brutales que la han desnaturalizado y sumido en un
atolladero ecléctico del pensamiento en el cual se mezclan ideas, las más
de las veces antagónicas. Se estudia materialismo dialéctico en
las universidades y, a la vez, se le brindan oblaciones a dioses animistas en
los templos yorubas; los niños corean en sus escuelas que serán "pioneros
por el comunismo" y sus padres ahorran "el estímulo en dólares"
que les otorgan en sus empleos remunerados en moneda nacional para convertirse
el seis de enero en heroicos Baltazares que proveen a sus hijos de, aunque sea
un juguetico barato.
La orientación ideológica impuesta por el aparato
gubernamental, usando todos los medios a su alcance, ha pretendido aplastar,
borrar todo vestigio de ideología diferente a sus intereses de
monopolización del pensamiento nacional pero ha tropezado con el férreo
obstáculo de las tradiciones y más que "un hombre nuevo"
imbuido de todas las virtudes ha creado una especie de Frankestein ideológico
que no cree ni en Reyes Magos ni en magias del socialismo para resolver los
problemas sociales, y adopta posiciones abiertamente cínicas frente a
cualquier fe que se aleje de sus intereses individuales: es cristiano si lo
necesita, comunista si hace falta; si la situación lo exige, ambas cosas
a la vez. Lo importante es sobrevivir, y la sobrevivencia no admite melindres ni
escrúpulos filosóficos. Recuérdese que ésta es una
tierra de "Conmigo o Muerte". La tercera opción no existe. Hay
que andar siempre con las dos estampitas. Se enarbola la oportuna.
Así, deseando sustituir las Navidades por el 26 de Julio, las Epifanías
por el Día de los Niños, la Semana Santa por la Jornada de la
Victoria de Girón, sólo ha conseguido que el pueblo no crea en
ninguna y haya adoptado una nueva tradición por sí mismo: no
crearse problemas con Dios ni con el Diablo.
Esta información ha sido transmitida por teléfono,
ya que el gobierno de Cuba no permite al ciudadano cubano acceso privado a
Internet. CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores, y autoriza
la reproducción de este material, siempre que se le reconozca como
fuente.
|