CUBANET... INTERNACIONAL

Agosto 17, 2001



Controversia rodea a retrospectiva fotográfica cubana que recorre el mundo

El fotógrafo y cineasta Mario García Joya se niega a participar

CONTACTO Magazine. Agosto 17, 2001.

Una retrospectiva de la fotografía cubana desde 1959, " Shifting Tides: Cuban Photography after the Revolution", ha comenzado a darle la vuelta al mundo con imágenes tomadas por una buena parte de los fotógrafos más significativos de los últimos 40 años. Muchos de ellos viven dentro de Cuba, otros han tomado el camino del exilio.

Entre el 15 de abril y el 1 de julio de 2001, la exhibición estuvo al alcance del público norteamericano en el Museo de Arte del Condado de Los Angeles (LACMA). Actualmente sigue su marcha por la costa este de Estados Unidos para luego dirigirse a Europa.

Más de 100 fotos en blanco y negro y a color reflejan ciertos aspectos de la realidad cubana de las últimas cuatro décadas, a través del lente de figuras como Alberto Díaz Gutiérrez (Korda), recientemente fallecido, Osvaldo Salas, Enrique de la Uz, Ivan Cañas, Rigoberto Romero, María Eugenia Haya (Marucha), y José Alberto Figueroa, así como Rogelio López Marín (Gory), Juan Carlos Alóm, Marta María Pérez Bravo, José Manuel Fors, Pedro Abascal, Manuel Piña, Carlos Garaicoa, Abigail González y Ernesto Leal.

Sin embargo, "Shifting Tides" no ha estado exenta de controversias. Una de ellas fue planteada por el destacado fotógrafo cubano Mario García Joya (Mayito), quien se negó a participar por no haber recibido la oportunidad de explicar que sus fotos de los primeros años de la revolución de Castro, fueron tomadas en medio de un fervor popular que nada tiene que ver con la realidad de hoy día. Su ausencia hace incompleta la retrospectiva y podría poner en tela de juicio las intenciones de sus organizadores de reflejar la verdadera situación de Cuba.

"No quiero ser cómplice de tantos "descubridores'' que se enriquecen con la pobreza de los talentosos músicos, pintores, fotógrafos, carpinteros o albañiles de la isla; no quiero ser cómplice de esta "izquierda'' bien comida que no escucha y no ve, ni de la que "tanto ama a Cuba'', sobre todo, a sus "lindos'' mulatos y a nuestras "cultas putas''; no quiero ser cómplice de un gobernante que provoca las desgracias y socializa la culpa; no quiero ser cómplice de los que encarcelan porque se hable de libertad o se "jinetee'' un pan", señala García Joya en una declaración de principios en la que explica su ausencia de la retrospectiva.

García Joya fue director de fotografía del fallecido cineasta cubano Tomás Gutiérrez Alea desde finales de los 60 hasta la realización en 1994 de "Fresa y Chocolate", filme sobre la discriminación a los homosexuales en Cuba que estuvo nominada para el Oscar a la mejor película extranjera en 1995. Ha fotografiado más de 90 películas, muchas de ellas largometrajes de ficción; sus fotos se han expuesto en el importante Centro Georges Pompidou de París, Francia, el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid, España, la Bienal de Venecia, Italia, el Festival de Arles, Francia, el Palacio de Bellas Artes y el Museo de Arte Moderno, de México, la Ledel Gallery de Nueva York y otros espacios trascendentes. Su nombre ha aparecido en textos de importancia como "A World History of Photography", "The Encyclopedia of Photography", en Estados Unidos, "La Photographie Contemporaine en Amerique Latine", en Suiza, y otros, así como en un número significativo de revistas especializadas.

"No quiero ser cómplice del alto funcionario que desde La Habana envía su perrita a un veterinario en París, ni de los sicarios que a manguerazos hundieron el fatídico trasbordador con madres y criaturas, asesinos impávidos ante el horror inocente; no quiero ser cómplice del planeado deterioro moral de mi pueblo, del robo de su autoestima y su dignidad ciudadana", agrega García Joya en su declaración, cuyo texto con las fotos que reflejan su larga trayectoria aparece en el sitio web ZoneZero.com.

"Guardaré mis imágenes porque ahora sí pienso en la memoria colectiva y tengo la convicción de que estuve allí por accidente, que en realidad estas fotografías no me pertenecen, que pertenecen a mi país y a sus recuerdos. Las guardaré para cuando se pueda contar la historia tal y como es o para cuando, como ahora en ZoneZero, me inviten a exponer mis fotos con mi propio discurso", concluye el fotógrafo.

El curador de "Shifting Tides", Tim Wride, ha dividido la retrospectiva en tres partes: primera generación, con los fotógrafos que captaron los primeros días del proceso político encabezado por Fidel Castro en 1959; segunda generación, parte compuesta por imágenes más introspectivas e insulares que se alejan del entusiasmo revolucionario de los primeros años; y la generación actual, con los jóvenes fotógrafos de hoy, que reclaman un espacio más particular e individual para su obra, en medio de una seria reflexión sobre la realidad actual, según el programa de la exhibición.

Desafortunadamente, tampoco forman parte de la retrospectiva los fotógrafos de origen cubano que han captado imágenes dramáticas del mismo período, como el arribo de los "balseros" a las costas de Florida, los rostros de connotados ex prisioneros políticos de Castro, de los sobrevivientes del hundimiento intencional del remolcador "13 de Marzo" o de los familiares de las víctimas del derribo de las avionetas de la organización Hermanos al Rescate por parte de aviones MiG de la Fuerza Aérea de Cuba. Tampoco está Alan Díaz, ganador del Premio Pullitzer por la toma que hizo de un soldado norteamericano apuntando con su arma al niño Elián González, durante el allanamiento de la casa de los familiares de éste en Miami por fuerzas especiales del gobierno federal de Estados Unidos.

No está tampoco Raúl Corrales, integrante de la primera generación, que vive en Cuba y decidió no participar.

De la ausencia y el olvido

Ausencia quiere decir olvido,
decir tinieblas, decir jamás.
(Canción cubana de la trova tradicional)

Por Mario Garcia Joya

A finales del año pasado, Tim Wride, curador de Los Angeles County Museum of Art, LACMA, me invitó a participar en la muestra de fotografía cubana que preparaba ese museo y que finalmente se inauguró en abril de este año con el nombre de Corrientes cambiantes: la fotografía cubana después de la revolución. Por un lado, comprendo la significación que tiene para cualquier creador vincular su nombre al de una institución prestigiosa como el LACMA y por otro, que la idea en sí misma es algo importante; sólo debía asegurarme de que el discurso épico y apologético dentro del cual, inevitablemente, insertarían mis fotos, quedara contextualizado y situado en su realidad pasada, irrepetible e impensable en la Cuba actual.

Buscamos fórmulas para que esta premisa se cumpliera, pero, a pesar de su comprensión, Wride no podía garantizarme nada en ese sentido y finalmente tomé la decisión de no participar. Ahora quiero explicar a la comunidad de fotógrafos, especialmente a los que allí participaron, los principios que me situaron en esta posición. Como bien se dice, nada personal ha ocurrido. En última instancia, quizás, también a muchos de ellos les hubiera gustado expresar allí su propio discurso.

Entre las muchas circunstancias que rodean mi fotografía hay una que me marca "como el hierro al toro''. Se trata de la aludida coincidencia espacial y temporal del fotógrafo y su sujeto como requisito indispensable para que el hecho fotográfico, al menos documental, se produzca. En otras palabras, se puede decir que no existe la foto de la famosa ascensión de Matías Pérez en su globo porque el Korda de la época no estaba allí, en el Campo Marte de La Habana, aquella tarde de Jueves del Santísimo, con su cámara y su magnesio, cuando Matías "voló como Matías Pérez''.

Pero, el 1 de enero del 59 yo, sin embargo, estaba en La Habana, despidiendo mi adolescencia con una cámara "cargada'' y muchas ganas de utilizarla. La conmoción social que desató la huida de Batista y la posterior entrada de Fidel Castro a La Habana exacerbó en la fotografía cubana su valor documental. Ahí, al alcance de la mano, había un mundo que se expresaba por sí mismo con la elocuencia y la pasión del que, "vencida la noche, saludaba la aurora''.

--¡Qué bonito, poeta! --le decía yo a un vecino del Cerro.

--Sí, pero, tírame una foto, aquí, ¡mira! --y se situaba "en pose'' junto a una bandera.

Así, a cada paso, la realidad se nos imponía. No había que pensar mucho, sólo teníamos que apretar el obturador y ahí están las imágenes, llenas de gentes esperanzadas y felices, esforzadas en recuperar y enderezar una sociedad que había quedado traumatizada por la corrupción y el crimen.

De más está decir que por esa época yo no tenía idea de qué cosa era "la memoria colectiva de una nación'', ni su "historia gráfica'' ni nada por el estilo. Sin embargo, había tomado muy en serio mi desempeño como cronista y durante los dos primeros años (1959 y 60) viví en las calles veinte horas diarias. Me sentía afortunado de estar allí en tal efervescencia y poder fotografiar a toda aquella gente común, del barrio, verdaderos héroes populares con un impresionante aval de siete años jugándose el pellejo en el peligroso enfrentamiento con la tiranía batistiana.

Yo formaba parte de aquel alborozo y mi identificación con los acontecimientos se evidencia en mis fotografías. En ellas existe un mundo retratado con la infinita ternura que siento por mis amigos, por mis gentes y con la admiración que sentía por los de la Sierra Maestra y sus leyendas, y por el verbo, entonces justiciero, de Fidel Castro. Con el tiempo esta historia tomó un rumbo opuesto al de sus comienzos y la Cuba contemporánea, irreconocible en su apariencia y perdida en su proyección, es la antípoda de aquella esperanzadora realidad.

Desde el punto de vista museológico, el período de mi trabajo que más puede significar en el amplio panorama de una retrospectiva de la fotografía cubana es el de la época entre el 59 y el 62. Es el que complementa las fotos de Alberto Korda, de Raúl Corrales y Osvaldo Salas, y el que, de alguna manera, da continuidad generacional al trabajo de Constantino Arias y al de José Tabío. De ahí el interés por mis fotos, mi supuesta "gloria'' y también mi eventual desgracia por el persistente desacuerdo que mantengo con la maniquea costumbre de encasillar autores.

Demasiado tiempo llevo expresándome a través de imágenes para ignorar el impacto emocional de una fotografía, su capacidad para convencer y hasta para mentir si se le asocia a ciertos contextos y, sobre todo, cuando se le sitúa merodeando algo que pudo haber sido una admirable gesta.

También sé de cuánta confusión puede causar en los juicios la prolongación artificial de una realidad a través del tiempo "virtual'' de la "fábula'' fotográfica. Conozco los sentimientos que mis imágenes pueden despertar y no quiero que, con un mensaje equivocado, contribuyan a desvirtuar la percepción del carácter tiránico que rige la realidad actual de mi país, cubriéndola con un "artístico'' y risueño velo.

No quiero ser cómplice de tantos "descubridores'' que se enriquecen con la pobreza de los talentosos músicos, pintores, fotógrafos, carpinteros o albañiles de la isla; no quiero ser cómplice de esta "izquierda'' bien comida que no escucha y no ve, ni de la que "tanto ama a Cuba'', sobre todo, a sus "lindos'' mulatos y a nuestras "cultas putas''; no quiero ser cómplice de un gobernante que provoca las desgracias y socializa la culpa; no quiero ser cómplice de los que encarcelan porque se hable de libertad o se "jinetee'' un pan.

No quiero ser cómplice del alto funcionario que desde La Habana envía su perrita a un veterinario en París, ni de los sicarios que a manguerazos hundieron el fatídico trasbordador con madres y criaturas, asesinos impávidos ante el horror inocente; no quiero ser cómplice del planeado deterioro moral de mi pueblo, del robo de su autoestima y su dignidad ciudadana.

Tampoco quiero ser cómplice de la cómplice apatía ni de mi propia frustración. Guardaré mis imágenes porque ahora sí pienso en la memoria colectiva y tengo la convicción de que estuve allí por accidente, que en realidad estas fotografías no me pertenecen, que pertenecen a mi país y a sus recuerdos.

Las guardaré para cuando se pueda contar la historia tal y como es o para cuando, como ahora en ZoneZero, me inviten a exponer mis fotos con mi propio discurso.

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