Cuentas mal
sacadas
Oscar Espinosa Chepe
LA HABANA, agosto - En Cuba se ha convertido en moda que funcionarios y
periodistas oficiales traten de demostrar lo indemostrable: que un trabajador
común pueda vivir y mantener a su familia con su salario.
En esta ocasión le correspondió el turno al señor Angel
Rodríguez Alvarez, director del periódico Tribuna de La Habana,
que en artículo titulado "Para sacar bien las cuentas",
publicado el 5 de agosto, lo único que demostró fue un alto nivel
de inexactitudes.
Para sus cálculos, el señor Rodríguez parte de un
ingreso mensual de 300 pesos que -según él- equivalen a 15 dólares,
pero de acuerdo con la tasa vigente (22 pesos igual a un dólar) sólo
representan 13.63 dólares. Debe añadirse que el salario promedio
mensual en Cuba en el 2000 fue de 249 pesos, o sea, 11.32 dólares. Por
supuesto, existen millones de personas empleadas -como muestran los datos
publicados por la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE)- que perciben
ingresos inferiores a ese promedio, e inclusive cientos de miles que ni alcanzan
los 150 pesos. Sin mencionar a los jubilados, que reciben una pensión
promedio mensual de 104 pesos, cifra que equivale a 4.73 dólares al
cambio oficial vigente.
En el artículo de Rodríguez, donde no se mencionan los daños
que inflige a la sociedad cubana la creciente dolarización de la economía,
se expresa: "La existencia de dos monedas es objeto de análisis
constante entre los ciudadanos, y provoca, en ocasiones, confusiones e
incomprensiones, especialmente entre aquellos segmentos de la población
cada vez menores que no tienen acceso a la divisa".
Las confusiones e incomprensiones están más que justificadas
porque en Cuba sin el billete verde es casi imposible la vida, y mediante el
trabajo es muy difícil obtenerlo.
Según la intervención del ministro de Economía y
Planificación José Luis Rodríguez en la Asamblea Nacional
de diciembre pasado, únicamente el 26,2 por ciento de la fuerza de
trabajo ocupada participa en sistemas de estimulación en divisas. Ello no
quiere decir que siempre esos trabajadores reciban las pequeñas
asignaciones, pues ello depende de complicadas y rigurosas condiciones, como es
el requisito del cumplimiento del plan, que muchas veces se malogra por
cuestiones ajenas a su voluntad.
Además, un número importante de cubanos recibe divisas de sus
familiares o amigos residentes en el exterior, en particular de Estados Unidos.
Expertos calculan que estas remesas, por su volumen, representan hoy el mayor
ingreso neto en moneda extranjera llegada al país. Sin embargo, la mayoría
de los ciudadanos carece de la suerte de contar con benefactores.
Asimismo, la dolarización ha provocado una significativa
estratificación social, desvinculada de la capacidad y el aporte laboral
de las personas, sin contar con otros efectos notablemente nocivos sobre los
valores espirituales de la población y la propia economía.
En su trabajo periodístico el director del Tribuna de La Habana trata
de magnificar las subvenciones estatales otorgadas a las magras cuotas de
alimentos vendidas mensualmente a través del sistema de racionamiento a
precios reducidos, que él mismo reconoce como insuficientes para
satisfacer las necesidades familiares, y a diferentes servicios como si fueran dádivas
del "generoso" estado al pueblo.
En primer lugar, no existe nada gratuito, sino la redistribución de
las riquezas creadas por los trabajadores. Práctica que se lleva a cabo
en muchas naciones, a mayor o menor escala, y que en algunas como Canadá
o los países de Europa Occidental, en especial las nórdicas
(Suecia, Noruega y Dinamarca), posee alcances extremadamente elevados, con lo
que han obtenido avances envidiables en materia de educación, seguridad
social, salud pública y otros servicios, con apreciable grado de
eficiencia, sin que a nadie se le ocurra la idea peregrina de que esos logros
son un regalo estatal.
Por otra parte, el director de Tribuna de La Habana expresa que las
subvenciones también tienen un alto componente en divisas, sin tomar en
consideración que infinidad de personas las generan directa o
indirectamente con su labor y, no obstante, se les paga sus salarios en moneda
nacional. Ejemplo de esto es el medio millón de trabajadores de la
agroindustria azucarera, que elaboran el principal producto de la exportación
cubana. Igual sucede con muchos obreros y empleados, cuyas producciones o
servicios luego se venden en moneda convertible.
Por cierto, en el artículo de Rodríguez existe una gran
equivocación cuando afirma que por 300 kilowatts se pagan alrededor de 27
pesos, cuando el precio exacto de esa electricidad consumida es de 49 pesos. Los
primeros 100 kilowatts a razón de 9 centavos cada uno, y los restantes
200 a 20 centavos.
En conclusión, las cuentas no fueron correctamente calculadas. Sería
oportuno que el director del Tribuna de La Habana las revisara, conjuntamente
con algunos conceptos que no guardan relación alguna con la realidad
cubana.
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