Este año
José Antonio Fornaris, Cuba-Verdad
LA HABANA, enero - Este 31 de diciembre, mientras hacía fila para
comprar por la libreta de racionamiento papas, naranjas y plátanos frutas
(es casi un acontecimiento que se puedan adquirir tres productos del agro juntos
por la llamada canasta familiar), escuché a un ex combatiente del Ejército
Rebelde que en voz alta le contaba a un amigo los últimos hechos de la
guerra en la cual él participó hace 42 años.
Este señor le decía a su interlocutor que el 31 de diciembre
de 1958, al mediodía, el grupo de rebeldes entre los que él se
encontraba y los guardias de Batista, en virtud de una tregua momentánea,
habían almorzado juntos, pero a partir de las seis de la tarde de ese
propio día comenzaron nuevamente las hostilidades.
Luego dijo que al amanecer del primero de enero del 59 los guardias no
estaban en el lugar que se encontraban la noche antes: se habían ido. En
ese momento, ellos, los rebeldes, se enteraron de que el presidente Batista había
abandonado el país. Entonces, continuó comentando con su amigo,
recibieron órdenes de perseguir a los soldados y atacarlos, y así
lo hicieron hasta que éstos llegaron a Imías, un poblado ubicado
en las montañas de la provincia de Oriente.
No pude escuchar más la conversación porque al ex guerrero le
llegó su turno para comprar su pequeña cuota de papas, platanitos
y naranjas, y de inmediato este antiguo guerrillero, que ahora no es más
que un pequeño y delgado anciano, se marchó.
Pero el colofón de esta historia es que mientras él contaba
sus hazañas de guerra temblaba de frío, pues este 31 de diciembre
la temperatura en La Habana estaba por debajo de los 20 grados centígrados
y el ex guerrillero no tenía abrigo. Su vestimenta era un pantalón
verde oliva, una gorra del mismo color, unas botas de goma y una camisa de
mangas cortas.
Unas tres horas después de lo que acabo de contar, en un pasadizo que
une a las calles Vento y Segunda, en el reparto Embil, casi tropecé de
frente con uno de los oficiales de la Seguridad del Estado que ha ido a mi casa
a hostigarme. Llevaba su cabalgadura de la mano, una bicicleta fabricada en
China. Me miró con odio. Yo, tuve que responder también con una
mirada dura (esto parece algo de Corín Tellado).
El encuentro fue fugaz. Luego pensé, como era 31 de diciembre, que
debí haber hablado con él y decirle que el hecho de que yo piense
que Fidel Castro es lo peor que ha ocurrido en la historia de Cuba y que crea
que el comunismo es algo nefasto no nos hace enemigos, ésas son mis
ideas. Espero, en otras circunstancias, podérselo decir.
El final de un siglo y de un milenio puede haber sido, en la práctica,
algo trascendental en muchas partes del mundo. Recordemos que, entre otras
cosas, pocas generaciones tienen la posibilidad de vivir ese momento; pero, en
Cuba lo único diferente fue que la libreta de racionamiento para el 2001
llegó con medio centímetro más de largo que la anterior (la
libreta cumplirá próximamente 39 años), y hubo que
recortarle las puntas para que cupiera en el viejo forro plástico de años
anteriores.
A su vez, astrólogos, babalawos, santeros y paleros han hecho sus
predicciones para este año. Eso ya es una costumbre. Parece, según
escuché, que el año no va a ser muy halagüeño -lleva
ya décadas sin serlo- para el pueblo cubano.
Pero yo, sin ser astrólogo ni babalawo ni santero ni palero, voy a
hacer mi vaticinio: La época pos Castro está cercana. Y, entonces,
se abrirán las cárceles para que salgan los presos políticos
y de conciencia y otros que han ido a prisión por cuestiones solamente
propias del Código Penal vigente en Cuba, se reunificarán las
familias y un largo tiempo de prosperidad y concordia comenzará para
todos los cubanos.
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