Ancianos
cubanos viven en peligro
LA HABANA, 8 de enero (María Elena Rodríguez, Cuba-Verdad) -
Un número considerable de viviendas se derrumbaron en esta Navidad, en
Ciudad de La Habana, a causa de las persistentes lluvias que por varios días
provocó un frente frío estacionario. Además, existen muchas
viviendas en peligro de desplomarse con el riesgo de que se pierdan vidas
humanas.
Entre estos futuros afectados pudieran estar dos ancianos residentes en la
calle Consejero Arango número 23 en el municipio capitalino Cerro. Manuel
y Consuelo son sus nombres, ambos tienen 81 años, su vivienda es de
madera con techo de tejas francesas, y fue construida hace más de cien años.
Jamás ha sido reparada por el gobierno de Cuba (actual dueño de
todas las propiedades inmuebles).
Es impresionante observar las condiciones de vida de estos viejecitos.
Guarecerse en su casa es algo tétrico. Por las paredes de madera
carcomidas y agujereadas, mal cubiertas con papel cartón, entra la lluvia
cómodamente, el incontable número de goteras que atraviesan los
cuartos superiores, ya abandonados, precipita el agua hasta sus camas y sobre la
mesa; los nylons ya no alcanzan para cubrir sus pertenencias y el piso hundido
increíblemente transpira gotitas de agua. Por todo esto ambos ancianos
siguen con terror los partes del tiempo, porque como ellos dicen: "Llueve
tanto adentro como afuera".
Manuel es un anciano infartado, casi ciego por cataratas, enflaquecido, al
que los continuos catarros amenazan llevarlo a una neumonía. Su esposa
Consuelo siempre está tensa, con problemas de riñones y sufre una
constante gripe dada la humedad de la casa.
Él, filosófico, soñador, callado y bondadoso, recibe
una pensión de 145 pesos mensuales, y en la actualidad trabaja de
jardinero por 120 pesos al mes en la sede del gobierno municipal del Cerro, para
aliviar la miseria. Comparte el almuerzo con su esposa que ya apenas sale de
casa.
Este matrimonio, cuyas ropas nada envidian a las de los mendigos, muchas
veces carecen de una aspirina y llevan años sufriendo una alimentación
deficiente. Aunque por miedo no lo confiesen, viven desengañados,
esperando la muerte, convencidos de que han sido olvidados.
Los nuevos dirigentes -y también los viejos- no recuerdan que en la década
del 50, Manuel, entonces lleno de ilusiones, fue fundador del Partido Socialista
Popular, perteneció a la misma célula de Blas Roca Calderío,
repartió riesgosamente bonos del movimiento 26 de Julio y que al triunfo
comunista participó como machetero voluntario en varias zafras
azucareras. Además, fue fundador de las Milicias Nacionales
Revolucionarias; y junto a su esposa de los Comité de Defensa de la
Revolución; trabajador ejemplar; condecorado con diplomas, y fundador de
la Asociación Nacional de Inventores y Racionalizadores (ANIR). Sus
inventos ahorraron dólares al país, y los premios en metálico
que le correspondían por dichas innovaciones jamás llegaron a
manos de Manuel.
El anciano fue de esos hombres que ni siquiera pidieron que les asignaran
una casa, porque creyó se debía priorizar las necesidades de otros
compatriotas, quienes sí se olvidaron después de las penurias de
Manuel.
Cuando el ciclón Irene azotó a Cuba en noviembre de 1999, el
Dr. Fidel Castro aseguró públicamente: "Ningún
ciudadano quedará sin ayuda". La vivienda de estos ancianos también
sufrió los embates de ese fenómeno tropical. Se hicieron las
gestiones correspondientes en la oficina de la Vivienda perteneciente al
municipio Cerro, la cual autorizó la compra de la tercera parte de los
materiales que necesitaba la familia para reparar el inmueble, pero nunca se
pudo adquirir los mismos porque o bien los materiales se agotaban o no les
alcanzaba el dinero para hacer la compra y transportar los materiales en vehículos
particulares, ya que el estado no ofrecía ese servicio.
Por otra parte, la reparación por medios propios comprándole
los materiales a los revendedores del mercado negro es imposible para Manuel y
su familia. Un saco de cemento cuesta 90 pesos (4.28 dólares al cambio
vigente).
Tanto Manuel como su esposa Consuelo están decididos a no albergarse
por temor a tener que convivir con delincuentes, situaciones de violencia y
porque, además de perder la privacidad a que están acostumbrados,
ellos saben perfectamente que su permanencia en ese tipo de instalaciones sería
por años... o por siempre.
Tal vez éste sea el último deseo del matrimonio: "Lo que
ansiamos es que nos den un crédito bancario para pagar una brigada que
demuela las dos habitaciones del piso superior, para aunque sea con tejas de
fibrocemento poder cubrir nuestro techo y reparar las paredes con madera".
De la unión de Consuelo y Manuel nació un hijo único
que, en la actualidad, cuando logra contratarse como electricista o sereno, no
cobra más de 160 pesos, menos de 8 dólares al cambio actual, por
lo cual está imposibilitado económicamente para ayudar a los
ancianos.
Manuel y Consuelo no son los únicos ancianos cubanos que enfrentan
dificultades, algunos de sus vecinos están en igual o peor situación
que ellos y también fueron personas que apoyaron a la llamada "revolución".
Pero, mientras muchos compatriotas de la tercera edad se encuentran en un
verdadero callejón sin salida, la televisión nacional (propiedad
exclusiva del Partido Comunista) recientemente exhibió un reportaje donde
se entrevistaba a trabajadores cubanos enviados por el gobierno de la Isla a
construir viviendas de bajo costo en Haití.
Esta información ha sido transmitida por teléfono,
ya que el gobierno de Cuba no permite al ciudadano cubano acceso privado a
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