María Elena CRUZ VARELA.
La Razón / España. Agosto
27, 2001
La mirada se agota. El alma, también. El paisaje sucumbe bajo el peso
de los cuerpos sin nombre de quienes nunca llegaron a la orilla de Arcadia. En
Jerusalén, alguien está muriendo de un disparo, una bomba o un
simple ataque de soberbia suicida. La guerrilla macedonia no quiere entregar
todas sus armas y a los ira-cundos de Irlanda la paz no les resulta un buen
negocio. Desde La Habana, el Coma-andante Castro continúa vendiendo
recetas de violencia a las FARC colombianas, a Eta, al Ira y al que quiera hacer
del terrorismo una forma de vida.
Chandra Levy sigue sin aparecer ni viva ni muerta y el congresista Condit ni
se inmuta, como si de verdad supiera qué paso con la pobre becaria.
Todos los días fluyen ríos de sangre inútilmente
derramada que hacen fluir ríos de tinta inútil. Se ha escrito
tanto, tanto, que uno termina preguntándose si de verdad vale la pena
exprimirse los sesos frente al papel en blanco. Estas palabras tampoco servirán
para que israe- líes y palestinos se detengan aunque sea un minuto, antes
de apretar el gatillo y me pregunto en nombre de qué Dios se nos condena
a la violencia. En nombre de qué o de quién nos obligan a convivir
con odios religiosos, raciales, endemoniados, porque no existe casi un punto en
el planeta donde puedas descansar los ojos y restaurarlos con un poquito, sólo
un poquito de esperanza.
Digo mal. En Noruega, el futuro rey Haakon se casó con Mette-Marit.
Una historia lindísima de amor sin conveniencias que provoca unas feroces
ganas de olvidar la miseria, el hambre, la injusticia, y envolverte en la blanda
sustancia del algodón de azúcar y pompas rosa, para reescribir la
historia con la oscura maldición de Cenicienta. Porque Eva Sannum, azul y
guapa, aparece en la foto con Felipe, el príncipe de todos los sueños,
sonrío agradecida porque entre tanto gris, tanta lucha de clases e
intereses, Felipe de Borbón, hermoso como un ángel, sea capaz de
estar a la altura de estos tiempos, tan terribles como cualquier otro tiempo
pasado o porvenir.
Siempre está lloviendo sobre mojado. Hoy decidí salir al mundo
sin paraguas, sin máscaras de humor, bueno ni malo. Es que, a pesar del
dolor y la violencia, los cuentos de hadas parecen ser posibles.
Un transitorio y delicado antídoto para aliviar los males. |