CUBANET .INDEPENDIENTE

15 de febrero, 2001


La clausura las galerías de arte independiente en la Habana Vieja

Ramón Díaz-Marzo

LA HABANA, febrero - El 2 de febrero del año 2001 las galerías independientes que exhibían pinturas de artistas en el municipio de la Habana Vieja fueron mandadas a cerrar por un cuerpo de inspectores que dijeron pertenecer al Ministerio de Cultura de Cuba.

Este reportero, que visitó la mayor parte de esas galerías, tuvo noticias de que estos inspectores esgrimieron un documento mecanografiado según el cual, por decreto y a partir de ese momento, quienes exhibieran o procedieran a la venta de obras de arte de esos pintores serían castigados, por primera vez, con una multa inicial de mil quinientos dólares.

El motivo o explicación de esta drástica medida plantea que los susodichos artistas independientes no son tales, sino que se trata de un movimiento de chapuceros que, acosados por una crisis económica personal, han abandonado sus antiguos puestos de trabajo cuyo salario no les permitía cubrir las más elementales necesidades básicas y le estaban brindando al turismo internacional una lamentable imagen del arte cubano.

Algunos de estos supuestos chapuceros son graduados universitarios que antes del período especial se desempeñaban como matemáticos, ingenieros, médicos.

Debo explicar que la mayoría de estos "marchantes" o dueños de galerías independientes sólo son dueños u ocupantes domésticos (usufructuarios gratuitos) de inmuebles en planta baja ubicados en calles históricas y restauradas de la Habana Vieja como son, para poner el ejemplo mayor, la calle de los Obispos.

En nuestra investigación fuimos informados de las presiones que desde hace varios meses ejercía la oficina de Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal, para que estas personas cambiaran sus casas por unos apartamentos que se han construido en la zona 11 de Alamar, al Este de la capital.

En apariencia esta medida, originada dentro del marco de un Estado totalitario, no tiene mayor relevancia si se ha aceptado anteriormente como algo natural la sistemática destrucción de la sociedad civil en Cuba después del año 1959. Pero gracias a esa sistemática destrucción de la sociedad civil, conjuntamente con el científico "lavado de cerebro" que ha anulado en el ciudadano cubano la idea de su libertad individual, el hecho que nos ocupa merece algunas reflexiones.

En nuestra indagación constatamos un miedo cercano al terror cuando me identificaba como periodista independiente. En algunos lugares no tuvieron miedo de hablar, siempre y cuando no mencionara sus nombres y la dirección de sus domicilios-galerías. En otros, apenas daban información y sólo añadían que nada sabían. Incluso hubo algunos de estos sitios donde, con insistencia, solicitaron mi nombre y mis apellidos. También fui expulsado groseramente de uno de ellos.

Todo esto me hizo reflexionar sobre la indefensión absoluta del pueblo cubano frente a un aparato de poder que puede imponer medidas arbitrarias contra los ciudadanos; y lo peor, ciudadanos aterrorizados que ya no permiten que nadie defienda sus derechos. De manera que ahora es que logro comprender un poco mejor por qué durante el nazismo de Hitler cuatro alemanes con cuatro ametralladoras podían controlar a cuatrocientos judíos que subían voluntariamente a vagones de trenes con destino a los campos de exterminio masivo.

Pero retomemos el tema desde varios senderos, según las opiniones e información que acumulé entre algunos pintores semi-independientes. Algunos de estos artistas consideran a las personas que han puesto sus casas a disposición del pintor que comienza como explotadores de su genio creador. Y consideran que sus obras pictóricas estaban siendo vendidas a precios miserables. Los pintores que así opinan están reconocidos en el Fondo de Bienes Culturales y gozan de cierto reconocimiento oficial. Sin embargo, estos mismos pintores también opinan que las pinturas que venden a través del mecanismo comercial establecido por el Ministerio de Cultura las pueden vender más caras, pero el proceso de venta puede tomar meses, años; mientras que, a través de las galerías independientes, a un precio miserable, podían vender sus obras rápidamente sin papeleo burocrático y obtener un dinero que les permitía sufragar las más elementales necesidades del consumo diario.

Otro sendero para comprender lo que ha ocurrido es que con el cierre de las galerías de arte independiente el Estado o el gobierno éste anula fuentes de empleo. Lo probable es que entre los pintores independientes pudieran existir ciudadanos que no serían aceptados posteriormente en galerías oficiales por dos razones: la primera es que según el canon establecido su obra no alcanza el mínimo de calidad estética, y la otra, que su trayectoria de vida no se ajusta a los cánones políticos de la Revolución.

Mi pregunta es: ¿dónde estas personas podrán exponer sus obras y venderlas?

Si algunos de los pintores independientes son tan chapuceros ¿por qué preocuparse de que le ofrezcan al turismo internacional una mala imagen de la cultura cubana? Si un extranjero de visita en nuestro país es capaz de pagar 300 dólares por una chapucería, ¿se le puede negar a ese extranjero la libertad de gastar su dinero en lo que más le complace? ¿Acaso el extranjero que compra chapucerías es una persona desconocedora del arte y deja que le roben su dinero? ¿No será que las chapucerías de los artistas independientes de algún modo misterioso reflejan la chapucería de nuestra vida nacional, y el extranjero tiene olfato y es capaz de percibir en estas obras marginales el sello de lo auténtico?

En todo este lío también pudiera existir el verdadero problema: los intermediarios.

Los intermediarios siempre le han molestado al gobierno, precisamente porque cuando son independientes se tornan eficientes y no pueden robarse a sí mismos, y las cosas comienzan a funcionar bien. Tanto si se trata de un pintor, artesano o cualquier miembro de la sociedad que produce bienes espirituales o materiales, el intermediario es indispensable. Y el gobierno cubano siempre ha sentido una especial aversión hacia el intermediario. Ahora me acuerdo de los años 80 del siglo pasado aquí en La Habana cuando los "Bandidos de Río Frío". Se pusieron de acuerdo los intermediarios con los campesinos, y de repente, con aquellas fuerzas productivas liberadas, la población encontró todo tipo de viandas, frijoles y hortalizas en la Virgen del Camino. Entonces un día el gobierno declaró que aquellos intermediarios se enriquecían y eran parásitos de la sociedad.

Eliminaron a los intermediarios y los campesinos no sólo tenían que cultivar la tierra, sino también, junto con toda la familia, levantarse a las tres de la madrugada y en sus propios camiones viajar a la ciudad para vender sus mercancías. Este método demostró con el tiempo ser insostenible. Era un verdadero disparate, un absurdo, pues entonces ¿en qué momento ese campesino con su familia vendiendo los productos en la ciudad tenía tiempo de estar al frente de su terruño?

Y era cierto. Muchos intermediarios se enriquecieron, pero también se convertían en esclavos de sus riquezas. Recuerdo aquel caso que la prensa oficial divulgó en un extenso reportaje: un hombre, desde una suite alquilada en el hotel Habana Libre, dirigía una gigantesca red de camiones que llegaron a distribuir a nivel nacional carne de puerco. Es decir, aquel cubano, que no era un representante del Estado o del gobierno, se había convertido en un exitoso empresario, ocupación que desde hace varias décadas es un pecado capital para los cubanos.

De manera que si ahora hay personas que han preferido convertir la sala de su casa en galería de arte, o si hay profesionales o no que abandonando sus puestos de trabajo ahora prefieren pintar es porque en los actuales empleos para sobrevivir hay que robar. Y estoy suponiendo que estos pintores improvisados, independientes, marginales, chapuceros, o como quieran llamarles, son hombres y mujeres honrados que no están dispuestos a ser devorados por el mecanismo nacional de la doble moral que, en mi opinión, no sólo es una verdadera chapucería del alma, sino algo podrido, abyecto, como un veneno paralizador del desarrollo de la vida nacional.

En una palabra: cada vez que el cubano de un modo independiente y honrado quiere levantar cabeza, el Estado y el gobierno intervienen y aparecen todos esos capítulos vergonzosos de nuestra historia: "Pitirre en el Alambre", "Operación Adoquín", "Bandidos de Río Frío".

Ahora tomemos otro sendero. En la calle de los Obispos no todas las galerías de arte, despectivamente calificadas de timbiriches, son timbiriches. Hay galerías de arte que son proyectos culturales y están respaldadas por la UNEAC. Tienen equipo de fax y hasta una página Web en Internet. En suma, tienen una buena curaduría.

En estas galerías, que también fueron clausuradas, se observa la siguiente opinión: "Las chapucerías que se venden en los timbiriches ("Automóvil de la década de los años 50 en Cuba", "Guajiro con tabaco en la boca", "Mujer criolla desnuda") no es arte, sino souvenir, y como souvenir debe ser vendido en las Ferias. Y aunque a nosotros -añade la fuente- también nos hayan clausurado, estamos de acuerdo con las medidas tomadas. Todo promotor cultural serio y conocedor de arte le dirá a usted lo mismo que yo".

Como periodista-espejo de la realidad que me rodea me declaro desconocedor de arte; acudo, pues, a la vieja y sencilla fórmula: me gusta o no me gusta. Pero ésa no es la cuestión de mi artículo. La cuestión de mi artículo es preguntar, ahora mismo, ¿cuántas veces, en la Historia del Arte, los cánones que cada época estableció el tiempo los ha reajustado? ¿Qué, quién, por qué, y con qué derecho, puede absolutizar cuándo una obra de arte es una obra de arte?

En este artículo quiero significar que la situación que se ha creado con los pintores independientes o marginales no es un simple asunto de imagen óptica de la cultura cubana, sino un ataque contra la organización de personas privadas que hacen su vida sin la intervención del Estado, sin la intervención del discurso ideológico y, por ende, podríamos encontrarnos ante un problema político.

En este artículo quiero significar que una vez más se está conculcando la libertad del Hombre. Y lo que estos promotores culturales no saben es que al tratar de echarle tierra a lo que ellos (con su derecho a opinar) consideran chapucerías pictóricas, le están cediendo terreno a una política cultural totalitaria que atenta no sólo contra la libertad de creación, sino contra la libertad del individuo, del resurgimiento de la sociedad civil en Cuba.

Si en los próximos días estos "chapuceros" son barridos del mapa, dentro de otro tiempo prudencial la política cultural de un Estado totalitario también barrerá a los que ahora mismo no se consideran chapuceros.

Yo insisto en que la sociedad cubana está enferma, y nos llevará tiempo comprender que nuestro individual punto de vista no es el centro del Universo. Cada ser humano, dentro del marco del sentido común, tiene el derecho a manifestarse. Y como dijo Antón Pavlovich Chéjov: "Que cada perro ladre con la voz que Dios le ha dado".


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