Zoé Valdés. Novelista Cubana. Tengo 41 años.
Nací en La Habana Vieja (Cuba) y vivo en París desde hace seis años.
Soy escritora. Estoy casada y tengo una hija, Attysluna (8). En política,
defiendo los derechos humanos, la justicia y la honradez. Guardo unos zapatos
con los que di mis últimos pasos en Cuba. Mi religión es el
misterio y la poesía: Dios es poesía
Víctor M. Amela.
La Vanguardia Digital, agosto 10,
2001.
- Zoé... ¿Qué significa?
- Vida, en griego.
- ¿Acaso hay griegos entre sus ascendientes?
- No, hay abuelos canarios, una abuela irlandesa y un abuelo chino.
- ¿Y lo de Zoé, entonces...?
- Es que en Cuba somos libérrimos poniendo nombres a los niños.
¡Conocí a unos mellizos llamados Sanyo y Samsonite!
- No.
- Sí. Y hay chicas llamadas Usnavi (de US Navy, por los barcos
americanos) y sé de una señora que le puso de nombre a su hijo lo
que leyó en una página de un almanaque: "Santoral al dorso".
Y Santoral-al-dorso se llamó.
- ¡Aún tuvo usted suerte con su madre!
- ¡Sí! Lo malo es que vivía con ella (que trabajaba de
noche, de camarera), con mi abuela (que era actriz de teatro) y con mi tía
(que era manicura y lectora de Corín Tellado), y yo en medio de las tres,
¡y era enloquecedor!
- ¿Y eso?
- Esas tres mujeres solas... Mi padre abandonó a mi madre después
de nacer yo. "Dios mío, ¡mándame a un hombre!", le
oía clamar siempre a mi madre. Y, por ayudarla, yo quise ser ese hombre.
Y lo fui: en aquel caos de mujeres, yo ponía un poquito de orden.
- Curiosa situación.
- Incómoda a veces. Recuerdo que una vez, en clase, nos preguntaron
por la profesión de los padres. Y yo lo único que podía
decir de mi padre era lo que siempre le oía decir a mamá: "Degenerado
hijo de puta".
- ¿Y dijo eso en clase?
- ¡No! Dije que era astronauta. Que era ruso. Lo malo es que un día
iba yo con mamá por la calle... y nos topamos con la maestra. "¿Qué
tal su marido? ¿Por Marte?", preguntó la maestra. "¡Ése...
ése siempre está en Marte!", replicó mi madre, y así
me salvé.
- ¿Cuándo salió usted de <Cuba>?
- La primera vez tenía 23 años: me casé con un señor
importante del régimen al que enviaron a la Unesco, a París, y fui
con él.
- ¿Y qué tal?
- El primer día entré en unos grandes almacenes... ¡y me
mareé!: las luces, los perfumes... Falta de costumbre. En Cuba nos
contaban horrores de Europa y vi que no era verdad.
- ¿Trató usted con Fidel Castro?
- Hablé con él a los 13 años. Yo estaba en un
campamento de trabajo, en el campo. Pasó un helicóptero y nos tiró
caramelos: los niños corrían a cogerlos. Luego bajó el
helicóptero y de él salió Fidel Castro: "¡No veo
aquí que nadie trabaje! -gritó-. ¡Sólo recogen
caramelos!". ¡Y nos los había tirado él! Preguntó
por la responsable de cultura del campo, que era yo, y me dijo: "¿Qué
les enseña usted a esta gente, sólo a bailar?"
- No le noto simpatía hacia Fidel...
- ¿Cómo tenérsela a alguien que ha empeñado su
vida en destruir Cuba? Pero me separé de mi primer marido y regresé.
Trabajé haciendo zapatos, haciendo de todo, y al final en la revista "Cine
Cubano". Y como jurado del Festival de Cine de La Habana, ahora con 31 años,
volví a toparme con Castro.
- ¿Habló con él?
- Le pregunté: "¿Qué le gusta leer?". ¡Esto
es algo que no se le debe preguntar a Castro! No le gusta. Pero me respondió.
"Novela histórica". Insistí. Y precisó: "Yo,
Claudio".
- ¿Qué le preguntaría ahora?
- ¿Qué se le puede preguntar a un dictador? ¿Por qué
ha asesinado tanto? ¿Por qué ha montado un sistema tan monstruoso?
No, no tengo ganas de preguntarle nada.
- Eso decía el poeta Reinaldo Arenas.
- Yo le admiraba. Me crucé con él por La Habana un par de
veces. Había leído -¡a escondidas, claro!- obras suyas. La última
vez que le vi, él acababa de salir del penal por homosexual, y le vi mal.
Yo iba con un amigo, que le ofreció trabajo. Arenas lo declinó y
al día siguiente huyó en el "Mariel" a Miami.
- Un "gusano", como dicen en Cuba.
- Así se llamaba a los que se iban a Miami. ¡Pero ya no! Ahora
les ven como a salvadores: ¡mil millones de dólares entran al año
en Cuba procedentes de los cubanos de Miami! Son muy trabajadores. Hoy, sin ese
dinero, Cuba se hundiría. Ya ve: de bloqueo, ¡nada!
- ¿Vio actuar a Bardem como Arenas?
- Sí, y lloré. Me recordó los juicios populares, tantos
suicidios... Javier Bardem está sobrenatural: ¡camina y habla como
Arenas!
- Y usted, como él, también un día se fue.
- El 21 de enero de 1995. Yo había sacado de Cuba originales de mi
novela "La nada cotidiana" y sabía que una vez publicada en
Europa, yo no podría ya volver a Cuba.
- ¿Y cómo salió de allí?
- En avión, con el pretexto de un curso que iba a dar a París.
Iba con mi hija de un año y medio y no la dejaban salir. Alguien se puso
a cantar "La Macarena" en el aeropuerto y se armó tal juerga
que el oficial me dejó pasar.
- Ya sabe que en Europa hay todavía mucha gente que defiende a Fidel
Castro...
- Sí, ya sé, y entre ellos los empresarios españoles
que van allí porque pagan una mierda de sueldos y no hay huelgas. ¡Los
esclavos negros en la colonia española comían mejor que hoy los
trabajadores cubanos!
- ¿Y por qué no se rebelan los cubanos?
- El cubano es muy "aguantón". Y hay represión,
terror... Los que tienen cojones sólo tienen dos opciones: la cárcel
o el exilio.
- ¿Qué piensa si oye apologías a Castro?
- Que es típico de una generación que no oye, de retrasados
mentales fascinados por el poder. Desgraciadamente, no hay nada que hacer. También
mucha gente ha reflexionado y ha cambiado, como Maruja Torres.
- ¿Cuándo volverá usted a Cuba?
- Cuando Cuba sea libre. Ese día volveré a ponerme los zapatos
con los que di mis últimos pasos en La Habana. Por eso los guardo. |