Regreso a la
comunidad primitiva
Julio García Quesada, CPIC
CAMAGÜEY, abril - Ha surgido entre nosotros una vieja fórmula
comercial en la que no se utiliza el dinero, sino las especies. Se trata del
trueque. Si tienes algo que dar, algo recibirás.
Por ejemplo, si una persona necesita un permiso de construcción tiene
que empezar por ver al delegado del Poder Popular para que éste visite su
casa en unión de una comisión que determinará si procede o
no la obra solicitada. Después, vienen otros trámites con la
Dirección de Arquitectura y Urbanismo. En fin, un burocratismo poco
funcional y prolongado.
Pero si el interesado trabaja en el departamento de Rayos X de un hospital y
le puede "resolver" a la mamá del delegado que se realice un
estudio radiográfico de los pulmones o le puede "resolver"
cualquier problema de salud a uno de los miembros de la citada Comisión,
entonces el asunto se viabiliza rápidamente. Se dio y se recibe. El
trueque funcionó.
También se puede "resolver" todo vertiginosamente si el
solicitante del hipotético permiso de construcción labora en uno
de esos comercios dolarizados conocidos por "shoping" y, como el que
no quiere las cosas, le regala un jaboncito, un frasco de shampoo, un pomito de
pintura de uña o un tubo de pasta dentífrica al delegado o los de
la Comisión. Si el regalo comprende todos los artículos antes
citados en una jabita, de seguro que el trámite funciona con más
velocidad. En este otro caso el trueque también abrió la puerta de
la solución.
La fórmula del trueque tiene múltiples variantes, pero la
esencia es la misma. A ella no están ajenos los funcionarios del Estado
porque todos los cubanos están en la jugada.
La Empresa de Muebles no tenía madera ni goma de pegar y el director
de esa entidad le dijo tajantemente al director de la Empresa de Productos Lácteos
que lo sentía muchísimo, pero que no lo podía ayudar. El
asunto se "resolvió" de la siguiente manera: el director de la
Empresas de Muebles, de nombre Julián, tiene hijas mellizas a quienes les
gusta el helado y el queso, por lo que Emeregildo -el dirigente de la Empresa de
Productos Lácteos- solucionó las necesidades de las niñas.
La esposa de Julián, feliz y despreocupada, le manifestó: "¡Ahora
sí tienes un buen amigo!" Al cabo de una semana, en el salón
de reuniones de la Empresa de Productos Lácteos aparecieron, como por
arte de magia, unos vistosos muebles de madera.
- ¡Llegaron los materiales! -le dijo Julián a Emeregildo.
Al principio, dicen los historiadores, los aborígenes cubanos estaban
divididos por territorios. Unos vivían de la pesca o la cacería,
otros de la alfarería, y los había también agricultores.
Cuentan que desde ese entonces ellos intercambiaban productos para solucionar
sus necesidades. El trueque era la fórmula mercantil, pues el dinero aún
no existía en la llamada comunidad primitiva.
¿Serán estos trueques de la Cuba de hoy un indicio de que nos
acercamos al comunismo?
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