BRamón Mestre . Agosto 24, 2001.
El Nuevo Herald
¿Quién es este C. Michael Greene que tantas horas de sueño
les ha quitado a los notables de Miami? Mr. Greene es un ser susceptible, un
tipo tan sensible como los artistas que escriben las letras de sus baladas
predilectas.
En sus respuestas a la prensa después de anunciar el traslado a Los
Angeles de los Grammy latinos (haría falta incluir otras tribus itálicas
en ediciones futuras del concurso), Greene habló como una de esas
institutrices sobreprotectoras que hacen el ridículo en comedias inglesas
de la década de los 40. Con rasgos de una Mary Poppins venida a menos.
Ya sabemos que Mr. Greene se llevó su espectáculo a Los
Angeles para evitarles disgustos a las divinidades que tiene bajo sus alas. Al
parecer, las estrellas de la música popular "latina'' no resisten el
contacto con una realidad poblada por tiranos, presos políticos,
desempleados, víctimas de violencias públicas y privadas. Exigen
un coto exclusivo custodiado por fuerzas de seguridad capaces de mantener a raya
a la chusma.
Mr. Greene decidió que la ralea anticastrista importunaría a
los dioses de la canción latina. La ralea había tenido la desvergüenza
de reclamar sus derechos constitucionales. Imagínese usted ¡en
Miami! Lógicamente, Mr. Greene los quería lo más lejos
posible de sus estrellas (de ser posible, en Cayo Hueso). En un coto exclusivo
para manifestantes pesados. Children should be seen and not heard, como diría
una institutriz inglesa, una de esas señoras monárquicas que se
mofa de la Primera Enmienda.
A su manera, Mr. Greene es monárquico. Es el chambelán de la
corte conformada por la élite de la industria discográfica. No podía
permitir que sus señores fueron sometidos a humillaciones. Como las que
había visto en ese vídeo horripilante. La cinta de las hordas barbáricas
que asaltan a los asistentes al concierto de Los Van Van. El impávido Mr.
Greene decidió que en Miami las fuerzas del orden eran incapaces de
controlar a los vándalos anticastristas. Para pulverizarlos, harían
falta tropas antimotines importadas de
Latinoamérica.
Es una lástima que Mr. Greene no vio el vídeo de la actuación
de la policía miamense el día que los gendarmes federales se
llevaron a Elián González. Si llega a verlo, los Grammy se quedan
en Miami. Acaso ¿no le hubiesen tranquilizado las imágenes de
oficiales latinos golpeando salvajemente a cubanos anticastristas que no
violaban ninguna ley? ¿No le hubiesen reconfortado las muestras de
arbitrariedad policial, las escenas de arrestos injustificados?
Seguro que sí. C. Michael Greene tiene fama de ser un ejecutivo
arbitrario, un jefe dictatorial obsesionado con el control de las instituciones
que maneja. Por si no lo sabían, las dos "academias'' que Mr. Greene
dirige son organizaciones sin fines de lucro. Se supone que las entidades
encargadas de organizar los Grammy se dedican primordialmente a brindarles apoyo
a las personas anónimas que trabajan en la industria discográfica.
Y a estimular a jóvenes interesados en seguir carreras como intérpretes,
ingenieros de sonido, productores, representantes de artistas, arreglistas, o
tarugos del señor Greene.
El tipo gana más de un millón de dólares al año.
¿Cúantos ejecutivos al frente de organizaciones sin fines de
lucro en EU perciben semejante sueldo? Ninguno. Lo que es peor, Greene ha sido
acusado de urdir artimañas a fin de exagerar la obra social de sus "academias''.
Varias veces cuando ha pedido ayuda para la obra social de NARAS (su National
Academy of Recording Arts and Sciences), la plata que recibe va directamente a
las cuentas del imperio Greene. No beneficia en lo absoluto las sucursales
caritativas de NARAS.
Por ejemplo, el año pasado Greene organizó una cena de gala en
nombre de LARAS (la misma Latin Academy of Recording Arts and Sciences que
organiza los Grammy latinos) en honor de la "persona del año''. Cada
mesa costaba $25,000; las invitaciones anunciaron que parte del dinero recaudado
se emplearía para apoyar la obra social de LARAS.
Pero sucede que la invitación proclamaba una falsedad. No existía
tal obra social. Como tampoco existen los agitadores anticastristas con planes
de infiltrarse entre el público de los Grammy. Greene se los inventó.
Según Los Angeles Times, los subterfugios del señor Greene han
despertado la curiosidad del FBI y del temible departamento de rentas internas
(IRS). Hace poco los federales escudriñaron las declaraciones de
impuestos de NARAS y las finanzas personales de C. Michael Greene. Desconozco
las conclusiones de sus pesquisas. Lo más probable es que el hombre salga
ileso de este trance. Dice Tamiko Jones, antiguo miembro de la Junta de Asesores
de los Grammy, que "Greene es muy astuto, muy manipulador''.
Por lo menos míster Greene es un tipejo previsible. En 1998 se la dejó
en la mano a Nueva York, a raíz de una supuesta bronca con el alcalde
Giuliani. Este año recurre a otro subterfugio. Con el injurioso pretexto
de que unos grupos anticastristas le echaban a perder su espectáculo,
Greene ocultaba los verdaderos móviles de su jugada.
Se llevó el show a Los Angeles porque estaba muy molesto con el "comité
anfitrión'' responsable de levantar un millón de dólares en
el Sur de la Florida. La plata no estaba entrando al compás que Mr.
Greene le reclama a sus anfitriones. Para que después vengan los
fabricantes de lugares comunes en los medios y nos digan que la partida de los
Grammy le ha dejado un "ojo amoratado'' a Miami. Eso es imposible. ¿No
se han dado cuenta de que Greene y sus aliados sólo saben dar golpes
bajos?
© El Nuevo Herald |