Editorial I. La Nación
Line. 06.02.2001
El denuesto de Castro
LAS improcedentes declaraciones de Fidel Castro acerca de la actitud que
acaso tome nuestro gobierno hacia el suyo cuando la asamblea de las Naciones
Unidas aborde nuevamente el tema de los derechos humanos, merecen, sin duda, un
rechazo tajante que deje muy en claro los márgenes de respeto debidos al
decoro y a la capacidad de decisión de la Argentina.
Con estimable mesura, el canciller, Adalberto Rodríguez Giavarini,
calificó esas expresiones como "injustas y despectivas"; en
realidad, son algo más que eso, pues importan un desprecio inadmisible y
una intromisión grosera en un asunto que, por otra parte, no tiene por qué
poner a nuestro gobierno en un trance insoluble.
El llamado a Buenos Aires en consulta del embajador en La Habana se imponía
y se debe aplaudir la prontitud con que se adoptó esa decisión.
Medida limitada y que en manera alguna anuncia un ulterior agravamiento de esta
crisis, es al mismo tiempo la forma en que las prácticas diplomáticas
consienten expresar el profundo desagrado que causa el desparpajo de que ha
hecho gala el presidente de Cuba.
En principio, este molesto incidente termina aquí, sin consecuencias,
al igual que tantos otros anteriores. Queda, lo más, lamentar esta nueva
y flagrante muestra -a costa de la Argentina- de la desconsideración
demagógica, la ligereza y la hipocresía creciente que viene
caracterizando, en todo el mundo, al trato oficial entre naciones.
Al margen de la anécdota, lo sucedido sirve para volver a fijar la
atención en el tema de nuestras relaciones con Cuba y con Fidel Castro,
cuestión de la que, seguramente, habrá que ocuparse con asiduidad
en los próximos años. Se entiende, al respecto, que nunca hubo ni
hay ni puede haber malquerencia, encono o reserva entre la Argentina y Cuba. Se
entiende, a la vez, que esos sentimientos, u otros todavía más
agrios, si pueden existir entre uno y otro gobierno, como de hecho ha ocurrido
varias veces en el curso de los últimos cuarenta años.
Tras la ruptura de relaciones con el régimen de Castro dispuesta por
el presidente Frondizi, se pasó por diversas etapas diferenciadas, sobre
todo, por nuestro grado de compromiso con la condena al totalitarismo y con el
apoyo a la vigencia de los derechos humanos. Las relaciones fueron restablecidas
por Lanusse y siguieron sin mayores trastornos hasta el fin de la presidencia de
Alfonsín, a cargo de muy diversos regímenes, cuyas obvias
disparidades no abarcaron la unánime y continuada condena a los métodos
y filiaciones del castrismo ni tampoco la tradicional adscripción al
principio de no intervención.
Durante la década pasada, esa relación tendió a
enfriarse y, en ocasiones, a encresparse. A medida que se iba acentuando la
alineación con los Estados Unidos, nuestros representantes en los foros
internacionales sustentaban posiciones cada vez menos favorables a Cuba, posición
en nada vinculada ni con la situación interna de Cuba -para entonces
relativamente más libre- ni con el creciente gusto de los argentinos por
visitar la isla, sea por motivos turísticos o curativos.
Cabe discutir lo operativo de esa política y aun discrepar de ella
totalmente, pero no la potestad de nuestro gobierno para asumirla ni tampoco los
sólidos fundamentos con que la sustentó, como lo son el imperio de
las libertades y la dignidad del individuo, condicionantes que se reforzarán
en breve si, según se supone, nuestro país asume la presidencia de
la Comisión de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.
En este punto es que se produce la intervención no inocente de
Castro: es sabido que a la asunción del presidente De la Rúa hubo
expectativas en el sentido de que no se votase la condena al régimen de
Castro en la asamblea de las Naciones Unidas, y que la decisión de
hacerlo originó contrariedades hasta en el nivel ministerial. Este año
se especulaba con una posible abstención argentina; Castro ha debido
imaginar que ello no ocurriría y se adelantó a proferir un
denuesto que, de hecho, nos forzaría a votar en contra de Cuba, con lo
cual quedaría cerrada toda discusión.
Esa injerencia desembozada, esa abusiva voluntad de aprovechar un trance de
eventual dubitación de nuestra parte para convertirlo en ostentación
caudillesca, en un alarde de patriotismo arrogante contrapuesto a la presunta
indignidad de quienes lo combaten, es el verdadero daño al país
que ha inferido Castro, minúsculo en términos materiales pero
ciertamente ofensivo y humillante. Así son las cosas y, por supuesto, sería
absurdo querer dramatizarlas, o quejarse demasiado por un tipo de comportamiento
ya conocido y, es presumible, invariable mientras dure Castro.
Coincidencias con Powell sobre Cuba
Por María O'Donnell Corresponsal en Estados Unidos
WASHINGTON.- Aunque no estaba previsto por el protocolo, el secretario de
Estado, Colin Powell, acompañó al canciller Adalberto Rodríguez
Giavarini hasta la puerta de salida y como evaluación de la entrevista
que habían compartido en su despacho, consideró que las relaciones
bilaterales entre los Estados Unidos y la Argentina "son muy muy fuertes y
sólidas". El canciller argentino dijo que había hallado "muchas
coincidencias" en su primer contacto con Powell, el secretario de Estado de
la administración republicana de George W. Bush, que asumió hace
apenas dos semanas. En la reunión, que transcurrió con ambos
sentados junto a una chimenea, la situación de Cuba fue uno de los temas
en los que no encontraron casi diferencias.
"Ambos ministros notaron que Cuba es la única excepción a
la democracia en el hemisferio, y como ambos habían sido criticados de
manera reciente por Fidel Castro, compartieron ese honor, y hablaron también
sobre los ciudadanos checos que están presos en Cuba sólo por ser
disidentes", contó el principal vocero del Departamento de Estado,
Richard Boucher.
El tema surgió -según confió una fuente diplomática
norteamericana a La Nación- a partir de un comentario de Rodríguez
Giavarini sobre la crisis diplomática por la que atraviesan las
relaciones de la Argentina con Cuba a raíz de las declaraciones críticas
de Castro hacia el gobierno del presidente Fernando de la Rúa.
"Fue una conversación muy cordial entre dos amigos de países
amigos", evaluó Powell ante un grupo de periodistas argentinos, al término
de la entrevista, que se mantuvo en inglés y se extendió por 40
minutos.
El secretario de Estado, según el relato de un testigo
norteamericano, se dedicó ante todo a escuchar a Rodríguez
Giavarini, quien exponía sobre la posición argentina para la
Cumbre de las Américas, que en abril próximo reunirá en
Quebec, Canadá, a todos los presidentes de la región (con la única
excepción de Castro) y tendrá una agenda que cuyo eje será
la Asociación de Libre Comercio de las Américas (ALCA).
Durante la conversación telefónica que mantuvieron Bush y De
la Rúa el sábado último, los presidentes hablaron sobre la
posibilidad de tener un primer encuentro a solas en Quebec. Powell y Giavarini
no fijaron la fecha, pero según el canciller argentino compartieron "el
deseo de que se vean cuanto antes".
Para que no quedaran dudas sobre la apuesta argentina a la integración
con Brasil, tanto en el Departamento de Estado como en la charla que brindó
al mediodía en la Cámara de Comercio de los Estados Unidos, el
canciller reafirmó el compromiso con el Mercosur y dijo que las
posiciones que lleva a la mesa de negociación del ALCA son consensuadas
con el bloque comercial.
Tema recurrente
El tema volvió a surgir en el encuentro que compartieron el canciller
y el ministro de Economía, José Luis Machinea, con el secretario
del Tesoro, Paul O' Neill (de lo que se informa en la sección Economía),
otra ocasión en la que Rodríguez Giavarini agradeció el
apoyo de los EE.UU., durante la administración anterior, al "blindaje"
financiero.
En la Cámara de Comercio, el canciller descartó, ante una
pregunta al respecto, la posibilidad de que la Argentina siga los pasos de
Chile, que está negociando con los Estados Unidos un acuerdo bilateral de
libre comercio. En el único punto en el cual tomó cierta distancia
de las posturas del Brasil fue al hablar sobre el calendario del ALCA, que según
el proyecto original debe empezar a funcionar como una zona de libre comercio a
partir de 2005.
El gobierno chileno propuso anticipar el calendario a 2003, mientras que la
postura del Brasil es que apenas se podrá alcanzar en 2005. Rodríguez
Giavarini partió la diferencia: "la fecha técnicamente más
probable es 2004", dijo ayer.
Powell, que visitó Buenos Aires cuando era jefe del estado mayor
conjunto de las fuerzas armadas, dijo mientras despedía a su invitado en
la puerta del Departamento de Estado que le gustaría volver, pero también
le contó que tenía una agenda muy cargada.
De la entrevista participó, del lado argentino, el embajador ante la
Casa Blanca, Guillermo González; estuvo también presente el
embajador norteamericano en la Argentina, Jim Walsh.
"Fue una reunión excelente, que puso de manifiesto la creciente
importancia de las relaciones entre ambos países", dijo Walsh a La
Nación. "Claramente, América latina será una prioridad
de esta administración, y la Argentina es muy importante en ese esquema",
agregó el embajador. Los contactos bilaterales siguen hoy en la Casa
Blanca, donde Rodríguez Giavarini se reunirá con la directora del
Consejo Nacional de Seguridad, Condoleezza Rice.
Con Powell, el canciller también coincidió en que, además
de impulsar medidas concretas para el libre comercio en la región, el
encuentro de Quebec debe establecer una cláusula para defender la plena
vigencia de la democracia como requisito para la pertenencia al proceso de las
cumbres.
Gestiones del embajador cubano
González Galiano se reunió con Alfonsín.
El ex presidente y titular de la UCR, Raúl Alfonsín, se reunió
ayer por la mañana con el jefe de la misión diplomática
cubana en la Argentina, embajador Alejandro González Galiano.
Durante la reunión, que fue anticipada por La Nación, González
Galiano dijo a Alfonsín que no tenía "constancia oficial"
de los dichos de Castro y que sólo se enteró de ellos por medio de
la prensa. El tema, por lo tanto, no fue profundizado.
De todas formas, allegados al ex presidente Alfonsín expresaron el
deseo del ex mandatario por que el asunto "sea tratado con la prudencia
necesaria para que no se produzcan escaladas verbales que podrían
perjudicar, e incluso llevar a una situación sin retorno, las relaciones
bilaterales".
Las relaciones entre Cuba y la Argentina son un asunto sensible desde el
conflicto que se produjo el año último, cuando la administración
de Fernando de la Rúa censuró al gobierno de Castro ante la
Organización de las Naciones Unidas por la política de derechos
humanos en la isla.
En rigor, De la Rúa no hizo más que continuar con la línea
inaugurada durante el gobierno de Carlos Menem, que siempre votó contra
Cuba y fue un insistente expositor de críticas contra esa nación.
Durante su mandato, Alfonsín, en cambio, se abstuvo en la votación,
y eso es lo que generó expectativas en el gobierno cubano sobre la posición
que adoptaría De la Rúa a la hora de votar en la ONU.
El Presidente finalmente optó por mantener la alineación con
Estados Unidos en este tema, y esa decisión generó intensas críticas
desde los sectores más progresistas del Gobierno.
El encuentro entre el embajador y el ex presidente argentino, que fue
realizado a pedido del cubano, no había sido programado para tratar las
declaraciones de Castro.
"Fue una reunión habitual, que se realiza un par de veces al año
entre Alfonsín y los embajadores que tienen una relación
importante con la Argentina. Iba a hacerse el viernes último, pero se
postergó para hoy (por ayer) por el encuentro del Comité Nacional
de la UCR", explicaron.
"Más allá de lo prudente"
De todas formas, La Nación pudo saber que las declaraciones de
Castro, que dijo que "si la Argentina vota contra Cuba en Ginebra sería
como lamer la bota yanqui", fueron consideradas por Alfonsín como "más
allá de lo prudente".
En la embajada de Cuba decidieron no hacer declaraciones públicas y
esperar para evaluar cómo evolucionaba la situación. Un vocero
cubano no quiso responder a La Nación si el embajador tenía
pensado imitar a su par en La Habana y abandonar Buenos Aires para informar
sobre el asunto a Fidel Castro.
En tanto, y más allá del duro comunicado emitido ayer por la
Cancillería, en el que se acusa a Castro de "romper todas las normas
de la racionalidad más elemental", en la Casa Rosada sólo dos
voces se elevaron ayer para responder a los dichos de Fidel Castro: el vocero
del Presidente, Ricardo Ostuni, quien afirmó que es "tradición"
de la diplomacia argentina no anticipar nunca la postura que adoptará en
un foro internacional, y la del hiperactivo jefe de Gabinete, Chrystian Colombo.
Este último, dijo que las declaraciones del líder cubano son "agresivas".
Opinó que si Castro llamó "lamebotas de los yanquis" a
la administración delarruista en función del futuro voto
argentino, "está desinformado", porque la Argentina todavía
no decidió cómo va a votar respecto de Cuba cuando se reúna
en abril próximo la Comisión de Derechos Humanos de la ONU.
"Me pareció sumamente agresiva la posición de Fidel
(Castro) y, por otro lado, que estaba desinformado, porque el gobierno argentino
todavía no había fijado su posición sobre el voto a Cuba",
opinó el jefe de Gabinete en declaraciones radiales ayer por la mañana.
La tarea de responder formalmente a Cuba fue delegada ayer a la Cancillería.
Más allá de Ostuni y de Colombo, nadie en la Casa de Gobierno
quiso opinar en voz alta sobre las controvertidas declaraciones de Castro.
Torres Avalos no sabe qué dijo Castro
El embajador argentino en Cuba, Oscar Torres Avalos, intentó reducir
la tensión del conflicto desatado entre la Argentina y el gobierno de
Fidel Castro. Dijo ayer que no sabía si el líder cubano había
dicho que la Argentina será "lamebotas de los yanquis" de
llegar a censurar la política de derechos humanos de la isla ante la
Organización de las Naciones Unidas.
Lo curioso es que el canciller, Adalberto Rodríguez Giavarini, no
tuvo ninguna duda respecto de la veracidad de las palabras de Castro y ésa
es la razón por la que convocó a Torres Avalos a esta ciudad, para
que informara sobre la situación y a modo de represalia por lo que
consideró un "insulto" del líder cubano hacia el
gobierno de la Argentina.
Ya en Buenos Aires, el diplomático argentino se reunió con el
vicecanciller, Horacio Chiguizola, y la secretaria de Relaciones Exteriores,
Susana Ruiz Cerruti.
También realizó declaraciones radiales, en las que consideró
que Castro no hizo "una alusión directa a la Argentina" durante
el extenso discurso que motivó el conflicto.
"Según me dijeron personas que estuvieron allí, que son
argentinos, no hubo juicio peyorativo a la Argentina", explicó
Torres Avalos, quien sin embargo admitió que espera una versión
taquigráfica del discurso de Castro para saber qué es realmente lo
que dijo.
Agencias internacionales difundieron extractos de las palabras del líder
cubano en donde criticó fuertemente a la Argentina. Partiendo del
supuesto de que el gobierno de la Alianza repetirá su voto del año
último, contrario a la política de derechos humanos de Cuba,
Castro consideró que la Argentina recibe órdenes de Washington
para orientar sus relaciones exteriores.
Reacción del canciller
Rodríguez Giavarini reaccionó con dureza ante estos conceptos
y dijo que "Castro rompió todas las normas de la racionalidad más
elemental" y que sus palabras fueron "injustas, incorrectas y
despectivas".
Ayer, la Cancillería emitió un comunicado considerando que el
episodio "afecta la vinculación entre ambos países".
También informa que el gobierno argentino analizará el tema y
luego "tomará decisiones sobre los cursos de acción a seguir
en relación con este lamentable episodio".
Por lo pronto, Torres Avalos no tiene previsto retornar a Cuba en los próximos
días. Deberá quedarse en esta ciudad hasta por lo menos el viernes
próximo, cuando se reunirá con Rodríguez Giavarini, luego
de la gira de éste por Estados Unidos. Ayer, el canciller se reunió
con su par norteamericano, Colin Powell, y conversaron sobre el asunto. Ambos
funcionarios coincidieron en mostrar una visión crítica sobre el
estado de los derechos humanos en Cuba.
Revisarán las relaciones con la isla
El canciller argentino suspenderá una misión comercial a
La Habana; represalias.
WASHINGTON (De nuestra corresponsal).- En la puerta del Departamento de
Estado, el canciller Adalberto Rodríguez Giavarini dijo que la Argentina "está
revisando el futuro de las relaciones con Cuba" a raíz de las
declaraciones de Fidel Castro, que motivaron el retiro temporario del embajador
en La Habana.
Como segunda represalia, Rodríguez Giavarini anunció además
que quedaba suspendida una misión comercial que debía viajar a
Cuba en menos de dos semanas.
El presidente Fernando de la Rúa, según confiaron a La Nación
fuentes diplomáticas de primer nivel, se enfureció al saber que
Castro había calificado a la Argentina como "lamebotas yanqui".
El origen del conflicto fue la decisión que tomó el gobierno
de la Alianza de apoyar, como hacía el presidente Carlos Menem, la
resolución de condena a Cuba por violaciones a los derechos humanos, que
cada año impulsan los Estados Unidos en el organismo especializado de las
Naciones Unidas con sede en Ginebra.
Aunque el canciller argentino no había anunciado qué posición
adoptaría el país a mediados de abril próximo en Ginebra,
Castro asumió con sus dichos que sería la misma que el año último
y sugirió que Rodríguez Giavarini actúa como quien recibe órdenes
de Estados Unidos.
Las declaraciones de Castro -según el canciller argentino- fueron "un
verdadero exabrupto" que motivó la convocatoria en consulta (signo
de gran disgusto en el lenguaje diplomático) al embajador argentino
acreditado en La Habana, Oscar Torres Avalos. Este dijo en Buenos Aires que aún
aguardaba la transcripción oficial de los dichos de Castro, y sugirió
que había regresado también por cuestiones personales.
Pero en una conferencia de prensa que brindó en la sede de la
embajada argentina ante la Casa Blanca, Rodríguez Giavarini no dejó
margen para las dudas y dijo que el embajador había regresado por una
expresa directiva de la Cancillería.
También informó que había tomado otra decisión
que significa subir otro escalón en la crisis diplomática: el
canciller ordenó suspender una misión comercial que iba a viajar a
Cuba el próximo 16 para seguir negociando el intercambio de la deuda de
US$ 500 millones con la Argentina, que Castro había ofrecido compensar
con oportunidades de inversión, sobre todo en el sector turístico.
En sus declaraciones, Castro se refirió incluso a la pelea interna de
la Alianza que había provocado la votación del año último.
Raúl Alfonsín y algunos miembros del Frepaso se mostraron
indignados con la decisión de De la Rúa de acompañar, como
hacía Menem, la posición de Estados Unidos en Ginebra. "Fue
algo francamente ofensivo. Se inmiscuyó en cuestiones internas, porque
estábamos trabajando con el tema de la deuda", dijo el canciller en
rueda de prensa.
Diferencias aparte
Con esta crisis diplomática, las diferencias internas de la Alianza
sobre la cuestión cubana pueden quedar relegadas a un segundo plano,
mientras que Rodríguez Giavarini termina de definir la posición
que adoptará en Ginebra, donde la Argentina había acompañado
la condena al régimen con un párrafo crítico al embargo.
Tiene además espacio para trabajar en una resolución conjunta
con el gobierno chileno de Ricardo Lagos, y con la nueva administración
mexicana de Vicente Fox, cuyo canciller, Jorge Castañeda, anticipó
en Washington que podía cambiar de posición para acompañar
una condena impulsada por la Argentina y otros países de América
latina.
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