El Estado, verdadero propietario
Claudia Márquez Linares, Grupo Decoro
LA HABANA, septiembre - Estrenar una vivienda es un acontecimiento
desconocido para la inmensa mayoría de los cubanos. El problema
habitacional es quizás el más crítico de los aspectos
sociales que afecta a nuestras familias. Un alto por ciento del fondo de
viviendas del país se encuentra en mal estado, siendo ciudad de La
Habana, la capital, el caso más complejo pues son comunes los derrumbes
en los que muchas personas pierden la vida.
Las necesidades siguen aumentando y, como en casi todos los aspectos de la
vida, los cubanos también inventan para resolver. Según las
autoridades, el socialismo en Cuba en cuanto a la situación de la
vivienda ha alcanzado un logro social. Se trata de que los habitantes de la Isla
mayoritariamente son propietarios de su viviendas. Eso significa que la
generalidad de las familias poseen título de propiedad del lugar donde
viven.
Muchos son los mitos acerca de las bondades del sistema cubano, pero en este
caso la distancia entre la realidad y lo que se dice es tan amplia que ya no es
un mito, es un globo, puro cuento, mentira total. ¿Cómo alguien
puede ser dueño de algo que no puede vender libremente, o regalar o dejar
en herencia? Y es eso lo que le ocurre a los propietarios de vivienda en Cuba.
Por ejemplo, si usted es un dueño de su casa, la que ha pagado íntegramente,
y muere, su hijo o su heredero al recibir el traspaso de la propiedad deberá
comenzar nuevamente a pagarla, como si la hubiera recibido del Estado. Si el
propietario desea venderla se expone a tener que responder por un delito. Aunque
resulte totalmente absurdo para ciudadanos de otras naciones, en Cuba es delito
vender lo que es "propio".
La permuta es el método más recurrente que tienen los
habitantes de la Isla para tratar de mejorar un poco sus condiciones
domiciliarias o, sencillamente, para cambiar de barrio.
Permutar es intercambiar entre sí dos propietarios o más de
viviendas. Pero aún en estos casos interviene ineludiblemente el Estado,
que es quien autoriza si tal intercambio puede o no efectuarse. Si, por ejemplo,
una persona vive sola en una casa amplia en la cual le sobra espacio -lo que es
poco frecuente- y desea cambiarla por otra más pequeña en la que
habita una familia más numerosa, eso podría ser prohibido por las
autoridades de la Dirección de Vivienda. En tal caso alegarían que
el intercambio es "desproporcionado" y por ende podría haber
algún pago por medio. A eso los funcionarios le llaman "venta
encubierta".
Recientemente, la prensa oficial ha publicado nuevas leyes que regulan aún
más las permutas con el fin de tener mayor control y por tanto restringir
la poca libertad que les queda a las personas a la hora de realizar el
intercambio de inmuebles.
Como podrá apreciarse, no es difícil comprender la falsedad de
tales títulos de propiedad. Muchos más ejemplos pudieran exponerse
de las dificultades y hasta los conflictos que se crean a causa del derecho que
se tiene o no al lugar en que se habita.
Quizás el mayor atentado contra la propiedad se produce cuando la
familia decide abandonar el país. En este caso el susodicho propietario
no sólo pierde el poder sobre su residencia, sino que el Estado luego de
inspeccionarla le confisca todo lo de valor: muebles, equipos electrodomésticos,
etc., que haya dentro del inmueble.
Poseer en Cuba un título de propiedad de la vivienda a quien más
sirve es a la falsa imagen de bondad de un sistema que, en la práctica, y
como suele hacer en casi todo, priva a los cubanos de los más elementales
márgenes de libertad.
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