El extraño
caso de los huevos, el maíz y el marabú
Manuel David Orrio, CPI
A Carlos Quintela
LA HABANA, abril A casi un quinquenio de uno de mis primeros artículos
para CubaNet continúa engavetado en los archivos gubernamentales el extraño
caso de los huevos, el maíz y el marabú. La prensa oficiosa,
concentrada en eventos como el de Cuba acusada en la Comisión de Derechos
Humanos de Ginebra, se muestra en silencio sobre el misterio de los huevos,
invocados por ancianitos de bajos ingresos como si tratárase del mismísimo
Dios.
Dice el ministro de Economía de Cuba que el consumo nacional per cápita
de proteínas del año 2000 ascendió a 68 gramos diarios, en
país donde el hábito de ingerir dos huevos al día tiene por
precio el 30% del ingreso medio mensual por trabajador. Como mínimo, 12%
de la población ni siquiera se acerca a semejante peso en los bolsillos,
después de diez años del llamado período especial. Gardel,
por su parte, aún canta que "veinte años no es nada",
razón por la cual nadie se enoje al saber que Cuba necesitará de
otro decenio para llegar a una producción per cápita de huevos
similar a los 267 alcanzados en 1991, de suponerse estables los ritmos medios
anuales de crecimiento habidos en esa rama agrícola entre 1995 y 1999. De
suponerse estables, insisto, pues el estimado oficial de producción al
cierre del 2000 es inferior en 21% a lo logrado en 1999.
Cuadro 1
Producción de huevos total, per cápita
y proyección de lo que se lograría en el 2010 a los ritmos de
crecimiento 1995-1999
Año
|
Prod.
Total (MM unidades) |
Población
Media (M) |
Huevos
per cápita (unidades) |
1991
|
2866,9
|
10743,7
|
267
|
1995
|
1414,9
|
10979,5
|
129
|
1998
|
1415,7
|
11116,5
|
127
|
1999
|
1753,0
|
11160,2
|
157
|
2000
|
1377,0 (1)
|
11198,8 (2)
|
123
|
2010 (3)
|
3159,9
|
11672,2
|
270
|
Fuentes: 1991-1999: Oficina Nacional de Estadísticas
de Cuba (ONE)
(1) Estimado oficial en Granma de 21-X-00 (2) Calculado
por autor con cifras de la ONE y el Centro de Estudios Demográficos de
Cuba (CEDEM). (3) Proyección calculada por autor a partir de los
ritmos medios de crecimiento anual habidos entre 1995 y 1999.
Tal y como diez, cinco, dos y un año atrás, el discurso
oficial justifica las carencias de huevos, carnes y leches con la existencia de
"inmensos" obstáculos levantados a la importación de
piensos tras la desaparición del bloque supuestamente socialista, el
arreciamiento de las sanciones económicas unilaterales de Estados Unidos
a Cuba, el deterioro de la relación de intercambio y algunos otros
asuntillos, todos los cuales presionan al pie en el zapato, pero no impiden
caminar. Entretanto, los perspicaces preguntan por qué Cuba no puede
producir sus propios piensos, en nación donde el maíz puede
aportar hasta tres cosechas anuales. Tal, la esencia del extraño caso de
los huevos, el maíz y el marabú.
Se habla, se rumora, sobre una verdadera alergia gubernamental a la creación
de una base nacional de piensos a partir de la producción de maíz,
debido a que semejante progreso significaría una pérdida de
control del Estado sobre el desarrollo ganadero general gallinas en
particular-, en nación donde la ganadería ha sido la base económica
de muchos sentimientos independentistas y democráticos. Basta leer la
Historia de Cuba, en sus siglos 19 y 20; en aquél aparece un Ignacio
Agramonte, en éste un Fidel Castro, dedicado en los años60 a
pronunciar discursos de anatema al maíz, lo cual trajo como consecuencia
la virtual desaparición de ese cultivo. No es exagerar: Cuba, en 1986, sólo
produjo 36 mil toneladas, mientras importaba 449,130, de acuerdo con las estadísticas
oficiales.
"¡Maíz palos pollos!", acostumbra a decir
Fuenteovejuna de Cuba. Mientras en el primer lustro de los 90 la Isla sufría
por hambre, enfermedades nutricionales y carencia de insumos agrícolas,
un instinto popular logró lo que nunca parece interesó a las
autoridades, al hacer prosperar el cultivo del maíz en proporción
no vista desde los tempranos 60, en medio de las más desfavorables
circunstancias tecnoeconómicas, para así demostrar la
potencialidad de ese producto como base de piensos nacionales. Si en 1991 se
lograron unas 55 mil toneladas, en 1996 la producción se elevó a
104,300 y en 1997 llegó a las 186 mil toneladas. Así, aunque se
observan inestabilidades hacia los fines del decenio, las autoridades reconocen
tendencia al ascenso, digna de destaque por ser casi la única producción
agrícola de incrementos sostenidos y espectaculares- durante los años
más duros (1991-1995) del llamado período especial. Fuenteovejuna
de Cuba hace milagros, si le interesa. Y milagros muy distintos a los de ciertos
ministros, porque ese mérito no cabe al Estado: si en 1986 la agricultura
estatal aportó el 44% de una producción de sólo 36 mil
toneladas, en 1997 los cooperativistas y campesinos privados lograron el 75% de
una cosecha cinco veces mayor, con menos del 30% de las tierras del país;
por supuesto, no todas dedicadas al maíz. Por ello, la gran interrogante
de los suspicaces: si dicho cereal mostró semejantes potenciales en el
momento menos favorable para el agro de Cuba, ¿por qué el gobierno
de Fidel Castro sigue aferrado a las importaciones? ¿Habrá que dar
razón a quienes identifican al maíz como una producción
subversiva?
Cuadro 2
Producción de maíz (Miles
de toneladas)
1986
|
1990
|
1991
|
1996
|
1997
|
1998
|
1999
|
2000
|
36,0
|
65,0
|
55,3
|
104,3
|
186,0
|
163,0
|
n.d.
|
n.d
|
Fuentes: ONE: 1997-98: Dpto. Estadísticas del
Ministerio de Agricultura, citado por Santiago Rodríguez Castellón
en Enfoques IPS de julio de 1999.
n.d. No disponible
Los suspicaces, no obstante, aconsejan ojo alerta: en 1997 Cuba produjo 186
mil toneladas, pero en 1998 sólo 163 mil. Si las cifras de producción
de 1999 y 2000 no se han hecho públicas, al menos al interior de la Isla,
y la prensa oficiosa mantiene silencio sobre uno de los avances agrícolas
más espectaculares de los 90, ¿no cabe sospechar que algo se trama
contra el maíz? Por ahora, sólo hipótesis, pura conjetura.
Pero con antecedentes históricos probados en los papeles.
El extraño caso tiene por tercer protagonista a la planta más
temida de la campiña cubana, después del venenoso guao: el marabú.
De acuerdo con Rodríguez Castellón (op. Citada), al filo de 1998
se encontraba sin cultivar el 43% de la superficie agraria, más o menos
lo mismo que en 1995 y en ¡1946! Sólo en las provincias de Camagüey
y Las Tunas existen más de 187 mil hectáreas cubiertas de la
planta terror de los agricultores isleños, lo cual representa más
del 9% de la superficie total de dichos territorios. Raúl Castro avaló
en el diario Granma de 13 de marzo lo grave de la situación, al decir que
"se me engurruña (el corazón) cuando veo a lo largo de todo
el país, al lado de algunas cabeceras municipales y hasta provinciales,
al marabú tapando las vaquerías..."
Juan Tomás Roig, cumbre de la botánica isleña, probó
en 1916 que el marabú es erradicable con tres medidas de alcance ecológico:
fuego, tres pases de grada profunda para destrozar sus raíces y siembra
inmediata de caña de azúcar, tabaco... o maíz. Primera y
segundo tienen plantaciones donde lo urgente es elevar rendimientos, no área.
Por lo tanto, la lógica impone al tercero, aunque aumente la alergia
gubernamental o se entristezcan los granjeros estadounidenses que promueven un
levantamiento parcial de las sanciones norteamericanas a Cuba. Pensemos en
cubano: diez años con el mismo jueguito de los piensos importados sí
es motivo para sospechas, más cuando Cuba profunda demostró que,
como dice Castro II, sí se puede.
Con sólo sembrar de maíz 500 mil de las hectáreas hoy
cubiertas de marabú, incluso aceptando sus bajos rendimientos agrícolas
actuales, Cuba lograría piensos suficientes para restaurar las
producciones de huevos que mi pronóstico indica sólo se obtendrán
hacia el 2010. Por supuesto, se contrargumentará con temas como el de la
carencia de fertilizantes, para así caer en el círculo vicioso de
las importaciones, el embargo yankee y las demás hierbas. Pues bien, el
ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente aseveró que sólo
se emplea en el mejoramiento de los suelos el 35% del potencial de desechos
utilizable, lo cual apunto para dar una pista de dónde están los
recursos. A los pesimistas de buena fe, y a los de mala también, pues a
diez años de período especial la clave del extraño caso no
se encuentra en los huevos perdidos, el maíz insurrecto o el marabú
malvado, sino en algo mucho más simple, cuyo nombre es voluntad política.
Pregunten a las gallinas; ellas, saben.
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