D16. TRIBUNA, por
Joaquín Roy. Abril 18, 2001
Lenta pero tenaz, la coherencia de la Unión Europea en política
exterior se impone. Tozuda pero lamentable, la ambivalencia latinoamericana se
hace más evidente, desde el ALCA al futuro del Mercosur, desde la lucha
ante el narcotráfico a la corrupción gubernamental. La votación
anual en el espinoso tema de los Derechos Humanos en la Comisión de la
ONU revelará de nuevo el contraste entre la coherente (aunque imperfecta)
percepción europea y la incoherencia latinoamericana con respecto a Cuba.
El registro de las votaciones desde 1996, año de la aprobación
de la lamentable ley Helms-Burton, revela que los estados europeos miembros de
la Comisión han mantenido una actitud de bloque. No solamente han votado
conjuntamente los que son miembros de la UE, sino también los candidatos
a serlo, con lo cual unos y otros responden al cumplimiento de la regla de la
coherencia en política exterior, reflejada en la Posición Común
aprobada en 1996. Resultaría verdaderamente incoherente que los países
que aspiran a ser Estados miembros antes de que acabe la presente década,
votaran en foros internacionales de forma diferente a los 15.
En contraste, causa perplejidad la ambivalencia, indecisión y
contradicción con que los países latinoamericanos actúan en
Ginebra. Genera sonrojo ver cómo algunos representantes de América
Latina se comportan en este mundo tan confuso, sin saber bien a qué carta
jugar, según sean los cambios transitorios de sus políticas
internas. El frente desunido en Ginebra se verá reduplicado en Québec
con el proceso hacia el ALCA, con gran satisfacción de La Habana y
Washington.
La votación de Ginebra no va a resolver nada crucial. Después
de todo, el trasvase de un puñado de votos no servirá para
corregir el panorama general donde una exigua mayoría relativa de
aproximadamente una veintena de países votan a favor de la condena de
Cuba, algunos menos lo hacen en contra y una docena (o poco más) se
abstienen. Sin embargo, el desarrollo de estas alineaciones durante el último
lustro tiene aspectos interesantes para meditar.
Mientras la Asamblea General de la ONU ha estado condenando el embargo de
los Estados Unidos contra Cuba desde tiempo inmemorial, hasta el extremo que
Washington ha quedado totalmente aislado, solamente secundado por Tel-Aviv, los
debates en Ginebra con respecto a la violación de los Derechos Humanos en
Cuba ha sido la contraparte. Desde que en 1992 se nombró un representante
especial para que elaborara un informe, los resultados de las votaciones han
sido aleccionadores, muy especialmente desde la aprobación de la ley
Helms-Burton en marzo de 1996 y la puesta en funcionamiento de la ley antídoto
contra esta legislación extraterritorial. Europa siempre ha votado contra
el embargo y contra la violación de los derechos humanos en Cuba. La
coherencia se ha mantenido también en las exigencias democráticas
para acceder a la convención post-Lomé y al cierre reciente de la
oficina de ECHO en La Habana.
En 1997, 19 países votaron a favor de la moción presentada por
los Estados Unidos, 10 se opusieron, y notablemente 24 se abstuvieron. El grupo
de los que pasaban iría achicándose con el paso de los años.
Mientras Brasil, Colombia, República Dominicana y Ecuador (además
de Cuba, claro) se opusieron en el bando latinoamericano, Argentina, Chile, El
Salvador, Nicaragua, y Uruguay la endosaron.
En 1998, Washington sufrió un revolcón. Mientras solamente
Argentina y El Salvador votaban a favor, Ecuador, Brasil Guatemala, México,
Perú, Venezuela y Uruguay se desmarcaban, con el resultado final de 16
afirmativos, 19 en contra y 18 abstenciones.
En 1999, con los checos y polacos como padrinos, 21 se adhirieron, 20 la
rechazaron y solamente 12 se abstuvieron. La diferencia estuvo en que Argentina,
Ecuador y Uruguay la aprobaron, México (todavía bajo el PRI) y
Venezuela (con Chávez) se opusieron, mientras Colombia, El Salvador y
Guatemala se abstuvieron.
El año pasado, ya con la República Checa como presentadora de
la moción, la diferencia entre que los que aprobaron la resolución
(21, entre los que estaban Argentina, El Salvador y Guatemala) y los que la
rechazaron (18, Perú y Venezuela) fue mayor, con 14 abstenciones (entre
ellas México, Brasil Colombia). Obsérvese, por lo tanto, que en
todo momento el bloque europeo es coherente, mientras que el grupo
latinoamericano está dividido.
La estrategia de Washington este año trata de conseguir que algunos
nuevos miembros, como Costa Rica, Camerún, Tailandia, Sudáfrica o
Kenya, o veteranos como Perú, India y Nigeria, amplíen los bandos
de los abstencionistas o voten afirmativamente. De momento, se sabe ya que México
ha decidido abstenerse, con lo que se confirma que uno de los países
clave para liderar la política exterior latinoamericana no muestra deseos
de asumir ese rol protagónico. En pocos días se verá si el
bloque latinoamericano confirma su inconsistencia en algo tan sencillo como
constatar la deficiencia del respeto a los derechos humanos. Poco podrá
esperarse en temas más complejos como el libre comercio, el narcotráfico,
o la globalización. |