CUBANET... INTERNACIONAL

Abril 17, 2001



México y los derechos humanos en Cuba

Luis Zuñiga. Publicado el martes, 17 de abril de 2001 en El Nuevo Herald

La reciente declaración del secretario de Relaciones Exteriores, Jorge Castañeda, anticipando que México no condenará la situación de los derechos humanos en Cuba es realmente decepcionante.

Los que desde el exterior le dimos la bienvenida al cambio en México, parece que no tendremos que esperar mucho para comprender el error.

Tengo ante de mí el texto del discurso que le escuché a Castañeda en Naciones Unidas en Ginebra hace tres semanas. Como referencia, citaré algunos fragmentos: "Se ha sostenido que la defensa y la promoción de los derechos humanos constituyen asuntos internos de cada país que no deben sujetarse al escrutinio internacional. México no comparte esta tesis''. "Tampoco admitimos la tesis mediante la cual algunos estados han pretendido justificar la violación de los derechos humanos como una respuesta ante la hostilidad o la agresión extranjera''. "Como estipula la Convención de Ginebra, ninguna acción hostil externa, ni la guerra misma, ni el aislamiento, bloqueo u ostracismo puede justificar la violación de los derechos fundamentales''.

Luego de estas premisas, el voto condenatorio de México era inevitable. Sin embargo, el canciller Castañeda acaba de declarar que "aunque la información sobre Cuba es motivo de preocupación, no votaremos por la condena porque no se trata de una situación especial''. Y agregó: "Hay otros países donde se producen coyunturas semejantes y, virtualmente, no se toca el asunto''. Sin duda, hay países donde sus gobiernos violan los derechos humanos, pero no todos están en las mismas circunstancias, ni los violan con el mismo grado o intensidad. Países con gobiernos que enfrentan guerrillas, subversión o conflictos étnicos no pueden clasificarse de la misma forma que los que no los tienen, como Cuba, donde la supresión de los derechos fundamentales es una política oficial con el solo propósito de mantener el poder político a perpetuidad. Por consiguiente, la situación de Cuba en América Latina es una situación especial, mucho más cuando se viene produciendo hace 42 años.

Es admirable que México haya alzado su voz y condenado, severamente, las dictaduras de Jorge Videla en Argentina, Alfredo Stroessner en Paraguay y Augusto Pinochet en Chile, pero es incomprensible que jamás lo haya hecho con la de Fidel Castro en Cuba, que está más cerca. Y no me vengan con justificaciones de "falta de información'', porque casi todos los países del mundo tienen embajadas en La Habana. Evidentemente, a México no le importó en el pasado que Castro sea el más sanguinario y brutal de los dictadores latinoamericanos, ni que su dictadura sea la más férrea y prolongada. Además de superar ampliamente en número de víctimas a todas las demás dictaduras, la de Castro llegó a extremos únicos como la confiscación de todos los periódicos, revistas, estaciones de radio y televisión; intervención de los sindicatos de trabajadores; confiscación de todos los medios de producción y servicios; disolución del poder judicial; prohibición de entrada o salida del país a los ciudadanos; servicio militar obligatorio y la condicionalidad de pertenecer a las organizaciones políticas del régimen para poder conseguir un empleo.

Cuba es el único país de América Latina donde rige la pena de muerte. Según Amnistía Internacional unas 12 personas esperan hoy su ejecución en Cuba. La población cubana vive aterrorizada. El paredón de fusilamientos está siempre listo para garantizar la permanencia en el poder del que ya lleva 42 años ejerciéndolo. Las prisiones son un horror semejante al de una muerte en vida. Las fuerzas paramilitares del gobierno, conocidas como brigadas de respuesta rápida, están siempre listas para golpear y patear a los que intenten hacer una protesta pública. Un comité de defensa del gobierno en cada cuadra vigila a los ciudadanos en su propia casa; se prohíbe sintonizar la televisión extranjera; los teléfonos sólo se le instalan a los simpatizantes del gobierno; la internet y el correo electrónico están reservados para los funcionarios del régimen; y peor aún, a los cubanos se les prohíbe entrar a los mejores hoteles, playas y restaurantes de su propio país porque están separados para los extranjeros, los turistas y la élite del Partido Comunista, sin dudas, un apartheid que debiera escandalizar a los más parcializados simpatizantes de la dictadura castrista.

Para estudiar más allá de la enseñanza secundaria es obligatorio pertenecer a las organizaciones políticas del gobierno y respaldar al dictador; la enseñanza es obligatoriamente marxista, materialista y atea. El acceso de los cubanos a la universidad es extraordinariamente restringido, pero irónicamente, el gobierno invita y trae estudiantes de todas partes del mundo para que estudien en las universidades cubanas.

El panorama social no es menos lúgubre: el hambre, el desempleo, la agobiante situación de la vivienda, la prostitución promovida por el gobierno como atracción turística, la delincuencia rampante (el 2.5 por ciento de la población está en la cárcel) y la falta de transporte público hacen un fuerte contraste con la clase gubernamental que vive en los mejores barrios, con casas fastuosas, automóviles de lujo, refrigeradores llenos, ropa extranjera y generadores eléctricos para que no les falte la electricidad.

¿Puede algún mexicano o latinoamericano honesto permanecer indiferente ante esta tragedia que ya dura 42 años? ¿Es lógico que tengan que ser Estados Unidos o la República Checa, que no hablan nuestro idioma ni tienen nuestras costumbres ni nuestra idiosincrasia los que presenten la resolución para condenar esa situación en Cuba? ¿Hasta cuándo tendremos que esperar los cubanos para que los amantes de la libertad y la democracia alcen su voz y sean solidarios con el pueblo cubano oprimido? ¿Hasta cuándo los intereses comerciales de los empresarios inescrupulosos que van a Cuba a asociarse con el dictador en la explotación de los obreros cubanos tendrán fuerza para acallar legisladores?

Un numeroso grupo de intelectuales mexicanos ha dicho basta a la conspiración del silencio contra el pueblo cubano. Su carta al presidente Fox es un gesto inolvidable. Ojalá que su ejemplo fructifique y veamos a un México, junto a Latinoamérica, votando con honestidad en Ginebra para condenar la dictadura de Fidel Castro.

Miembro de la Delegación de Nicaragua ante la Comisión de Derechos Humanos de la ONU en Ginebra y director de la Fundación Nacional Cubano Americana.

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