Ernesto F. Betancourt. Publicado el jueves, 8 de febrero de
2001 en El Nuevo Herald
Todo cubano que sigue las enseñanzas de José Martí sabe
que ver cometer un crimen en silencio es hacerse cómplice. Una de las
mayores injusticias cometidas por la administración Clinton --el crimen
en este caso-- fue el juicio a Mariano Faget. Este hecho se produjo precisamente
durante la crisis del balserito Elián y está íntimamente
ligado a la misma. A pesar de que el jurado lo encontró culpable el 31 de
mayo del 2000 y la sentencia se debió dictar el 10 de agosto, no fue
hasta el día de la toma de posesión de George W. Bush, 20 de enero
de 200l, que el juez federal Alan Gold suspendió indefinidamente el
dictado de sentencia para "investigar algunos detalles más''. Esto,
a pesar de que la comunidad cubanoamericana se ha mostrado indiferente ante esta
injusticia. Hay varias razones que pueden explicar esa pasividad.
Para empezar, Faget no parece ser una persona simpática. Entre
cubanos ser pesado es un delito. Por otra parte, es de origen batistiano y de
estirpe fuertemente anticomunista, así que el delito por el cual se le
juzgó le enajenó su círculo natural de apoyo. No tan sólo
traicionó supuestamente a su nueva patria, sino también a sus
antiguos amigos y compatriotas. Nada menos que fue acusado de ser espía
de Fidel Castro. No conozco al señor Faget y, dados mis orígenes
del Movimiento 26 de Julio, estoy seguro de no ser santo de la devoción
de él, ni de su círculo de amistades y familiares. Sólo me
motiva mi renuencia a mantener silencio ante una injusticia. Veamos.
Faget fue objeto de lo que en argot policíaco se llama una operación
sting, en este caso un plante de información secreta falsa el 11 de
febrero del 2000. ¿Por qué? En ningún momento las autoridades
del FBI, Inmigración o Justicia han revelado lo que motivara la orden de
hacer ese sting. Cosa rara, porque eso se justificaría solamente si
hubiera alguna indicación de que la operación era necesaria para
evitar daños mayores a la seguridad de Estados Unidos o alguna acción
inminente por parte de Faget.
El caso más importante en que, dado su cargo, pudiera haber estado
envuelto Faget era precisamente el de Elián. Sin embargo, las propias
autoridades de Justicia e Inmigración negaron categóricamente que
tuviera nada que ver con el caso. Además, dentro de la evidencia
presentada en el juicio, no hay una gestión o un contacto solicitado por
el centro de control de este supuesto espía cubano para obtener información
sobre el caso que, a nivel obsesivo, más interesaba en materia de
inmigración a las autoridades castristas en ese momento.
Quien sí parece tenía interés en provocar un escándalo
que justificara sacar el caso de Elián de la jurisdicción de
Inmigración en aquellos días era la administración de
Clinton. Así por lo menos es como lo percibió Castro. La visita de
las abuelitas de Elián, financiada por el magnate Dwayne Andreas, uno de
los promotores de levantar el embargo, había terminado pocos días
antes en un rotundo fracaso. Además, llevó a la hermana O'Laughlin
a presentar un affidavit en la corte de distrito de Miami, el 24 de febrero de
2000, atestiguando que era partidaria de que Elián se quedara en Estados
Unidos porque había llegado a la conclusión de que el gobierno
cubano manejaba a las aterradas abuelitas. Esta conducta de la religiosa le
mereció que Granma la acusara de ser "una monja pecadora''. Y que
Clinton decidiera incumplir alguna promesa, hasta hoy secreta, hecha a Castro.
Sólo eso justifica la furiosa reacción de Castro contra
Clinton y su denuncia del arresto de Faget como una maniobra para desacreditar a
Inmigración y sacarlos del caso Elián. Con su audacia y
agresividad característica, Fidel sale en defensa de Inmigración y
Faget, y ofrece levantar la inmunidad diplomática de sus dos cónsules,
los supuestos espías, Molina e Imperatori, para que declararan en el
juicio de Faget. Es curioso que el Departamento de Justicia no aprovechara esa
excelente oportunidad de traer a juicio a los "espías'' que
supuestamente conformaban la red de Faget. ¿Cuál es el acuerdo a que
había llegado la administración Clinton que Castro estimaba
estaban tratando de desmantelar con el arresto de Faget?
Es entonces cuando entra en liza el abogado Craig, quien defendió a
Clinton cuando lo de Monica, para ser el defensor de Fidel en lo de Elián.
Su firma, Williams and Connolly, fueron los abogados de ADM, la gigantesca
empresa de Andreas, en el juicio por violar las leyes antimonopolio en que
tuvieron que transar el pago de cien millones de dólares de multa y que
el hijo de Andreas fuera a la cárcel por dos años. Después
del alboroto de Castro ante la expulsión de Imperatori, la administración
Clinton abandonó todo esfuerzo de retirar el caso de la jurisdicción
de Inmigración. En su lugar, vino la ofensiva de Janet Reno de amenazas y
acusaciones contra los familiares de Elián para forzarlos a renunciar a
sus derechos constitucionales de apelación y entregarles el balserito en
un lugar secreto lejos de las cámaras de televisión. El resto es
historia.
La sabia y justa decisión del magistrado Gold abre la oportunidad
para que revisitemos el triste episodio de la historia judicial americana que es
el caso de Faget. No hay lugar a dudas de que Faget actuó en forma
indebida e ilegal. Pero nadie que sepa algo de espionaje usa su teléfono
celular desde su oficina del gobierno para llamar en caso de emergencia. Y,
menos, para advertir a un viejo amigo y socio de negocios, Pedro Font, y no a su
oficial de control. Condénenlo por tonto, por avaricioso, por pesado, por
tener papada. Pero, ¿por espía cubano? ¿Con una red de un solo
miembro? Por favor, somos exiliados, pero no idiotas. |