CUBANET .INDEPENDIENTE

10 de agosto, 2001


Una cuenta que no da

Tania Díaz Castro, UPECI

LA HABANA, agosto - En Cuba hay cuentas que no dan, que discrepan: la que el Estado saca con relación a los gastos que ocasiona el pueblo, y la que el pueblo hace y cuyo resultado es que no puede alimentarse con la moneda que cobra a través de salarios y jubilaciones, y mucho menos vestirse, calzarse, comer en un buen restaurant o disfrutar de los servicios de los centros turísticos, las discotecas...

El trabajador cubano promedio recibe un salario en moneda nacional equivalente a 11.32 dólares mensuales, en país donde el Estado vende el litro de aceite comestible en 2.40 dólares, el paquete de spaguetti a dólar, y el kilogramo de leche en polvo en más de 3 dólares.

Por eso hay que seguir sacando la cuenta, hacer cálculos, porque la cuenta no da, según la realidad cubana.

El Estado saca una cuenta con la divisa que invierte, por ejemplo, en los pocos y pésimos productos que recibe (cuando la paga) cada familia por la magra cuota normada en moneda nacional, así como en los deficientes servicios de agua, gas, electricidad, teléfono y alquiler de viviendas que precisamente el Estado no les da mantenimiento.

También señala el Estado que una placa de rayos X, un equipo de ultrasonido, una intervención quirúrgica, la extracción de una pieza dental y los escasísimos medicamentos que se adquieren en las farmacias, le cuesta dólares y todo ello lo recibe gratis la población.

Pero, ¿y si sacamos la cuenta del dinero en dólares que aportan los trabajadores cubanos al Estado? ¿Acaso no son esos mismos trabajadores los que producen los bienes materiales de exportación o los artículos alimenticios de primera necesidad que se venden en las tiendas dolarizadas, artículos que todo trabajador debe comprar en dólares, pese a recibir su salario en moneda nacional?

No, claro que la cuenta no da. Eso lo sabemos todos sin ser economistas. El cubano común, de a pie, que es la inmensa mayoría, vive muy por debajo de los límites de la pobreza, lo que no ocurría en las décadas del cuarenta o cincuenta del siglo pasado.

Las dificultades materiales son tan grandes para esa gran parte de la población que no se vislumbra ninguna solución ni a corto, mediano o largo plazo.

Si antes eran los ricos quienes disfrutaban de las ventajas de la vida moderna, hoy son los altos dirigentes castristas los que gozan de ese privilegio, respaldados por nuestras propias leyes.

Sí, debemos seguir sacando la cuenta y repetir como el sabio griego Anacarsis: "Las leyes son como las telarañas, los insectos pequeños quedan atrapados en ellas, pero los grandes las rompen".


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