Niños
cubanos sin esperanza en este tiempo
Carlos Alberto Domínguez, Cuba-Verdad
LA HABANA, agosto - Los niños cubanos, sea cual sea su barrio de
residencia, decaen moral y espiritualmente, al igual que la sociedad socialista
donde viven.
En sentido general, ellos no difieren de los niños de cualquier parte
del planeta, aunque sufren algunos males que pueden considerarse exclusivos de
la niñez cubana. Tienen que ser pioneros y repetir en los matutinos de
las escuelas que quieren ser como el Che Guevara, aunque desconozcan qué
personaje era él. También tienen que amarrarse al cuello la pañoleta
roja de esa organización, ir a la escuela sin tomar leche después
de los siete años de edad, así como aguantar el adoctrinamiento
comunista a manera de materia de estudio y oír sermones sobre el
internacionalismo proletario.
"Aquí lo que importa es la subsistencia, hay que criar a los niños
para enfrentar el imperialismo yanqui, el bloqueo", se oye por ahí
de vez en cuando.
Pero ese método brutal siempre termina mal. Así le pasó
a Jorgito, que cuando tenía cinco años ya le clavaba el cuchillo
al puerco que su padre sacrificaba de vez en cuando. Ahora Jorgito es un
adolescente y está preso por asesinar a un ser humano de una cuchillada.
En Párraga se ve a niños, a todas horas del día, que
juegan en las calles, descalzos, sin camisas, con los pantalones rotos. Ellos no
tienen cómo divertirse debidamente. Se les oye decir que juegan al béisbol,
que por cierto es el deporte nacional, pero lo hacen sin guantes, sin bates, sin
petos, caretas o rodilleras; tampoco tienen uniformes ni gorras con visera. Por
pelota usan cualquier objeto, desde un papel estrujado hasta una lata
desechable.
En estos raros juegos de béisbol los pequeños discuten mucho.
De hecho, todas las jugadas son motivo de acaloradas discusiones. Por supuesto,
como nuestra sociedad está diseñada para vencer -recordemos aquel
discurso de "nacimos para vencer y no para ser vencidos"- siempre
predomina la opinión del más fuerte, que necesariamente no siempre
tiene la razón. Por tanto, más que juegos de béisbol esos
encuentros parecen batallas campales.
Pronto comenzarán las clases, pero nuestros niños, con excepción
de los privilegiados hijos de los funcionarios, no dispondrán de
uniformes ni maletas o mochilas ni de zapatos confortables, entre otros artículos
necesarios para esa actividad.
Al regreso de las clases seguirán sus juegos de béisbol o
correrán descalzos y semidesnudos por las calles del país enseñando
sus cuerpos desnutridos. Por cierto, ahora el gobierno tomó cartas en el
asunto, midió, pesó a los pequeños y llegó a la
conclusión de que hay muchos menores faltos de peso y talla. Eso lo sabíamos
antes del estudio de Salud Pública.
El nuevo curso escolar será como todos los cursos anteriores: se les
inculcará a los estudiantes que odien el capitalismo, principalmente el
estadounidense, y que amen a la revolución, al Partido Comunista y a
Fidel Castro.
José Martí dijo que los niños son la esperanza del
mundo pero, lamentablemente, los niños de la tierra de Martí se
han quedado sin esperanza en este tiempo.
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