Tristeza y penurias de un "pueblo cautivo"
Víctor Rolando Arroyo, UPECI
PINAR DEL RIO, septiembre - Visitar el pueblo cautivo López Peña, en la provincia de Pinar del Río, es adentrarse en el dolor de miles de campesinos villaclareños que hace 29 años mal viven allí pues "representan un peligro potencial para la
tranquilidad nacional", al decir de los voceros del régimen de Fidel Castro.
Conversar con los protagonistas de esta triste historia nos remonta al escenario de la mayor y más prolongada resistencia armada al gobierno de Castro, en sus más de 40 años de gobierno absoluto.
No hay una de esas familias que no tenga el triste recuerdo de la pérdida de uno o más familiares, ya sea en acciones bélicas o posteriormente fusilado.
Tuve la imborrable impresión de conocer, de primera mano, anécdotas del destierro forzoso y de cuanto engaño se entremezcló para su realización.
Hombres de campo, que ya habían cumplido diversas sanciones de cárcel, se vieron engañados y condenados a construir lo que por el resto de sus vidas será su pueblo cautivo. Años de separación de esposas e hijos hasta que la conveniencia oficial permitió
tal reunificación, pero alejándolos para siempre de otros parientes y del terruño que aún siguen reclamando.
Al caminar por calles y parajes de este pueblo cautivo, percibí la tristeza en sus moradores, tuve la impresión de estar acorralado, siempre hay miradas atentas a gestos y conductas para informar con brevedad.
Las nuevas generaciones no han claudicado, tienen su proyecto para retornar bajo el programa "Mi Tierra", pero ese derecho se les niega. El "Ex-Club Cautivo", asociación de carácter pacífico que los aglutina, goza de una amplia membresía y del
reconocido respeto incluso de los más esquivos.
Todo en ese poblado recuerda su origen: la falta de saneamiento, la maleza que virtualmente cubre las áreas que debían ser de disfrute y esparcimiento y muchas, muchas manchas de una pintura carmelita oscuro que tratan infructuosamente de tapar.
La frase que más se repite en este poblado, y que inquietas manos de algún solitario opositor se encarga de escribir no sólo para expresar el deseo de casi todos los que allí residen, sino para ver correr a los gendarmes y observar cómo cubren rápidamente
la frase que tanto temen y que todos saben que un día se hará realidad.
Otras dificultades hacen más difícil la vida allí. El esparcimiento de los jóvenes es nulo, y el único cine se convirtió en sala de video donde el precio de una función impide que se visite a menudo. Para las féminas la dosis de
dificultades es mayor: más de cinco meses hace que no venden combustible para las cocinas, y para las embarazadas ni siquiera hay reactivos para sus análisis de laboratorio clínico. Todos sufren por igual la carestía de una ambulancia, para casos de urgencia, en el policlínico
del lugar.
Así andan las cosas por López Peña, un pueblo cautivo situado en la provincia de Pinar del Río.
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