CUBANET .INDEPENDIENTE

19 de febrero, 2001


¿También Ursula D.?

Lázaro Raúl González, CPI

PINAR DEL RIO, febrero - Inequívocamente era su nombre, pero me costó trabajo aceptar la noticia cuando una amiga común me la dio hace unos meses. Ursula D. se iba. Se iba no sólo del barrio y del trabajo, sino de su casa chica, de su hogar, de su familia. También Ursula se iba de todo lo grande que cabe en la palabra Patria.

Y en efecto, cuando se publique esta nota ya Ursula debe residir en el coloso del Norte, en el mismo sitio al que tan "científicamente" se le enseñó a despreciar desde pequeña. Se nos fue Ursula a vivir entre los gringos que tantas veces oyó llamar malditos.

Y se fue por voluntad propia. Nadie la obligó. Ni siquiera la tentaron. No escuchó cantos de sirena, porque aquí -por si acaso- están prohibidas las sirenas, y también los cantos, incluidas las reproducciones en 45 o en compactos.

La decisión de Ursula no fue a causa de la contaminación ni de apóstoles ideológicos. Ella no sabe de Robert Dahl, de Ludwig Von Mises ni de Milton Friedman. Jamás escuchó o leyó doctrina alguna de ellos a no ser las referencias de sus difamadores. Entonces, Ursula deja el consuelo de no ser una apóstata pues no se pasó a bando alguno.

Sin embargo, para quienes la conocimos de estudiante, la decisión de Ursula de marcharse del país no puede ser vista de otro modo que no sea como una deserción, porque ella siempre fue creyente de los dogmas del régimen imperante y además era bastante activa en los rituales del sistema político.

Bien que la recuerdo como jefa de las brigadas laborales voluntarias en la escuela al campo y como miembro activo del comité de base de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC).

Después que no separamos, al terminar el preuniversitario, hace unos veinte años, volví a verla. Muy pocas veces, porque Ursula se fue del pueblo. Por eso no fui testigo de la catarsis que habrá vivido su espíritu.

En el 86 Ursula se graduó en la universidad y se convirtió en una profesional más que buceó sin encontrar satisfacciones en la vida laboral cubana. Nadie sabe por cuán tortuosos vericuetos habrá bogado su ser en los momentos que decidió emigrar.

Por suerte para ella, París bien vale una misa -incluso en el Caribe- por lo que desde hace ya algún tiempo el gobierno cubano permite a los exiliados enviar dinero hacia la Isla, y admite además sus visitas.

El actual status quo propicia pues que, dentro de unos meses, Ursula pueda empezar a enviar billetes verdes a sus familiares en Cuba convirtiéndolos de hecho en una casta privilegiada.

Y un tiempo después regresará Ursula misma, ya no más Ursula D., sino Ursula Santa Claus, pues vendrá cargadita de regalos para su gente pobre y encadenada.

Quizás por esto se ha ido Ursula D., para trocar sus cadenas de hierro por otras de oro.


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