Impedida física,
pero no vencida
Alina Gonzalo, Cuba-Verdad
CIENFUEGOS, abril - La niña nació en una fría mañana
de diciembre de 1976 en Aguada de Pasajeros, poblado de la zona central de Cuba.
La nombraron María Elena y en su primer aniversario fue abandonada por su
familia, porque la pequeña era inválida de sus dos piernas.
Una familia humilde y cristiana, que había perdido a sus tres hijos
en un accidente doméstico, adoptó a María Elena y la crió
con el apoyo de la Iglesia Católica cubana.
La existencia de María Elena ha sido difícil en sus casi 25 años
de vida. Ella quiere ser tratada como lo que es, como un ser humano. Con esa
esperanza se afilió a la gubernamental asociación de impedidos físicos
(ACLIFIM), pero la situación del país empeoró luego de la
caída del llamado campo socialista en 1990. Comenzó en Cuba la época
actual conocida por "período especial" y cuya principal
característica es que el pueblo se empobrece vertiginosamente cada día
que transcurre.
María Elena, con un tremendo espíritu de superación, se
presentó en las oficinas municipales del Ministerio del Trabajo y solicitó
la licencia para elaborar y vender alimentos por cuenta propia. Su solicitud fue
denegada en primera instancia, pero posteriormente la ACLIFIM se la consiguió
y la joven comenzó a luchar para ganarse la vida por sus medios y ayudar
a su familia.
Sin embargo, como cualquier cubano que trabaje por cuenta propia, ahora María
Elena sufre las continuas ofensivas de los inspectores estatales y debe
entregarle al Estado la suma de 400 pesos cada mes.
Además, la ONAT, órgano estatal que controla la labor de los
cuentapropistas, cada año indica cuánto debe abonar adicionalmente
cada trabajador por cuenta propia a fin de año. Por ejemplo, a María
Elena le comunicaron que a finales del 2000 tenía que pagar 4 mil pesos
de manera adicional.
El corazón de María Elena está quebrantado por tanta
injusticia. A ella no le venden materias primas, ni artículos necesarios
para realizar su labor a precios accesibles. Todo lo tiene que adquirir en los
comercios dolarizados y para ello está obligada a pagar 22 pesos por cada
dólar.
Por su parte, los inspectores estatales exigen los comprobantes que
justifiquen todo lo que vende cada cuentapropista, e imponen arbitrariamente
multas de 700 a 1,500 pesos.
María Elena confiesa que no está vencida. Ella sigue en la
pelea por la subsistencia y espera cambios que le permitirán vivir mejor
con el trabajo de sus manos. Esta joven cubana quizás no podrá
caminar nunca, pero tiene una visión clara y sabe que llegará el día
en que los cubanos no tendrán que mantener a miles y miles de burócratas
ineficientes, un tiempo en que los trabajadores disfrutarán plenamente
los beneficios de su esfuerzo.
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