Artes
marciales en Cuba
Moraima Pires, Grupo Decoro
LA HABANA, febrero - Las artes marciales en Cuba, como todo conocimiento
humano, poseen sus ventajas y desventajas. El uso de estas enseñanzas
determinarán si responde o no a las expectativas ético-morales de
los antiguos maestros o a los intereses distorsionados de especialistas y
practicantes inescrupulosos.
Está demostrado que la práctica de las artes marciales ayuda a
desarrollar la fuerza y la coordinación psíquico-física de
sus adeptos. También contribuye en aumentar la concentración
mental, útil cuando emprendemos cualquier empresa o propósito;
acelera la agilidad muscular y reflejos condicionados y eleva la confianza en
uno mismo.
Yoel, niño de 10 años, define su experiencia deportiva con
sencillez: "Con el karate me siento fuerte, confiado, y más
preparado para la vida".
Las escuelas o dojos se multiplican en nuestra sociedad desde que se
introdujeron las primeras películas de artes marciales protagonizadas por
Bruce Lee (1985). Este crecimiento en la matrícula es superior al 10 por
ciento anual. A los menores le permite, como regla, aumentar su autoestima, además
de aprender a no enfrentar situaciones indeseables, pero evitables, y a
defenderse cuando son atacados.
No obstante, se tienen noticias de que los miembros de la colonia china en
Cuba enseñaban estas artes para la defensa de sus miembros desde los años
50. Incluso algunas fuentes del propio barrio chino afirman que desde finales
del siglo XIX se ofrecían clases a sus descendientes y a puertas
cerradas, en las sociedades de instrucción y recreo como Min Chi Tang
(188?) o Long Sai Li (1909), entre otras.
Existen estudios llevados a cabo por psicólogos deportivos que
demuestran lo beneficioso que resulta adquirir estas habilidades para niños
con trastornos en la retención de los conocimientos que reciben, y para
el desarrollo corporal.
En Cuba, como en el resto del mundo, existe un alto nivel de violencia
juvenil, que en nuestro caso aumenta en la misma medida en que se reducen o
desaparecen las posibilidades recreativas y los medios financieros para que la
juventud logre satisfacerlas.
Esos actos se manifiestan con mayor crueldad los fines de semana en fiestas
populares, en las paradas de los ómnibus, en los parques, las calles, en
las zonas deshabitadas o en las madrugadas. En fin, en cualquier lugar donde
exista la posibilidad de realizarse un acto violento con impunidad y donde se
encuentren dos o más jóvenes bajo los efectos del alcohol u otras
drogas y deseen diversión u obtener recursos económicos para
continuar con su recreación particular.
De ahí que dominar un arte marcial en Cuba es sinónimo de
aumentar las posibilidades de supervivencia.
Miguel, de 18 años, el año pasado fue asaltado en dos
ocasiones por grupos de adolescentes de ambos sexos dispuestos a extender su
juerga.
"El primer asalto -recuerda Miguel- ocurrió a la salida de una
discoteca. Tres jóvenes se enamoraron de los tenis (llamados popis
popularmente) que llevaba puestos. No lo lograron porque pude defenderme, pero
recibí unos cuantos golpes".
"En la segunda ocasión me acompañaba mi novia -relata
Miguel- por el parque de 21 entre C y D, en el Vedado. Cuatro muchachos me
preguntaron la hora y al comprobar que tenía un reloj de marca trataron
de apoderarse de él. Comenzó la pelea y si no es por la intervención
de dos señores que pasaban casualmente por el lugar acaban conmigo y con
mi novia".
El joven explica que ambas agresiones ocurrieron en la madrugada de sábado
para domingo. En ningún caso hubo cerca agentes del orden público
a quienes pedir ayuda. "Cómo deseé saber karate en aquellos
momentos!", expresa Miguel.
Algunos jóvenes cubanos desean ingresar en la Policía por
varias razones, según explican varios consultados.
La primera es económica. Se perciben enormes salarios que no obtienen
ni los graduados universitarios, y pueden recibir estímulos adicionales
en pesos convertibles si durante el mes no se producen actos delictivos en el área
asignada.
La segunda razón es por el adiestramiento en artes marciales que le
permite a los muchachos recibir gratuitamente esos conocimientos. Además,
según algunas declaraciones, les permite tener más novias, pues éstas
se sienten protegidas no sólo por el arte marcial, sino también
por el temible carné del Ministerio del Interior.
El tercer aspecto es que se dan a respetar no por lo que son, sino por lo
que representan. De este modo, alimentan su ego.
En ninguno de los casos los entrevistados manifestaron que su deseo de
entrar en el cuerpo represivo era por afinidad ideológica con el régimen
político.
De modo que es ventajoso dominar un arte marcial si sus enseñanzas ético-morales,
espirituales y corporales se utilizan en beneficio de las personas y el medio en
que se desenvuelven, lo cual permitiría participar armónica y
positivamente en la transformación ascendente y moralizadora de la
sociedad.
Si por el contrario se emplean para fines mezquinos o para causar daño
a otros individuos, entonces el mundo será de todas manera transformado,
pero no por los seguidores de los antiguos maestros de estas milenarias artes de
defensa y golpeo.
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