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Abril 18, 2001



Disidencia: dos proyectos paralelos

Ariel Hidalgo. Publicado el miércoles, 18 de abril de 2001 en El Nuevo Herald

Dos proyectos importantes está desarrollando la disidencia interna de Cuba de forma paralela: el Proyecto Varela y la Mesa de Reflexión.

El Proyecto Varela, elaborado en 1998 por Oswaldo Payá Sardiñas, líder del Movimiento Cristiano Liberación, busca promover legalmente un referendo que permita aprobar algunos cambios en las leyes cubanas. Condenado de antemano en la diáspora tanto por conservadores como por la llamada "izquierda'', no deja de hacerse evidente, sin embargo, el nivel de cultura política alcanzado por la oposición interna al constatar su contenido y ver el alto número de agrupaciones disidentes actualmente firmantes.

Se pronuncia por "la democracia participativa'', no por reemplazar completamente el actual sistema electoral, sino por reformarlo, demandando que los candidatos a la Asamblea Nacional no sean nominados por ninguna comisión partidista --ni unipartidista ni pluripartidista--, sino propuestos y escogidos directamente por los electores de las circunscripciones, es decir, por los propios ciudadanos de la base, y que haya pluralidad de candidatos para cada cargo.

El documento no propone el regreso al sistema capitalista, sino que se apoya en la definición constitucional de "estado socialista de trabajadores'' para reclamar "el control democrático por parte de los trabajadores de los medios de producción'' que la dirigencia revolucionaria jamás cumplió, lo cual se implementaría a través "tanto de propiedad individual como cooperativa, así como empresas mixtas, entre trabajadores y el estado''.

El Proyecto Varela, elaborado por Oswaldo Payá, busca promover un referendo que permita algunos cambios en las leyes cubanas

Se pronuncia, igualmente, por la amnistía de todos los presos políticos, por la libre expresión y la libre asociación.

No hace mención del embargo norteamericano porque no es una declaración de principios, sino una propuesta para la Asamblea Nacional que, como es obvio, no tiene facultad para derogarlo. Tal declaración ya la hicieron la mayoría de estos grupos en 1999 en otro documento: Todos unidos, donde rechazan ambas políticas de aislamiento: "Quien quiera actuar con coherencia moral... debe demandar siempre por igual el cese del embargo y la apertura democrática dentro de Cuba''.

De esta forma, la propuesta, siendo no sólo pacífica, sino además legal, es tan razonable que le resultará muy difícil al gobierno rechazarla sin sufrir una quiebra de imagen pública ante el mundo. Oswaldo Payá, en el desafío cívico de la exigencia del cumplimiento de las leyes que el poder no cumple, ha creado un método de lucha aun más atemperado --y quizás por eso más efectivo-- que el de la desobediencia civil practicado por Thoreau, Gandhi y Luther King: la demanda de acatamiento.

El otro proyecto, la Mesa de Reflexión, impulsado por algunos grupos moderados de dentro y fuera de Cuba, no tiene objetivos muy diferentes, pero plantea el diálogo como vía de entendimiento y parte de una óptica distinta: del convencimiento de que reformar las leyes y las instituciones será un logro efímero si no se va a la verdadera raíz de nuestros problemas. ¿Y cuál es esa raíz? Es la conciencia cívica de la ciudadanía. Porque sin ella aun las mejores leyes durarán lo que un edificio construido sobre arena movediza. La constitución del 40, una de las más avanzadas de la historia de este continente, sólo tuvo una existencia de 12 años y parte de su articulado fue siempre letra muerta. Por eso se propone ir trabajando pacientemente para lograr --dicho con términos martianos-- "una gestación natural y laboriosa'', así como los cimientos institucionales de la sociedad civil.

Por eso promueve actualmente un ciclo de conferencias y debates sobre el tema de los derechos humanos tanto en Cuba como en la diáspora. La verdadera garantía para un estado de derecho es la conciencia de derecho. De ahí que no trabajen para la libertad efímera de un 20 de Mayo o de un 1 de Enero, no buscan la libertad de un día o de un año, sino la libertad para todos los tiempos.

Esperar que un proyecto apoye a otro proyecto es absurdo. Sin embargo, ninguno de los dos excluye al otro. El Proyecto Varela, en particular, aun cuando la línea dura lo califique de utópico, porque "nunca va a ser aceptado'', o aun cuando la disidencia más moderada advierta el peligro de la derrota electoral debido a unos medios monopolizados por el poder, cuando la policía política impida la recogida de firmas o asalte las casas para desaparecer los listados, o cuando la Asamblea Nacional ignore olímpicamente la demanda de las diez mil firmas, nada podrá impedir que en el camino la campaña por realizarlo produzca una mayor unidad del movimiento disidente, un mayor apoyo de la opinión pública internacional y, lo que es más importante, una mayor toma de conciencia por parte de la ciudadanía.

En este sentido, aunque el Proyecto Varela y la Mesa de Reflexión corren por cauces paralelos, el resultado final sería la desembocadura --con otros arroyos más-- en el destino común de un río torrencial.

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