La clausura
las galerías de arte independiente en la Habana Vieja
Ramón Díaz-Marzo
LA HABANA, febrero - El 2 de febrero del año 2001 las galerías
independientes que exhibían pinturas de artistas en el municipio de la
Habana Vieja fueron mandadas a cerrar por un cuerpo de inspectores que dijeron
pertenecer al Ministerio de Cultura de Cuba.
Este reportero, que visitó la mayor parte de esas galerías,
tuvo noticias de que estos inspectores esgrimieron un documento mecanografiado
según el cual, por decreto y a partir de ese momento, quienes exhibieran
o procedieran a la venta de obras de arte de esos pintores serían
castigados, por primera vez, con una multa inicial de mil quinientos dólares.
El motivo o explicación de esta drástica medida plantea que
los susodichos artistas independientes no son tales, sino que se trata de un
movimiento de chapuceros que, acosados por una crisis económica personal,
han abandonado sus antiguos puestos de trabajo cuyo salario no les permitía
cubrir las más elementales necesidades básicas y le estaban
brindando al turismo internacional una lamentable imagen del arte cubano.
Algunos de estos supuestos chapuceros son graduados universitarios que antes
del período especial se desempeñaban como matemáticos,
ingenieros, médicos.
Debo explicar que la mayoría de estos "marchantes" o dueños
de galerías independientes sólo son dueños u ocupantes domésticos
(usufructuarios gratuitos) de inmuebles en planta baja ubicados en calles históricas
y restauradas de la Habana Vieja como son, para poner el ejemplo mayor, la calle
de los Obispos.
En nuestra investigación fuimos informados de las presiones que desde
hace varios meses ejercía la oficina de Historiador de la Ciudad, Eusebio
Leal, para que estas personas cambiaran sus casas por unos apartamentos que se
han construido en la zona 11 de Alamar, al Este de la capital.
En apariencia esta medida, originada dentro del marco de un Estado
totalitario, no tiene mayor relevancia si se ha aceptado anteriormente como algo
natural la sistemática destrucción de la sociedad civil en Cuba
después del año 1959. Pero gracias a esa sistemática
destrucción de la sociedad civil, conjuntamente con el científico "lavado
de cerebro" que ha anulado en el ciudadano cubano la idea de su libertad
individual, el hecho que nos ocupa merece algunas reflexiones.
En nuestra indagación constatamos un miedo cercano al terror cuando
me identificaba como periodista independiente. En algunos lugares no tuvieron
miedo de hablar, siempre y cuando no mencionara sus nombres y la dirección
de sus domicilios-galerías. En otros, apenas daban información y sólo
añadían que nada sabían. Incluso hubo algunos de estos
sitios donde, con insistencia, solicitaron mi nombre y mis apellidos. También
fui expulsado groseramente de uno de ellos.
Todo esto me hizo reflexionar sobre la indefensión absoluta del
pueblo cubano frente a un aparato de poder que puede imponer medidas arbitrarias
contra los ciudadanos; y lo peor, ciudadanos aterrorizados que ya no permiten
que nadie defienda sus derechos. De manera que ahora es que logro comprender un
poco mejor por qué durante el nazismo de Hitler cuatro alemanes con
cuatro ametralladoras podían controlar a cuatrocientos judíos que
subían voluntariamente a vagones de trenes con destino a los campos de
exterminio masivo.
Pero retomemos el tema desde varios senderos, según las opiniones e
información que acumulé entre algunos pintores
semi-independientes. Algunos de estos artistas consideran a las personas que han
puesto sus casas a disposición del pintor que comienza como explotadores
de su genio creador. Y consideran que sus obras pictóricas estaban siendo
vendidas a precios miserables. Los pintores que así opinan están
reconocidos en el Fondo de Bienes Culturales y gozan de cierto reconocimiento
oficial. Sin embargo, estos mismos pintores también opinan que las
pinturas que venden a través del mecanismo comercial establecido por el
Ministerio de Cultura las pueden vender más caras, pero el proceso de
venta puede tomar meses, años; mientras que, a través de las galerías
independientes, a un precio miserable, podían vender sus obras rápidamente
sin papeleo burocrático y obtener un dinero que les permitía
sufragar las más elementales necesidades del consumo diario.
Otro sendero para comprender lo que ha ocurrido es que con el cierre de las
galerías de arte independiente el Estado o el gobierno éste anula
fuentes de empleo. Lo probable es que entre los pintores independientes pudieran
existir ciudadanos que no serían aceptados posteriormente en galerías
oficiales por dos razones: la primera es que según el canon establecido
su obra no alcanza el mínimo de calidad estética, y la otra, que
su trayectoria de vida no se ajusta a los cánones políticos de la
Revolución.
Mi pregunta es: ¿dónde estas personas podrán exponer sus
obras y venderlas?
Si algunos de los pintores independientes son tan chapuceros ¿por qué
preocuparse de que le ofrezcan al turismo internacional una mala imagen de la
cultura cubana? Si un extranjero de visita en nuestro país es capaz de
pagar 300 dólares por una chapucería, ¿se le puede negar a
ese extranjero la libertad de gastar su dinero en lo que más le complace?
¿Acaso el extranjero que compra chapucerías es una persona
desconocedora del arte y deja que le roben su dinero? ¿No será que
las chapucerías de los artistas independientes de algún modo
misterioso reflejan la chapucería de nuestra vida nacional, y el
extranjero tiene olfato y es capaz de percibir en estas obras marginales el
sello de lo auténtico?
En todo este lío también pudiera existir el verdadero
problema: los intermediarios.
Los intermediarios siempre le han molestado al gobierno, precisamente porque
cuando son independientes se tornan eficientes y no pueden robarse a sí
mismos, y las cosas comienzan a funcionar bien. Tanto si se trata de un pintor,
artesano o cualquier miembro de la sociedad que produce bienes espirituales o
materiales, el intermediario es indispensable. Y el gobierno cubano siempre ha
sentido una especial aversión hacia el intermediario. Ahora me acuerdo de
los años 80 del siglo pasado aquí en La Habana cuando los "Bandidos
de Río Frío". Se pusieron de acuerdo los intermediarios con
los campesinos, y de repente, con aquellas fuerzas productivas liberadas, la
población encontró todo tipo de viandas, frijoles y hortalizas en
la Virgen del Camino. Entonces un día el gobierno declaró que
aquellos intermediarios se enriquecían y eran parásitos de la
sociedad.
Eliminaron a los intermediarios y los campesinos no sólo tenían
que cultivar la tierra, sino también, junto con toda la familia,
levantarse a las tres de la madrugada y en sus propios camiones viajar a la
ciudad para vender sus mercancías. Este método demostró con
el tiempo ser insostenible. Era un verdadero disparate, un absurdo, pues
entonces ¿en qué momento ese campesino con su familia vendiendo los
productos en la ciudad tenía tiempo de estar al frente de su terruño?
Y era cierto. Muchos intermediarios se enriquecieron, pero también se
convertían en esclavos de sus riquezas. Recuerdo aquel caso que la prensa
oficial divulgó en un extenso reportaje: un hombre, desde una suite
alquilada en el hotel Habana Libre, dirigía una gigantesca red de
camiones que llegaron a distribuir a nivel nacional carne de puerco. Es decir,
aquel cubano, que no era un representante del Estado o del gobierno, se había
convertido en un exitoso empresario, ocupación que desde hace varias décadas
es un pecado capital para los cubanos.
De manera que si ahora hay personas que han preferido convertir la sala de
su casa en galería de arte, o si hay profesionales o no que abandonando
sus puestos de trabajo ahora prefieren pintar es porque en los actuales empleos
para sobrevivir hay que robar. Y estoy suponiendo que estos pintores
improvisados, independientes, marginales, chapuceros, o como quieran llamarles,
son hombres y mujeres honrados que no están dispuestos a ser devorados
por el mecanismo nacional de la doble moral que, en mi opinión, no sólo
es una verdadera chapucería del alma, sino algo podrido, abyecto, como un
veneno paralizador del desarrollo de la vida nacional.
En una palabra: cada vez que el cubano de un modo independiente y honrado
quiere levantar cabeza, el Estado y el gobierno intervienen y aparecen todos
esos capítulos vergonzosos de nuestra historia: "Pitirre en el
Alambre", "Operación Adoquín", "Bandidos de Río
Frío".
Ahora tomemos otro sendero. En la calle de los Obispos no todas las galerías
de arte, despectivamente calificadas de timbiriches, son timbiriches. Hay galerías
de arte que son proyectos culturales y están respaldadas por la UNEAC.
Tienen equipo de fax y hasta una página Web en Internet. En suma, tienen
una buena curaduría.
En estas galerías, que también fueron clausuradas, se observa
la siguiente opinión: "Las chapucerías que se venden en los
timbiriches ("Automóvil de la década de los años 50 en
Cuba", "Guajiro con tabaco en la boca", "Mujer criolla
desnuda") no es arte, sino souvenir, y como souvenir debe ser vendido en
las Ferias. Y aunque a nosotros -añade la fuente- también nos
hayan clausurado, estamos de acuerdo con las medidas tomadas. Todo promotor
cultural serio y conocedor de arte le dirá a usted lo mismo que yo".
Como periodista-espejo de la realidad que me rodea me declaro desconocedor
de arte; acudo, pues, a la vieja y sencilla fórmula: me gusta o no me
gusta. Pero ésa no es la cuestión de mi artículo. La cuestión
de mi artículo es preguntar, ahora mismo, ¿cuántas veces, en
la Historia del Arte, los cánones que cada época estableció
el tiempo los ha reajustado? ¿Qué, quién, por qué, y
con qué derecho, puede absolutizar cuándo una obra de arte es una
obra de arte?
En este artículo quiero significar que la situación que se ha
creado con los pintores independientes o marginales no es un simple asunto de
imagen óptica de la cultura cubana, sino un ataque contra la organización
de personas privadas que hacen su vida sin la intervención del Estado,
sin la intervención del discurso ideológico y, por ende, podríamos
encontrarnos ante un problema político.
En este artículo quiero significar que una vez más se está
conculcando la libertad del Hombre. Y lo que estos promotores culturales no
saben es que al tratar de echarle tierra a lo que ellos (con su derecho a
opinar) consideran chapucerías pictóricas, le están
cediendo terreno a una política cultural totalitaria que atenta no sólo
contra la libertad de creación, sino contra la libertad del individuo,
del resurgimiento de la sociedad civil en Cuba.
Si en los próximos días estos "chapuceros" son
barridos del mapa, dentro de otro tiempo prudencial la política cultural
de un Estado totalitario también barrerá a los que ahora mismo no
se consideran chapuceros.
Yo insisto en que la sociedad cubana está enferma, y nos llevará
tiempo comprender que nuestro individual punto de vista no es el centro del
Universo. Cada ser humano, dentro del marco del sentido común, tiene el
derecho a manifestarse. Y como dijo Antón Pavlovich Chéjov: "Que
cada perro ladre con la voz que Dios le ha dado".
Esta información ha sido transmitida por teléfono,
ya que el gobierno de Cuba no permite al ciudadano cubano acceso privado a
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