A paso de
bastón: agua fría y retrete gratuitos
Manuel David Orrio, CPI
LA HABANA, agosto - A primera vista, todo marcha de lo mejor. En la medida
en que se abren en Ciudad de La Habana más establecimientos dolarizados,
se va cubriendo la urgente necesidad de contar con servicios sanitarios públicos
y lugares donde al menos beber un vaso de agua fría. La maravilla de
tanta facilidad dolarizada se ve reforzada con la presencia de timbiriches y
paladares, esos pequeños restaurantes por cuenta propia donde la
iniciativa privada demuestra -para asombro de los incrédulos- que en una
pelea entre león y mono amarrado se puede dar la posibilidad de la
victoria al simio.
¡Cuánto placer el del alivio! Llegar corriendo como una tromba
al sitio de ocasión, con la vejiga a punto de estallar, bajar el cierre
de la bragueta o escarrancharse sobre el retrete... y liberar al chorro y la
cascada. Avances, grandes avances de la llamada recuperación económica
anunciada por el gobierno de Fidel Castro. Sólo que un pequeño
detalle. Perdón, dos detalles.
Aliviado de las cargas, el habanero de turno saldrá del baño,
por lo general aceptablemente limpio, y encontrará a la persona que se
encarga de la higiene. Nadie dice, nadie habla. Pero la discreta colocación
de un platillo indica la obligación, al menos moral, de pagar. Pagar por
hacer pipi. Todos debemos ayudarnos a vivir, todos debemos colaborar entre
nosotros, tal parece la moraleja. Claro, algunos servidores son menos educados.
Si no se abona no se mea. Y emule la vejiga con el hongo atómico de
Hiroshima.
Apunté dos detalles: el segundo tiene que ver con lo contrario de
liberar las aguas. Locura, pura locura imaginar un vaso de agua fría
gratuita. En los establecimientos dolarizados se debe "consumir". Una
botella de agua cuesta no menos de treinta y cinco centavos de dólar,
siete pesos al cambio de la calle, y hora y media de trabajo del salario medio
mensual declarado por el ministro de Economía al cierre de 2000. Pero en
los paladares y timbiriches el iluso también saldrá decepcionado.
Allí por lo menos deberá comprar un refresco de esencias
artificiales mezcladas con agua al "módico" precio de un peso
cubano, o un nickel de dólar.
Por supuesto, en algún escondrijo de las profundidades burocráticas
isleñas alguien dirá: "Estos periodistas independientes
siempre tan negativos. El Orrio de m... éste ni siquiera es capaz de
recordar el avance de que ya se puede ingerir algún líquido, y
liberarse después". Pues se equivoca, señor burócrata,
reconozco ese paso de avance, pero señalo los dos pasos atrás.
La memoria colectiva citadina empieza a recordar aquel misterioso misterio.
Por los tiempos del malvado capitalismo se servía el agua fría
gratuita en prácticamente cualquier establecimiento público, y se
podía hacer uso de sus baños sin pagar. Esa era una de las causas
por las que ningún alcalde se preocupó de instalar mingitorios al
servicio del primer necesitado. ¿Para qué?
La memoria colectiva me ha informado sobre otro dato del que no tengo
confirmación pero me gustaría que los conocedores me la brindaran.
Resulta que el malvado capitalismo ordenaba a los comerciantes servir agua fría
gratuita y facilitar baño público al primero que llegara, sin
pagar, o de lo contrario ni se podía soñar con la licencia de
operación comercial. Se me ha relatado que uno de los trucos de los
inspectores era el de llegar al sitio previsto y solicitar el vaso de agua. La
respuesta inmediata era servirlo. Todos sabían.
No ratifico si el malvado capitalismo cubano llegó hasta semejante
exquisitez. Pero sí recuerdo perfectamente lo de agua fría
gratuita y baño público al alcance de cualquiera. Los niños
tienen buena memoria, y yo la conservo. Por ello, no puedo tampoco olvidar
aquellas estrofas de Heberto Padilla: "Un paso adelante / dos pasos atrás
/ pero siempre aplaudiendo".
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