La dicha cuesta un peso
Lucas Garve, CPI
LA HABANA, septiembre - La esquina de San Rafael y Galiano hace mucho dejó de ser llamada la Esquina del Pecado. Ahora bien, puede llamársele la Esquina del Infortunio por lo triste de ver lo que es hoy el Ten Cent y Flogar.
Aunque, tampoco es cosa de perder las esperanzas. Resulta que mucho aprieta Dios, pero no ahoga.
Una mujer justo en la esquina de San Rafael le promete a usted la Dicha. Dicha que buscan muchos cubanos hoy, como lo hacen los elefantes cuando la sequía es muy fuerte, levantando la trompa al aire para detectar el viento húmedo de la lluvia a kilómetros de distancia.
Pues esa mujer morena, alta, con un pañuelo verde para envolver el pelo, saca de un sobre unas tiras de papel escrito a lápiz donde aparece su suerte, su futuro, la solución a su problema. ¡Y todo por un peso!
En Cuba, la suerte la tenemos tan perdida que pagar un peso para que te lean el papelillo del sobre de la Suerte y el Futuro es una ganga a no dejar pasar.
Seguro que eso mismo pensaron las setenta u ochenta personas arremolinadas alrededor de la adivinadora-lectora de futuros -en verdad inciertos, pero futuros.
Aquello me llamó la atención y acudí a la noticia -así se le llama ahora a la curiosidad que antes fue nada más que chisme- y un señor arrugado y descreído (al parecer por llevar mucho tiempo oyendo cuentos) me confirmó lo que pensé
al tener al frente tal espectáculo: "Es una mujer que te dice tu futuro y cobra un peso. Págale, a ver si te dice cuándo van a vender carne por la libre, anda...". Y partió con una mueca en los labios, que ninguno confundiría con una sonrisa.
Así están las cosas de duras para los adivinadores, cartománticos, santeros, babalawos y familia. Hacen su agosto en cualquier mes del año.
Simplemente, necesitamos que nos digan la dicha futura. La cuestión es que como no la vemos venir por alguna parte -puede ser por asuntos de la dificultad de transportación- hemos perdido hasta la imaginación.
Cansados y descreídos de las promesas oficiales de una mejor vida al término del cumplimiento de una nueva meta, ahora mismo, la única suerte posible es la de emigrar, partir, irse del país, salir echando... quien no lo logre -¡ah bueno!- a buscar quien le recite
el futuro promisorio y, cómo alcanzarlo.
¿El Tercer Milenio cubano asemeja a un callejón sin salida alternativa? Para muchísimos en la Isla la respuesta es afirmativa. Pero solamente muy pocos pueden encontrar una solución.
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