CUBANET .INDEPENDIENTE

22 de agosto, 2001


Los Habaneceres de Luis Leonel León

Manuel David Orrio, CPI

LA HABANA, agosto - La gran tradición del documental cubano está de fiesta aunque la prensa oficiosa isleña guarde silencio. El motivo es la joya fílmica de apenas veinte minutos de duración debida al talento de su realizador, quien con semejante obra se acaba de graduar en el Instituto Superior de Arte de La Habana. Cuentan que el día en que presentó su documental -tesis de grado- un silencio mortal se deshizo en aplausos, mientras algunos se acercaban al creador lágrimas a la altura de las mejillas.

Habaneceres, de Luis Leonel León, acaba de tener su estreno en una sala cinematográfica de la capital, donde el cantautor Gerardo Alfonso tiene una peña semanal de cine y de música. Alfonso dice, en una de sus canciones, que su talento se vende en las tribunas -¿de Fidel Castro?- como mercancía para despachar. Tal vez, una expresión definitoria del llamado arte en la frontera que busca colocar sus mensajes críticos, o disidentes, en los medios de comunicación social bajo el control del poder en Cuba.

Habaneceres es la obra de un habanero de pura cepa, hijo del municipio Arroyo Naranjo, quien expresa opiniones y sentimientos a través de las palabras de cuatro coterráneos de conocida ejecutoria; ellos son el cineasta Fernando Pérez, director de clásicos de los 90 como Madagascar y La vida es silbar; Carlos Varela, ídolo musical de nuevas generaciones; el novelista Leonardo Padura y el dramaturgo Alberto Pedro, un negro que desborda cultura en sus ademanes de guapo de Centro Habana. Difícil decir qué quedó mejor. Si la fotografía de Habaneceres, la cual incluye imágenes inéditas para el cubano de a pie de los sucesos del 5 de agosto de 1994, o las palabras de esos cuatro intelectuales, llenos de amor por una ciudad que parece vencer con la energía de sus habitantes al deterioro y la desidia acumulados en cuarenta años. "Nos conducimos dentro del deterioro como si estuviéramos en París. Cada uno tiene una ciudad por dentro", afirma Alberto Pedro.

Dueño del in crescendo, Luis Leonel León muestra una Habana llena de contrastes que en lo profundo de sí misma aprieta los labios y masculla unas palabras de Ho Chi Min, recordadas por el cineasta Fernando Pérez: "Nunca el amanecer estuvo más cercano que cuando la noche fue más oscura". Pero Pérez también concluye que La Habana sólo podrá volver a ser lo que fue si toma en cuenta a cada uno de sus ciudadanos. "Ningún sueño colectivo, ninguna utopía se realiza si no está formada por los anhelos de cada individuo", observa entre nostalgias, desesperanzas y una voz que, de tan apagada, truena.

Aunque apenas toman unos segundos, las imágenes del 5 de agosto de 1994 -policías al asalto, bien clarito- se complementan con una anécdota de Carlos Varela. Al otro día de los acontecimientos, en un concierto, "fue que la gente comenzó a encender mecheros y a lanzar monedas al escenario, cada vez que canto Monedas al Aire", relata Varela.

Influencias de Santiago Alvarez se aprecian a lo largo de Habaneceres, sobre todo en la edición y el afortunado empleo de la música. Luis Leonel León mezcla imágenes de filmes cubanos y tomas en la calle, donde brilla el genoma de su padre taxista, mientras Los Zafiros cantan a La Habana, o Bola de Nieve nos ofrece un close up cargado de melancolía, en tanto que el Chori inunda con su mote las paredes habaneras. Pero es algo muy distinto de la apología que Alvarez pudo elevar a la categoría de arte, con la ayuda de la utopía. Luis Leonel León bebió de las fuentes, pero abrió cauces para el manantial. Ahora, el piano de Bola de Nieve se coloca a las espaldas del llamado de Leonardo Padura: "No se puede esperar un día más para dar el paso hacia el futuro de una Habana posible, humana, habitable. Una Habana que vuelva a tener esos lugares que son referentes para las personas que quieren a esta ciudad".

El sueño de La Habana, así, se expresa en Habaneceres como mirada al futuro con pupila de tradiciones, de vuelta aunque traten de asesinarlas. "Que pase lo que pase no vayan a tumbar edificios que no he visto en otras ciudades", dice Carlos Varela. Le escuchan unas imágenes de La vida es silbar: decenas de habaneros, de pie en las azoteas, sus brazos cual si hubiesen sido crucificados. Pero el amanecer avisa: están listos para resucitar.


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