Engels,
globalización y castrismo
Manuel David Orrio, CPI
LA HABANA, noviembre - No asombra que la prensa oficiosa cubana conmemore el
próximo 28 el natalicio 180 de Federico Engels, uno de los fundadores del
llamado comunismo científico, dado que la vigente Constitución de
Cuba lo designa como uno de los "guías", junto a José
Martí, Carlos Marx y Lenin, de un pueblo consumidor de picadillo de soya.
Nacido en Barmen, Alemania, en 1820, a su extensa labor teórica como
economista, sociólogo y filósofo, unió Engels su capacidad
como uno de los organizadores del Partido Socialista Alemán, primero de
su tipo en la Historia, así como en la creación de la llamada
Segunda Internacional, hoy devenida Internacional Socialista. Parece olvidado,
tras el derrumbe soviético y de "los demás", aunque su
legado no cayó del todo en vano. Permanecen sin solución global
aquellos problemas sociales contra los cuales su conciencia se rebeló,
allá por los días en que describió las infames condiciones
laborales padecidas por los obreros ingleses de mediados del siglo XIX.
Edward W. Said, profesor en la Universidad de Columbia, apunta en El País
Digital de 3 de octubre último una valoración del neoliberalismo
que bien pudiera haber sido escrita por Engels. Según Said lo que ha
desaparecido es la idea de que los ciudadanos necesitan tener un derecho,
garantizado por el Estado, a la sanidad, la educación, el cobijo y las
libertades democráticas. Si todos ellos se convierten en la presa del
mercado globalizado, el futuro es profundamente inseguro para la inmensa mayoría
de la gente, a pesar de la retórica tranquilizadora (y profundamente engañosa)
de cariño y bondad que prodigan los que controlan los medios de
comunicación y los expertos en relaciones públicas que dominan el
discurso público.
Engels, coautor del Manifiesto Comunista, profetizó casi literalmente
el advenimiento de lo hoy conocido como globalización, todas sus
contradicciones incluidas. Pero de ahí a asociarse a él, o a Marx,
con las consecuencias totalitarias hijas del célebre manifiesto, va un
pequeño trecho. Uno y otro cayeron presas de la ambigüedad teórica
de una doctrina que puso en el altar a la violencia como partera de la Historia,
aún cuando comprendieran, como apuntaron, que el problema esencial del
hombre es el de su emancipación. No por gusto, esta frase: "El
bienestar de todos pasa por el bienestar de cada uno". Engels,
particularmente, dejó bien claro en los finales de su larga vida, a
partir de sus estudios sobre la evolución de las guerras, que en las
condiciones modernas lo inmensamente destructivo de las armas haría
peligrar a la existencia misma de la Humanidad, razón por la cual
pronosticó que ello terminaría por imponer carácter pacífico
a toda contienda pública. "Las luchas obreras del futuro no se
librarán en las barricadas, sino en las urnas", escribió,
como para advertir a los discípulos del inmenso error que cometerían
años después, con Lenin a la cabeza. Engels, quizás, fue el
primer representante de la clase obrera que vaticinó la carencia de
futuro de los enfoques confrontacionales en política, relaciones
internacionales o desenvolvimiento social general. Quien privilegia a las urnas
acepta el compromiso de ganar o perder, en buena lid, opositores reconocidos sea
cual sea su pelaje, y siempre que todos respeten las reglas del juego. Por
supuesto, muy de dudar será que la prensa oficiosa cubana, si conmemora
el natalicio de Engels, aborde esa arista democrática de las postrimerías
de su vida, tan parecida al valor otorgado a la disidencia por su brillante
seguidora, Rosa Luxemburgo. Cierto es: la izquierda socialdemocrática
parece empantanada en su esfuerzo de hallar alternativas profundas al discurso
neoliberal y a su apología del mercado. Pero su similar "tradicional",
tan cercana al Partido Comunista de Cuba, casi idéntica se diría, ¿ha
encontrado cómo compatibilizar el ideal socialista con el carácter
universal e indivisible por lo tanto, globalizado de los derechos humanos? Cabe
preguntarse, por ello, si es posible considerar a Engels como patrimonio del
castrismo, entendido como doctrina política de los partidarios de Fidel
Castro, sobre todo si entre ambos existe una divergencia programática,
dada por la actitud hacia la propiedad sobre los medios de producción.
Partidarios del castrismo y Fidel Castro mismo colocan en "lo sagrado"
a la propiedad estatal sobre dichos medios. Aunque la Constitución cubana
restringe lo estatal sólo a los fundamentales, la interpretación
real ha conducido a un estatismo definitivamente exagerado. Engels, aún
en sus momentos más tremendistas, señaló sin ambages que la
propiedad del Estado sólo es capaz de llevar al extremo la contradicción
entre capital y trabajo asalariado, y afirmó que el verdadero socialismo
comienza únicamente cuando es la sociedad la que se apropia directamente
de las fuerzas productivas. Consulte la prensa oficiosa cubana el discurso
fundacional de la Primera Internacional, donde dicha propiedad social se define
como cooperativas de productores libres, asociados mediante un plan único.
Por tanto, si se parte de tales conceptos como definitorios del ser socialista,
puede deducirse que el estatismo castrista reproduce, como nunca, aquello contra
lo cual Engels combatió. Y si ello sucede en condiciones de globalización,
una pregunta se impone: ¿se promueve desde el poder de Cuba exactamente lo
criticado por Said, aunque una voluntad política parezca hacer lo
contrario? Supóngase los mejores propósitos: pues bien, de buenas
intenciones, empedrado el camino del infierno.
No puede olvidarse que una de las causas del repunte del liberalismo, en su
forma neoliberal, ha sido la probada ineficacia del Estado como productor de
bienes y proveedor de servicios sociales, por lo que cabe interrogar si parte de
las críticas al neoliberalismo representan, en el mundo real, nostalgia
de burócratas desempleados. Por el lado cubano, a su vez, nadie parece
dar razón del por qué es necesario renunciar a la libertad de
expresión para contar con médico de la familia. Engels, desde su
tumba, tironea de sus barbas y se permite estas faltas de ortografía: ni
los hunos, ni los hotros.
Esta información ha sido transmitida por teléfono,
ya que el gobierno de Cuba no permite al ciudadano cubano acceso privado a
Internet. CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores, y autoriza
la reproducción de este material, siempre que se le reconozca como
fuente.
|