Soren Triff. El Nuevo
Herald, agosto 16, 2001.
La semana pasada aparecieron dos noticias que descubren la nueva sociedad
cubana que hemos venido avizorando desde hace un tiempo. Se trata de la detención
de un par de docenas de opositores que salían a la calle a recordar las
protestas callejeras de 1994 y la ola de "confiscaciones'' de viviendas de
miembros de la clase media y extranjeros.
Los exiliados denuncian las detenciones --muy bien--, pero no prestan atención
a las confiscaciones, y esto denota una ignorancia básica sobre lo que
sucede en Cuba. Ambas noticias están relacionadas porque son dos aspectos
de un mismo fenómeno: la burguesía se desencadena.
Cuba es hoy una sociedad autoritaria convencional que frena las fuerzas
productivas de la burguesía para sostener privilegios neofeudales de un
grupo de familias que controla los bienes del estado. Esa clase media, cada vez
más pujante, reclama espacios en todos los aspectos de la sociedad.
Me alegra ver que esta idea es cada vez más visible para la opinión
pública. Mauricio Vicent, de El País, en su artículo Cuba
confisca por "enriquecimiento indebido'' cientos de casas a nacionales y
extranjeros, los llama "macetas o nuevos ricos cubanos''. Dice que, según
Granma, se confiscaron 1,400 viviendas en el 2000. Natasha Niebieskikwiat, de
Clarín, afirma que Nace en Cuba "la clase media de los dólares'',
en otro reportaje. Enrique Patterson los identifica como una "burguesía
comunista'' en su magnífico artículo Cuba en perspectiva
[Perspectiva, 8 de agosto].
¿Quiénes son estos burgueses desobedientes y subversivos? ¿Por
qué no los vemos?
Como en toda sociedad neofeudal latinoamericana, la "burguesía''
no existe por sí misma. Vive parasitaria al poder neofeudal, a las
empresas de las grandes familias y del estado. Otra razón para su "transparencia''
son las antiguas divisiones de la guerra fría. Derechas e izquierdas,
castristas y anticastristas, revolucionarios y contrarrevolucionarios ocultan
las verdaderas sociales, económicas y culturales en la isla.
Tras la polarización política extrema en que ha vivido una
generación completa, es difícil ver, incluso imaginar, que hoy
muchos de los que tienen valores, visión del mundo y gustos burgueses
similares a los de la clase media exiliada, tienen charreteras verdes en los
hombros, carnés rojos en los bolsillos, pistolas Makarov en la cintura y
relojes Rolex en la muñeca de la mano. A muchos se les hace difícil
pensar que los peores enemigos de Castro visten su propio uniforme y que es una
guerra que el dictador no puede ganar. Como se ha dicho alguna vez, Castro sigue
al timón, pero estos "compañeros empresarios'' le están
desarmando el auto. Sólo en algunos instantes como éstos, cuando
se ve la magnitud de las confiscaciones, se comprende la pujanza de esa clase
media que se desencadena.
El dato tiende a contradecir el pesimismo de Patterson, quien dice que "una
gran cantidad de los que viven en la isla no sueña con mejorar su vida en
el país''. Creo que noticias como ésta afirman lo contrario. Una
cantidad cada vez mayor de cubanos desea mejorar su vida dentro del país,
y el régimen no puede controlarlos. Muestra que es un amplio fenómeno
social, no estrechamente político, pues incluye a los propios seguidores
políticos, familias, socios de negocios del poder, a quienes el régimen
esquizofrénica y paranoicamente premia y persigue a la vez.
¿Por qué debemos identificarlos y respaldarlos? Porque esta
burguesía en traje de Armani y carné del Fondo de Bienes
Culturales es fuente de modernidad. Nuestra clase media, nuevamente pujante, es
frágil. Como sucede en América Latina, es la primera víctima
de las revoluciones "proletarias'' y de los golpes militares. ¿Saben
por qué? Porque la lucha en realidad no es entre izquierda y derecha, ni
entre ricos y pobres, ni entre naciones e imperios. La lucha que se pelea hoy en
varias regiones del mundo es entre la tradición y la modernidad.
El régimen lucha desesperado en tres frentes: la oposición, el
exilio y la burguesía. El tercer frente es el que le va a dar la estocada
final.
La clase media es la enemiga natural de la sucesión, pues es el statu
quo precisamente el que la frena. Tenemos que respaldar a nuestra burguesía
en las cárceles, pero también en la empresas mixtas, en las
oficinas de gobierno y en los paladares, porque ella --mujer al fin-- es nuestra
esperanza.
© Echerri 2001/El Nuevo Herald |