Oscar Peña. Publicado el martes, 17 de abril de 2001
en El Nuevo Herald
Playa Girón, 40 años después, debe ser un marco
propicio para la reflexión honesta y valiente de cada una de sus partes.
Las valoraciones de episodios históricos no tienen la intención de
herir o provocar. Son exámenes necesarios.
Aquella invasión a Cuba fue uno de los primeros y más graves
errores de la oposición a Fidel Castro. ¿Se les ocurriría a
los venezolanos proyectar una invasión armada a su país porque
consideren que ese proceso va camino del comunismo, o admitirán que con
el apoyo popular que tiene Hugo Chávez en Venezuela hacer una invasión
de guerra es provocar una matanza entre hermanos y tener una total falta de visión
y de olfato político?
Ese crimen y ese error los cometieron los líderes cubanos de la
oposición a Fidel Castro en 1961. No fue de mala fe, porque sus hijos
iban en las filas de los combatientes. Fue la dañina pasión que
ciega la que no les permitió percibir el fenómeno sociológico
que se estaba desarrollando en Cuba, y pedir a los norteamericanos para que
organizaran, financiaran y apoyaran la acción lo que los ilusionó
y los cegó. Padres del error de Girón fueron americanos y
exiliados por igual.
Bahía de Cochinos era un proyecto llamado a fracasar con el apoyo o
sin el apoyo del gobierno norteamericano. No podía ser victoriosa una
empresa que iba contra la corriente popular mayoritaria. Los expedicionarios
combatieron contra millares de cubanos que voluntariamente se habían
incorporado a los batallones de milicias. Por ejemplo, mi familia conocía
a José Ramón Reyes Moro y Elio Llerena, que eran guagüeros de
la ruta 62 y que murieron en Girón. Era puro pueblo.
Las muertes de un lado y de otro podían haberse evitado. ¿A cuántos
de esta parte no se les aseguró que allá todo el pueblo los estaba
esperando para sumárseles? El amor por la patria nunca puede llegar a la
irresponsabilidad. ¿Cuántos buenos hijos de Cuba pertenecientes a la
Brigada 2506 no murieron también en Girón? La mayor lección
de aquella aventura bélica es que nunca más en Cuba debe suceder
algo parecido. Afortunadamente, el pueblo cubano ha superado la pasada
mentalidad violenta y ha evolucionado al disentimiento cívico y
respetuoso.
¿Tiene planes propios el exilio cubano o sigue dependiendo de los
planes de Estados Unidos? Si a corto plazo se va dando a conocer paulatinamente
que la mayoría del Congreso de Estados Unidos, las autoridades
principales del país y los intereses económicos levantan el
embargo a Cuba, anulan la ley de ajuste cubano, desarman la ley Helms-Burton y
otras políticas de Estados Unidos hacia Cuba, ¿no resultará
ello --40 años después-- en un nuevo fiasco, en una nueva Bahía
de Cochinos para el liderazgo cubano, por no ser capaz de tener planes propios y
viables? Sépase que la responsabilidad con los destinos de una nación
es compartida entre los del gobierno y la oposición.
Las autoridades cubanas por su parte deben reconocer que la Cuba de hoy no
es la embriagada de 1961, con la mayoría de su población dando
muestras espontáneas de su adhesión a la revolución. Era un
pueblo lleno de sueños y esperanzas, donde sólo decían adiós
al país los relacionados con el gobierno anterior y algunos pocos
descontentos. Hoy es puro pueblo el que abandona el país. Cuba está
gris, triste, frustrada y dividida. Hay una decadencia moral que amenaza el
futuro. Hoy todos desean reformas, cambios. Los adelantos que se han logrado en
la salud pública, la educación y la seguridad social son
formidables, pero no deben ser excusas para cerrar las libertades civiles y el
desarrollo económico para los ciudadanos cubanos. Cuba puede tener un
sistema socialista democrático como lo tienen las mejores naciones del
mundo, incluyendo a Estados Unidos. No hay que renunciar al socialismo, al
welfare.
El grave error histórico con Cuba hoy no lo están cometiendo
como ayer norteamericanos y exiliados cubanos, sino las propias autoridades
cubanas con sus intransigencias y dependencia de lo que hagan Estados Unidos. Al
final de la reciente conferencia celebrada en Cuba sobre los sucesos de Playa
Girón, el compatriota Ricardo Alarcón, presidente de la Asamblea
Nacional planteaba: "Ayer como hoy, Cuba no va a renunciar a su soberanía
e independencia''. Estamos de acuerdo. El estado cubano no tiene que esperar por
cambios de la política de Estados Unidos para conformar y dictar nuestro
destino entre todos los cubanos. Se puede quitar el candado nacional sin esperar
por lo que hagan los norteamericanos. Sólo es vital una disposición
de buena voluntad nacional de las autoridades cubanas. Cuba necesita que
disidentes, exiliados y gobierno pongan su hombro cívico. No hay nada que
impida esta vía cubana. Salvo las propias autoridades en la isla.
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