Falta lo
esencial
Víctor Rolando Arroyo, UPECI
PINAR DEL RIO, abril - Entre otros males que el comunismo arraigó en
Cuba resalta el delito encubierto tras una fachada de falsa honestidad. Este
tipo se halla entre los más dañinos.
Mucha gente recuerda con nostalgia cómo décadas atrás
los comerciantes se esmeraban en atenderlos y no era necesario revisar el
contenido o la calidad de los productos comprados, pues éstos se
ajustaban fielmente a lo convenido entre ambos.
La impunidad es ahora el Edén del transgresor. La confabulación
lo mismo se produce detrás del mostrador de una bodega que en el buró
de un alto ejecutivo de una empresa mixta. Centavos o miles de dólares
van a parar a los bolsillos de los comerciantes y funcionarios del ramo quienes
gravan aún más los elevados precios que el pueblo tiene que pagar
por los alimentos o artículos necesarios para la vida en las tiendas
dolarizadas o en los desprovistos comercios en pesos.
La interrogante del momento es cómo frenar el auge del delito si
falta lo esencial: la virtud, que en otro tiempo fue tan valiosa para la mayoría
de los cubanos.
Delinquir ha devenido en una especie de subcultura dentro de la sociedad
cubana. Así lo admiten hasta los jerarcas del Partido Comunista, los
funcionarios administrativos y los dirigentes de los sindicatos oficiales.
Se adoptan medidas que nunca solucionarán la crisis: se planifican
inspecciones sorpresivas, encuestas periódicas y contabilidades que
resultan ineficientes.
Durante años se lesionó el sentido del respeto por la labor
realizada y se erosionó la conducta laboral con conceptos emulativos
abstractos, así como con la imagen politizada de un modelo de trabajador,
todo lo cual contribuyó a llegar a la actual crisis de honestidad.
Asambleas, conferencias, eventos, amenazas, despidos, sanciones y cárcel
no logran reducir el delito económico. Se delinque profusamente y quienes
llevaron a la gente a este estado de anormalidad por su tozuda utopía no
acaban de comprender qué les faltó.
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