CUBANET .INDEPENDIENTE

20 de septiembre, 2000


El ABC de no ir a pie

Ricardo González Alfonso

LA HABANA, septiembre - ABC es una sigla polifacética. Lo mismo sirve de nombre a un diario español que a un movimiento político (recordar la lucha contra Gerardo Machado), que a un artículo sobre la locomoción -esa moción de locos que es el transporte en Cuba.

Schopenhauer expresó que "el destino mezcla las cartas y nosotros jugamos". El humor criollo, al traducir este pensamiento a la cotidianidad patria, clasificó a los cubanos en diplogentes, dirigentes e indigentes. También creó otro sistema de categorías, quizás con más vigencia, pero lo dejaré para el final.

Por el momento, quedémonos en un punto equidistante entre la frase del célebre alemán y el chiste citado. O lo que es igual, aceptemos que en el tema que nos ocupa a unos les corresponde jugar con naipes A, a otros con B y a no pocos con C. Sólo que aquí -al revés que en la Biblia- los últimos no son los primeros.

La A

Por algo la palabra aristocracia tiene como letra inicial esta vocal primogénita, así como automóvil y avión.

Comencemos por el invento de los hermanos Wright. Si se trata de un vuelo internacional y usted es extranjero, ¡felicidades! Si es cubano y pretende dar un viajecito nacional, la cosa no es tan grave: reserva el pasaje con anticipación profética o se pone en la lista de espera, método empleado por lo general por desesperados(as) que son listos(as). Existe el soborno. Pero si usted nació entre el Cabo de San Antonio y la Punta de Maisí y se le ocurre viajar en avión por cuenta propia allende a los mares... Bueno, son tantos los trámites que un equipo multidisciplinario se halla a punto de editar una enciclopedia que lo explica en 38 tomos.

Como dijimos, la A también corresponde a los automóviles. Las matrículas, chapas o placas de los autos en Cuba están influidos por un fenómeno donde se mezclan el arco iris, la burocracia y el tránsito.

Las placas rojas corresponden a las empresas estatales. Las azules también son del Estado, pero no de empresas. Por ejemplo, son las de los autobuses, que debieran llamarse multiabusos, pues en ellos todos se empujan los uno contra o sobre los otros, casi no se puede aspirar o respirar; y si alguien se descuida, le roban las medias sin desatarle los zapatos.

Las chapas verdes no tienen nada que ver con la ecología. Y mucho menos con la esperanza. Son los de los Ministerios de las Fuerzas Armadas y del Interior.

Las blancas corresponden a los dirigentes. Me refiero a las placas blancas, claro está. Y para que nadie crea que se trata de una actitud de discriminación racial, las negras, o sea las matrículas de este color, son para los diplomáticos.

Pero hay más, las marrones la ostentan los carros que alquilan los turistas foráneos, y las amarillas, ¡ah!, las amarillas!, son particulares, pero eso sí, con sus peculiaridades.

Una amarilla HK es la de un extranjero radicado en Ciudad de la Habana (¿Por qué K significa extranjero? ¡Kualkiera sabe!). Si es de un auto Lada u otro que le "asignó" el gobierno, y que usted pagó, es casi particular; lo puede conducir, pero no vender. En cambio, si es un carro de la década del 50 o del 40, es tan suyo que lo puede hasta negociar. Algunos maldicientes aseguran que es un homenaje póstumo que rinden las autoridades comunistas a la propiedad privada.

También los vehículos de las corporaciones extranjeras emplean las placas amarillas. Pero no se fíe de las chapas de ese color. Las usan los patrulleros de la policía secreta.

La B

Esta clasificación de transporte corresponde siempre a los más desesperados.

Primero a quienes no soportan esperar un vehículo colectivo y optan por la bicicleta (generalmente Made in China y muchas veces con una marca que posee algo de presagio: Forever). Segundo, los que buscan la esperanza por los senderos del mar y deciden emigrar -o naufragar- furtivamente en una balsa.

La C

Es la más popular, o para respetar a Schopenhauer, la última carta de la baraja.

Existe el Camello (camión que arrastra "algo" semejante a ese rumiente, pero cruzado con unas sardinas in oil y solidarias que donaron sus latas a los cubanos).

Existen otras variantes tradicionales, como el coche, la carreta y el carretón, que son los salvavidas provincianos; y los ciclotaxis, que dan con sus paseos un aire anamita a la tierra de Martí.

Pero hay una tan imaginativa, que no la concibió Julio Verne. Se trata de ese engendro casi mitológico que no por gusto parte de la intersección de Aguila y Dragones: el ciclobus, ómnibus sin asientos para transportar a través del Túnel de La Habana a los ciclistas con sus "Forever".

Prometido en el segundo párrafo, lo cumplo en el último. Otro chiste define que los cubanos pertenecemos a tres clases sociales: los fulanos, que tienen fulas (dólares, en el argot callejero). Los ciclanos, que se trasladan -o trasladamos- en ciclos. Y los esperancejos, quienes tenemos tremenda esperanza que todo esto cambie de una vez y para siempre y no "Forever".



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