Semana Santa
Pedro Crespo Jiménez, Grupo Decoro
LA HABANA, abril - Comenzó la Semana Santa y todos los templos católicos
en La Habana y fuera de ella son visitados por miles de fieles y pueblo en
general que buscan en su fe la fortaleza necesaria para enfrentar los rigores,
penas y frustraciones de su diario vivir.
Vienen con hambre y sed de justicia a meditar en el misterio de la muerte de
Cristo, que no es nunca camino trillado.
Todos los años Jesús muere en la cruz, o lo hacemos morir en
la cruz, para luego resucitarlo en la Pascua y festejar la resurrección
como un signo de que Jesús ha vencido a la muerte, que hay una esperanza
para los seguidores de Cristo y que nosotros también resucitaremos.
Se trata entonces, de no pasar por alto esta semana, de colocarnos bien
cerca del Señor, como quiere El que estemos, en su misma sintonía.
Jesús quiere recordarte los hechos, quiere que le acompañes en
este difícil camino. El prefiere hablar contigo a solas.
"Sé que está cerca el día, que llega la hora en
que mis amigos me abandonarán, mis enemigos se burlarán de mí,
me humillarán y seré condenado. Necesito orar, estar al lado de mi
Padre". Y comienzan a cumplirse las Escrituras.
Jesús ha compartido primero una cena con sus amigos más íntimos,
sus apóstoles. Sabe que entre ellos hay un traidor. Es importante para
Jesús compartir con todos, incluso con aquél que, por razones
misteriosas, lo va a entregar a los judíos.
Ya las autoridades tienen sobradas razones para prender al hombre que
blasfema y escandaliza al pueblo, Jesucristo ha revolucionado un mundo bien
organizado, ha dicho que él es el Hijo de Dios, anunció la cercanía
del Reino y opta por los pobres.
Llegan los soldados y Judas le besa la mejilla. Ha llegado la hora.
Jesús no acepta compromiso alguno para librarse de la muerte. Se
mantiene fiel a Dios y a los hombres de buena voluntad. Rechazos, amenazas,
ofensas preceden a la condena.
Todos han gritado: "¡Crucifícalo!"
Jesús es cruelmente flagelado y luego lo obligan a cargar con la
cruz. Comienza el camino del Calvario.
"La cruz no significa sólo el madero, cruz es todo lo que hace
difícil la vida en el esfuerzo por ser justo". Jesús cargó
su cruz sin quejas ni lamentos, las cruces de una vida pobre, y lo hizo por
amor. Ahora sabe que sus fuerzas le abandonan, que se siente desfallecer y cae.
Caer es reconocer nuestra fragilidad humana, es poner a la luz los límites
de nuestras fuerzas ante las situaciones insostenibles. Porque lo heroico no es
mantenerse en pie a toda costa, sino aceptar que caemos, y levantarnos para
seguir caminando de nuevo. "Cristo, bajo la cruz, mostró esta
grandeza".
Y siguió cayendo, y en cada caída está la historia del
hombre, que al caer renueva sus fuerzas para seguir siempre levantándose.
"El hombre no se resignará jamás a quedar aplastado
contra el suelo, a vivir sin libertad, sin dignidad, privado de sus derechos, ha
sido hecho para lo alto". Como Jesús, se levantará siempre.
Por fin, Jesús llega al monte Calvario y allí es desnudado. "Los
vestidos no sólo cubren el cuerpo, protegen el misterio personal que cada
uno lleva consigo".
Muchas personas, al verse desnudas, se sienten desarmadas y sin ningún
apoyo interior, y en ese momento dan marcha atrás y desmienten aquello
por lo cual soportaron torturas y humillaciones. El hombre de hoy, cuando se ve
ofendido en su dignidad moral, cuando tiene que suscribir la mentira como
verdad, se siente derrotado, se ve despojado de su vestidura espiritual. Jesús
sigue sufriendo humillaciones.
Todos han abandonado al Maestro, sólo algunas mujeres, Juan y María,
la madre de Jesús, permanecen cerca. Jesús siente la soledad.
Hasta el Padre, que El experimentaba en profunda intimidad filial, parece
abandonarle, pero sigue confiado y muere en el dolor. "La muerte es el paso
necesario para la plenitud de la vida".
Pidamos entonces que nuestro Jesús, el de la cruz, el del Calvario,
el del sepulcro, nos conceda la gracia de vivir, en esta Semana Santa, la
santidad de la vida, para luego resucitar con El en la Pascua.
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