Las otras
calles
Ramón Díaz-Marzo
LA HABANA, agosto - En el actual Miami vive el señor Félix Pérez,
que es un septuagenario ya retirado después de una vida útil de más
de medio siglo de trabajo, de los cuales 10 años los quemó en Cuba
antes del triunfo de la Revolución del 59.
El señor Félix Pérez, que está casado por la
Iglesia Católica con la señora Olga Díaz, hermana de mi
padre Ramón Díaz González, recientemente fallecido a la
edad de 84 años, es mi padrino por la rama de la religión Católica
Apostólica cubana.
Es cierto que el señor Félix Pérez, después que
salió de Cuba con su familia por Camarioca en el ano 1963, nunca más
se acordó del compromiso espiritual contraído ante Dios. Pero, ¿qué
hubiera ocurrido si el señor Félix Pérez hubiera cumplido
con el sagrado deber de salvarme del comunismo caribeño en años
posteriores? Sencillo: ahora yo no estuviera escribiendo lo que escribo.
Estados Unidos, para bien o para mal, es un país monstruoso, y tratándose
de naturalezas impetuosas como lo fui yo en la juventud, ese monstruo me hubiera
devorado como le ocurrió a Reinaldo Arenas. En este caso el viejo refrán
de que lo que sucede conviene fue real. Mi amigo Roberto, que en estos momentos
se encuentra en España, es una de las pocas personas en este mundo capaz
de aquilatar el valor de mis palabras
Mi señor padre, cuando estuvo por última vez en Cuba en el año
1985, me dijo que Estados Unidos era un país bonito pero complicado; y
que en Cuba, a pesar de los rigores de la pobreza, yo estaba bien.
Han pasado los años y he comprendido. Es cierto que para algunas
personas la juventud puede ser una etapa difícil y peligrosa; y sólo
una sucesión de milagros nos permite llegar a la tercera edad. Por
supuesto, uno siempre cree tener la razón en el momento en que esgrime su
visión del presente. La experiencia me ha demostrado que nuestra
particular realidad apenas se acerca a la REALIDAD MAYOR. Y hay sucesos
terribles o mortificantes ante los cuales no encontramos una explicación
lógica. Así que modestamente yo percibo que existe una REALIDAD
MAYOR que teje y desteje los Destino del Mundo. Y quiero aprovechar la
oportunidad que me brinda esta tribuna para agradecerle a toda mi familia el
hecho de que a los 49 años de edad, y habiendo visto y leído miles
de películas y libros, sólo conozca las calles de mi barrio.
Mas a pesar de lo escrito ahora viene lo mejor. Quiero demostrar que con las
palabras podemos realizar los mismos malabarismos que hacemos con nuestra
conciencia y nuestro pensamiento. El asunto es sencillo: ahora mismo me rebelo
contra el viejo refrán de que lo que sucede conviene. Mis circunstancias
han cambiado. No creo que me convenga continuar ignorando las otras calles de
los otros barrios. Y como en cualquier momento mis compatriotas de CubaNet
publicarán mi primera novela "Cartas a Leandro", tengo la
esperanza de que alguna institución no gubernamental me traslade una
invitación para viajar fuera de Cuba cuando todavía creo en los
buenos oficios de la condición humana; cuando todavía creo en el
respeto a la dignidad de los cubanos, especialmente si se trata de un escritor.
Cuando todavía quiero creer que para salir de Cuba no hay que tener,
necesariamente, el visto bueno de la Seguridad del Estado del gobierno de Cuba o
de la Agencia Central de Inteligencia del gobierno de los Estados Unidos de América.
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