Mr. Dollar
se baña en playas cubanas
Lucas Garve, CPI
LA HABANA, abril - La arena de muchas playas cubanas se colorea de verde. Aún
fina y blanca cuando usted mismo deja deslizarla por la palma de la mano.
Al marcharse, seguro que deja usted una buena mancha verde. Son los dólares
que pagó por los servicios reclamados como imprescindibles para hacer más
placenteras una pocas horas junto al mar.
Entre las playas del Este de La Habana, Santa María del Mar es la más
prestigiosa. Abundante arena y un mar con un abanico de azul y turquesa
incomparable. Unas horas junto al mar aportan la relajación indispensable
a la mente y al cuerpo. Pero, sin duda, se alterará su bolsillo.
Poco falta para que vendan el agua de mar en dólares. Una sombrilla
de playa la alquilan en tres dólares. Una silla de extensión, de
ennegrecido plástico, está tarifada en dos dólares. Una
silla plástica, normal y corriente, un dólar. Kayaks a tres dólares
la hora.
¿Usted tiene sed? Cerveza, refrescos, agua embotellada a 0.85, 0.45 y
0.65 dólares.
¿Se quedó sin cigarrillos? A 0.50 dólares la cajetilla.
¿El mar le renovó el apetito perdido por el estrés
urbano? Pizzas desde 1.50 hasta 3 dólares, sandwich de jamón y
queso a 1.60 dólares.
- Oye muchacho, ¿venden algo en moneda nacional?
- Bueno, atienda, camine hasta aquella curva y al otro lado de Boca Ciega
hay unos ranchitos donde podrá encontrar algunas cosas, pero creo que hoy
no abren.
En realidad hay muy pocos cubanos, por este lado de la playa al menos.
Algunos caminan por el borde del agua. Van y regresan. Cerca está el
hotel Atlántico.
Un policía de la Brigada Especial pasea en una moto triciclo Suzuki,
especial para desplazarse sobre la arena.
Un niño la mira boquiabierto.
- ¿Tú quieres ser policía? La respuesta, un gesto
negativo con la cabeza y continúa construyendo un castillo de arena y sueño
infantil.
Hay quienes no van a la playa para no gastar los pocos dólares que
consiguen con dolor de sus espaldas.
- No puedo costearme un día de playa con mi familia porque imaginarás
lo que me cuesta. Y luego, ¿con qué compro lo necesario para comer?,
terminó interrogándome la vecina a quien expresé mis
reflexiones al regreso.
Sin embargo, si sale acompañado de Mr. Dollar, ¡caramba!, usted
podrá ciertamente disfrutar unas horas muy agradables gracias a su compañía.
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