Educación
sin libertad
Claudia Márquez Linares, Grupo Decoro
LA HABANA, agosto - El 3 de septiembre próximo comienza el curso
escolar en Cuba. Las calles de los pueblos y ciudades se llenarán de niños,
adolescentes y jóvenes uniformados que tienen garantizado el acceso a la
educación.
Esta es una de las aristas del tema de la educación que junto a la
salud pública constituyen en Cuba los dos tópicos más
recurrentes en el discurso oficial, y con el cual pretenden probar la
legitimidad y eficacia del régimen totalitario de Fidel Castro. Pero, ¿realmente
es gratis la educación en la isla?
En primer lugar, es absurdo creer que el Estado cubano puede garantizar éste
u otro servicio al margen del esfuerzo de cada uno de los trabajadores. Los
maestros reciben su salario que, aunque es insuficiente, está respaldado
por la producción de bienes por parte de otros ciudadanos.
El estado es el único empleador que existe en el país y por lo
tanto se atribuye el derecho a decidir cuánto paga a cada empleado. Mucho
se ha difundido por acá que el capitalista obtiene su ganancia del dinero
que deja de pagar al obrero por su labor. ¿Acaso alguien puede asegurar que
el único capitalista en Cuba, el Estado, pague a cada trabajador el
salario que le corresponde?
¿Puede considerarse meritorio el hecho de que a la población se
le "asegure" el acceso a la educación a costa de mantener
salarios de miseria, incluso para los propios educadores?
¿Los maestros cubanos tienen la opción de ejercer su profesión
al margen del Estado totalitario?
La respuesta a estas preguntas es: no.
Por otra parte, hay que tener en cuenta que un considerable número de
adolescentes y jóvenes cursan estudios de enseñanza media y
superior en escuelas en el campo, en las que deben dedicar media jornada diaria
a labores agrícolas durante todo el curso. Existen grandes plantaciones
como las de cítricos en el municipio Jagüey Grande y en la Isla de
la Juventud (antigua Isla de Pinos) que son atendidas prácticamente por
estos estudiantes. A ninguno de ellos se le paga por realizar duras labores agrícolas.
De no ser por ellos el gobierno tendría que destinar importantes
recursos: movilizar campesinos, garantizarles alojamiento, alimentación y
salarios.
No se puede dejar de tener en cuenta que no sólo en términos
monetarios se mide el costo de los beneficios recibidos. Independientemente de
que es evidente la no gratuidad de la enseñanza, debe considerarse el
costo que implica para los padres el no poder decidir qué tipo de educación
desean para sus hijos. Es por esto que no puede verse como una bondad del
sistema el monopolio que mantiene el Estado sobre la enseñanza en el país.
Se trata más bien del interés político gubernamental, por
el cual garantiza que las nuevas generaciones se eduquen en la escala de valores
que al gobierno le interesa e impone, sin tener en cuenta el derecho que en ese
sentido le asiste a los padres.
Sin lugar a dudas, es una falacia la supuesta gratuidad de la educación
cubana. Se paga no sólo con todas las privaciones y penurias a las que se
enfrenta la nación cada día. Tal vez ésta sea la educación
más cara del mundo, porque le cuesta a los cubanos la pérdida del
bien más preciado del hombre: la libertad.
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