Alex Salmón. El
Mundo. España, agosto 20, 2001.
MADRID.- Dice que escribir esta novela fue su salvación. Es difícil
saber qué puede llegar a hacer una mujer desesperada, con una hija y con
un futuro marchito, en una isla donde ser poeta no es fácil. Ella lo
resolvió desnudándose. Como si fuera una metáfora de su
presente, se despojó de todo, hasta de la ropa, para contar la historia
de una isla que quiso ser paraíso y se convirtió en infierno. Eso
es La nada cotidiana.
¿Es su mejor novela?
La que más quiero, salida de las entrañas. Una novela
catarsis.
Y eso no puede ser malo, que salga tanto de las entrañas.
Puede. Pero mi novela es muy literaria. Incluso las aparentes dificultades
del lenguaje o las malas construcciones están reflexionadas. La novela
comienza con una mujer que está tratando de escribir una novela evasiva.
El personaje de Yocandra trata de crear una realidad. Pero ésta supera a
la ficción que quiere construir. Una realidad, dura, caótica y
tremenda.
Demasiada visceralidad en la creación ¿no puede escaparse de las
manos?
Esta novela tiene sólo cinco versiones por eso mismo. La primera fue
como una catarsis y, por supuesto, había demasiadas cosas, incluso
personales, que me afectaban. Y después, con más conciencia, fui
limando, arreglando, incorporando. Aunque agregé poco porque no quería
que fuera larga. Es cierto que es muy peligroso porque hay cosas que se escapan,
que una quisiera que no aparecieran. El equilibrio se encuentra cuando has
dejado descansar tu libro, te distancias y abandonas el trance de la escritura.
Este manuscrito tiene una historia que en sí misma es una novela.
El libro lo acabé de escribir en julio del 94. El 5 de agosto ocurrió
la crisis de los balseros. Por primera vez hubo grandes manifestaciones. La
gente salió por toda la bahía con las mujeres en la punta con niños
en brazos gritando «libertad». En ese momento me di cuenta del peligro
real de esta novela. Yo había entregado una versión a una
editorial cubana y, por supuesto, la persona me la vetó.
Estaba en La Habana un periodista francés director de cine que hacía
un documental sobre Fidel Castro. Todo era muy secreto. Se llama Rainold Ismant.
El contactó con mi marido porque necesitaba unas imágenes que mi
esposo tenía. Estaba haciendo un documental sobre la historia del
Noticiero revolucionario que aparecía todas las semanas en el cine. Y
entonces, se me ocurrió darle la novela. A la vez vinieron dos
periodistas que pasaron por la casa a entrevistarme, porque ya había
publicado una novela en Francia, Sangre azul. Y les dije que me sacaran la
novela para presentarla al premio Femenino Lumen. Uno de ellos se metió
el manuscrito en el forro del saco. Llevaban cámaras y tenían
miedo que les quitaran las cintas de vídeo. Y después, una persona
del barrio me dijo que se lo diera a los balseros para que así llegara no
sólo a Europa, sino también a Estados Unidos. Un poco más
tarde, salí de La Habana invitada a dar una conferencia sobre José
Martí en París. La novela estaba a punto de ser publicada. Ya no
volví a Cuba.
¿Su novela está escrita en cubano, como diría Cabrera
Infante?
Más que en cubano en habanero. En Cuba, cambias de barrio y la forma
de hablar se transforma.
¿La novela pasó por las manos de Esther Tusquets?
Sí. Coincidió con el año que ganó el premio
Femenino Lumen la novela de Clara Obligado La hija de Marx. Creo que fue un
premio justo. Leí la novela y me pareció muy buena.
La novela se publicó primero en Francia. ¿Cómo llegó
a España?
La editorial francesa contactó con una agente literaria en España
y ella presentó la novela en varias editoriales. En Alfaguara, Tusquets
pero siempre he pensado que fue rechazada por miedos políticos. Me
contaron que una persona influyente en el mundo editorial llegó a decir
que esta novela podía ser mala para Cuba en el momento de transición
en el que se estaba. Es impresionante cómo una opinión que sale de
la boca de Fidel Castro puede influir a un editor español. La novela llegó
a Sigrid Klaus, de Emecé, y ella, en la cama junto a su marido, decidió
que esa novela la tenía que publicar.
En el libro hay un claro homenaje a Lezama Lima al componer el capítulo
ocho, el más perseguido en Cuba, en género erótico, igual
que hiciera el escritor en «Paradiso».
Es cierto. Los censores sólo leían esa parte del libro de
Lezama y decían que era pornográfico. Yo fui la última
generación que sufrió la prohibición del autor. Yo comienzo
a escribir poesía imitando a Lezama. Para mí es un orgullo que en
Cuba consideren el capítulo ocho pornográfico.
En su novela existe un juego con el nombre de los protagonistas de la
historia: Gusana, Patria, Yocandra, Traidor. ¿Cómo diseña ese
juego de nombres que recuerda la censura de Franco?
Lo primero que existió de esta novela fue el título y después
los nombres. Ha sido una novela muy rara. Escrita en momentos desesperados de mi
vida y de Cuba. Estaba dispuesta a cualquier cosa. Esta novela me salvó
la vida.
¿Es cierto que la novela la escribió desnuda?
Sí, escribí esta novela desnuda. Hacía mucho calor. Vivía
frente al Malecón. Fue una etapa de mi vida muy loca. El estudio
hexagonal de Yocandra es el espacio que yo tenía. Acababa de salir de una
etapa rebelde. Trataba de centrarme. Acababa de tener a mi hija. Al volver del
hospital escribí un poema que tiene la misma estructura que el primer capítulo
del libro.
¿Le es agradable recordar el proceso creativo de esta novela o no?
Es una etapa muy dura. Yo soy una escritora que sale de la poesía. No
pretendía escribir una novela. Tenía muchos miedos, los propios
del escritor y los de ser mujer. El país estaba en el desastre, porque
siempre se habla del tema económico y menos de los presos como María
Elena Cruz Varela que le hicieron comer los poemas en la calle.
La dualidad es una constante en todo el libro. ¿Por qué?
Como en La nada de Cioran y La nada de Sartre. Sobre la de Sartre es una
referencia política y sobre la de Cioran es poética, espiritual y
creativa. Eso fue inconsciente porque la frase [¿Por qué algo mejor
que nada?] de Cioran la encontré después. Hay momentos en la vida
de cada escritor en los que existe la tragedia. Un momento trágico de
rebeldía que te ayuda a encontrar el equilibrio poético y político,
como dice Rambau. Esta novela no tiene nada que ver con un análisis
marxista.
Los escritores cubanos han sido muy penetrados por este análisis. Los
textos que me tenía que leer de escritores marxistas los olvidé
pronto. Los rechacé desde la escuela. La nada cotidiana se desgaja de
estos textos que siempre están permeados de marxismo leninismo, o sea de
realismo socialista.
Mañana, Zoé Valdés
Zoé Valdés nació en La Habana en 1959. Tras estudiar
Filología, se trasladó a París, donde trabajó en la
UNESCO como documentalista entre los años 1983 y 1987. Durante esta época
aparecen sus dos primeros libros de poesía. De vuelta en Cuba, trabajó
como guionista de cine y como subdirectora de la Revista de cine cubano hasta
1994. Regresó a la capital francesa en 1995 para establecer su residencia
definitivamente. Fue en esos años, entre 1993 y 1994, cuando escribió
La nada cotidiana, la novela que la lanzó a la fama. Entre sus obras
destacan Sangre azul, La hija del embajador y Te di la vida entera, finalista
del Premio Planeta.
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