¿Se
puede promover en Cuba la cultura de debate?
Reinaldo Cosano Alén
LA HABANA, abril - La más alta esfera del poder absoluto, el Buró
Político del Partido Comunista de Cuba, en días recientes ha
estado revisando, controlando, aconsejando a sus organismos subordinados qué
hacer "para seguir avanzando en el mejoramiento del desempeño
partidista, con que los dirigentes deben promover la cultura del debate, como
estipula el centralismo democrático".
El General de Ejército Raúl Castro, segundo secretario del
Comité Central -y el segundo en todo lo demás- en el pleno
extraordinario del Comité Provincial de Holguín expresó: "El
jefe o dirigente que no provoque la discusión nunca será bueno;
mientras más se analice un problema, mejor será la solución".
Castro II remarcó seguir insistiendo en la crítica: "A quien
no quiere caldo hay que darle tres tazas".
Por su parte, José Ramón Machado Ventura, también del
Buró, instó a los participantes en el cónclave holguinero a
ser más exigentes, eliminar cualquier tipo de compromiso y salir de la
rutina para perfeccionar el trabajo del Partido.
Sorprende ver mentes tan democráticas. Sorprende, sobre todo, porque
el cubano no está acostumbrado a "mensajes" de este tipo, que
chocan contra el muro de la intolerancia oficial. ¿Cómo imbricar
deseos, intenciones, con la abundante evidencia de una realidad que coarta las
iniciativas ciudadanas, el progreso individual y colectivo, exactamente por
parte de ese Partido único legal, gobernante, minoritario, autoerigido
rector de toda la sociedad?
¿Podrá en estas condiciones existir un real debate -mucho menos
una cultura de debate- sindical, por ejemplo, o cívico, del delegado de
circunscripción -padrón electoral cubano- con sus "electores"
o siquiera en las reuniones de vecinos del Comité de Defensa (CDR), si el
ciudadano se encuentra cercado por un insalvable cúmulo de prohibiciones
oficiales -legisladas o no, y aún contra la Ley- que ahogan cualquier
iniciativa independiente, liberal, y hasta en un clima de violación
sistemática de sus derechos humanos?
El asunto es raigalmente estructural, de fondo: Un Estado y gobierno económicamente
muy centralizados y políticamente totalitarios, en que siquiera la crítica
al sistema, la disidencia de esa ortodoxia, se pagan con una dura marginación
social y de subsistencia, la cárcel o el exilio. O todo ello junto.
No es posible que un funcionario partidista, estatal, hable de promover una
cultura de debate sin antes hacer cierta la proclama del Papa Juan Pablo II en
su visita pastoral a nuestro país de que Cuba se abra al mundo y éste
a Cuba. Pero es inexcusable que Cuba -su gobierno- se abra a Cuba, a su pueblo,
aunque parece remota, muy remota, cualquier esperanza de cambio con el actual
equipo de gobierno, que a su manera silente se ha burlado del Papa, que no
admite siquiera el diálogo -¡con nadie! muchísimo menos con
la oposición interna que desdeña e ignora.
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