¡De la
puerta pa' fuera!
Pedro Crespo Jiménez, Grupo Decoro
LA HABANA, abril - Hace unos días, bajo un sol abrasador, caminaba
por la Avenida de Carlos III con un amigo y a éste se le ocurrió
entrar en una tienda especializada en artículos de ferretería,
situada en la esquina de esta vía y la calle Arbol Seco, en el edificio
del mercado que allí existió y que ahora es un gran centro
comercial dolarizado.
Inmediatamente le dije: "¿Para qué vamos a entrar ahí?"
A lo que me respondió con agilidad: "¡Para mirar, para mirar!".
Asentí, aliviado.
Llegamos ante la brillante puerta de cristales y, como por arte de magia, un
sonriente empleado nos abrió, nos saludó y cortésmente nos
invitó a pasar indicándonos dónde debíamos dejar los
portafolios que llevábamos mi amigo y yo.
Ya dentro del iluminado establecimiento, y con un agradable aire
acondicionado, comenzamos a revisar los distintos mostradores donde solícitos
empleados se preocupaban por si queríamos adquirir algo y respondían
con prontitud y esmero a cuanta pregunta hacíamos.
El surtido del establecimiento es amplio, tenían destornilladores,
artículos sanitarios, una variedad de bombillas, ambientadores de
diversos aromas y muchas, muchas cosas más. Después de mirar y
mirar al fin decidimos marcharnos y, al igual que a la entrada, el empleado
sonriente y amable nos indicó la salida. Ya en la calle, nos dirigimos a
la parada del ómnibus, pero al llegar a la esquina opuesta a la tienda
antes mencionada vimos las puertas abiertas de una cafetería.
Al acercarnos a ese comercio nos encontramos el siguiente escenario: en el
umbral una descolorida pizarra que señalaba como única oferta, en
un pedazo de papel escrito con lápiz: "Pan con croqueta".
Miramos hacia adentro y, ¡oh!, oscuridad tremenda, paredes sucias, ni una lámpara,
un mostrador con varios platos sucios encima y gran cantidad de moscas, un par
de usuarios y las demás banquetas vacías. Al fondo, un camarero ceñudo.
Nos adentramos y nos detuvo un par de ojos llameantes y una voz fuerte que nos
espetó: "¡De la puerta pa'fuera! ¡La gente pa'fuera!"
Retrocedimos como movidos por un resorte y nos dispusimos a esperar afuera.
Al cabo de un rato nos mandaron a pasar, nos tomaron el pedido y nos sirvieron
unas croquetas frías y un pan medio mohoso acompañado de unos
refrescos de cola calientes convenientemente bautizados con agua.
Cuando salimos de aquel desagradable lugar mi amigo y yo nos miramos y
muchas preguntas vinieron a nuestra mente, pero ¿qué respuesta le
podíamos dar a todo aquello? De esquina a esquina, qué diferencia
sobre la misma tierra, bajo el mismo cielo. Qué diferente la atención
y qué paradójico: donde sólo puedo mirar me atienden bien,
donde puedo comprar me atienden mal. Y nosotros, que estamos entre las dos
esquinas, ¿qué hacer?, ¿cómo responder?
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