Vidas
cotidianas: Sin brillo de la esperanza
Lucas Garve, CPI
LA HABANA, abril - 9 p.m. A menos de una cuadra del Parque Central, un joven
se ocupa en llenar de agua un tanque de 55 galones. Lo desplaza gracias a una
carretilla hecha con palos y cuatro ruedas que originalmente sirvieron para
deslizarse en patines.
Se llama Jorge. Sólo alcanza los 25 años. En sus ojos ya falta
el brillo de un joven esperanzado por un proyecto de vida prometedor.
A usted le parecerá que a comienzos del siglo XXI el oficio de
aguador está bastante desvalorizado, pero en este momento la falta de
agua en La Habana reporta niveles críticos.
Un cargador de agua gana dos pesos por cubo como máximo. Con su
tanque de 55 galones Jorge, El Colora'o, obtiene casi 200 pesos por noche.
También cuenta con clientes fijos aunque algunos sean ocasionales,
como es el caso esta noche: se beneficia con las necesidades de agua de una
pizzería y un pequeño restaurante privados.
Su respuesta a mi interrogante sobre lo agotador que pueda resultarle su
ocupación es definitiva: "Es un trabajo mío (lo que significa
independiente) gano 1 ó 2 pesos por cubo. Depende dónde tengo que
echarlo o subirlo".
¿No te interesa ver la televisión a esta hora? Es la única
hora para ver ciertos programas que te pueden distraer.
"Sólo las películas. Lo demás no me interesa. Es
el mismo cuento", afirma mientras vierte el agua en el tanque. Pasa un
policía. Lo saluda. Le promete que más tarde pasará a
llevarle unos cubos de agua.
Según este joven, su proyecto de vida abarca únicamente el
presente. "Mañana, puedo conseguirme un puesto de vendedor en una
paladar. Conozco a varios dueños a los que he llevado agua. También
hago arreglitos en casas, tú sabes, siempre hay algo que reparar o que
cargar", explicó.
Tampoco espera algo proveniente del plano oficial. En resumen se advierte
que pertenece a ese espacio ocupado por la marginalidad.
Otro caso es el de D. Tiene apenas 30 años. Abandonó su
trabajo de veterinario hace unos tres años, recién graduado. Hoy
vive del arrendamiento de habitaciones a turistas.
"Fíjate, estaba tan obstinado del campo y de los animales, la
falta de recursos y del transporte tan malo para ir al trabajo, que lo dejé
todo", expresa D.
También ahora abundan las dificultades para él. "Tengo
que pagar un impuesto en dólares, con clientes o sin clientes tengo que
pagarlo. Los clientes son mi asunto. Cobrar el impuesto es el de ellos",
precisó.
Divorciado. Un hijo de 2 años. Su proyecto de vida actual conduce
fuera de las fronteras de la Isla. "Quiero casarme con una extranjera e
irme. Allá trabajaré mi profesión. Me sentiré
persona. Aquí, no", dijo.
Además de los conocimientos de inglés y francés,
invierte parte de su tiempo libre en estudiar computación. Se prepara y
espera el momento adecuado. Así sucede con muchos jóvenes cuyas
edades oscilan entre 25 y 35 años. ¿El futuro del país?
Ellos saben lo que significan unos doscientos pesos de salario y la rutina
diaria. El común denominador de una buena parte de los jóvenes hoy
mismo está marcado por la expectativa de apartarse de las vías
oficialmente formales que el Estado les brinda.
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