Disidente
Lázaro Raúl González, CPI
PINAR DEL RIO, febrero - Manuel González Bello es uno de los más
brillantes periodistas que escribe en la prensa controlada por el gobierno de
Cuba.
González Bello trabaja para el Juventud Rebelde, semanario nacional
para el cual factura unas mordaces crónicas que personalmente disfruto.
Claro, su mordacidad tiene límites. La mirilla del fusil con que
dispara jamás apuntará a los sacrosantos intereses creados.
A la hora de apretar el gatillo, él sabe elegir lo que se dice un
buen blanco. A más grande y visible el bulto, mejor. Porque es de
considerar que él tenga conciencia de algún tipo de miopía.
Ha ironizado, por ejemplo, sobre el ruido. ¡Qué gracia! ¡Qué
mordacidad! ¿A quién no le caen mal los bullangueros? ¡Era un
disparo certero!
Pero ahora -qué gran premio le darán, ¡la confianza del
aparato!- en su crónica del sábado 3 de febrero la cogió de
mansa paloma, porque por supuesto su extracto de libertad no confiere derecho de
réplica, la cogió González Bello con los disidentes.
Para hacer bien certero el tiro -en donde él trabaja lo mejor es en
no fallar- empezó por entrecomillar el título de su crónica:
"Disidentes", la cual por cierto hubiese sido catalogada de libelo si
hubiera sido escrita por uno de nosotros.
De este modo alcanza el grado sumo de la perfección al negarnos
incluso la categoría verdadera de lo que para él y su clan de la
intolerancia sería el non plus ultra de la descalificación: ser un
disidente.
Como González Bello entrecomilla la palabra "disidente", de
entrada nos está pasando un telegrama de falsificadores.
Lamentablemente para este periodista, según el diccionario popular de
español cubano, disidente es "aquel que siente de distinta manera",
como es de suponer, de un poder dominante. Y eso es lo que somos los que llama
el compañero González Bello no disidentes, es decir, "disidentes".
Somos los que sacamos la cara por millones de cubanos que disienten del
gobierno, pero no tienen prensa para expresarse.
Y en lo que a mí respecta -y supongo que en lo que a muchos- no
significa una vergüenza ser lo que fueron Sajarov o Solzhenitsyn.
Por demás no es menester ir más allá de reivindicar un
título que aceptamos aunque nos lo niegue el compañero González
Bello. En su artículo "Disidente" no ha hecho él ningún
aporte a la ciencia de la descalificación. Llamarnos falsificadores, pícaros,
brutus, aspirantes a USA citizens, pintarnos como oportunistas, vainas o
apestosos morales no es nada nuevo. Dicen que habla la boca de lo que abunda el
corazón.
De cualquier modo, aún a pesar de su vitriolo, es de agradecer a González
Bello su buen humor. Ojalá, si no es el poder quien lo alimenta, que
nunca lo pierda.
¡Ah! Y que deje ese duro oficio de sepulturero y rotulador de
epitafios, pues a quienes cree enterrar gozan de buena salud y no precisamente
por lo que llevan en la ropa, sino debajo de ella, entre otras cosas, un espíritu
limpio.
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