La
Habana: de "paraíso encantado" a territorio desolado
Fara Armenteros, UPECI
LA HABANA, noviembre - Para los turistas "dirigidos" y para la élite
pudiente del país, la ciudad de La Habana es un paraíso. Sin
embargo, para el ciudadano común la capital de Cuba día a día
se asemeja más a un territorio desolado.
Los parques del centro de la capital, como el parque Central y el de la
Fraternidad, lejos de ser lugares de recreación son lugares con caras
tristes; con largas colas (filas) de personas en espera del transporte público,
que luego viajan como "no personas", sin ventilación, hacinados
y luchando contra los carteristas y los acosadores sexuales.
Camiones llenos de policías transitan por esta ciudad y descargan en
cada cuadra una pareja de ellos. No falta la escena de cada día donde un
policía registra a un joven negro en plena calle, sin pedirle disculpas
al concluir el cacheo, que generalmente no aporta ninguna prueba delictuosa. O
sea, que fue infructuoso e injusto.
Del otrora animado Boulevard de San Rafael sólo queda el recuerdo.
Muchas tiendas han sido cerradas y otras no venden nada. Dos de los tres cines
también fueron clausurados.
La afamada tienda Fin de Siglo no abre sus puertas, sino que habilitó
algunos mostradores en sus portales y aceras para vender objetos de poco valor
como ropa vieja (que llaman reciclada). Es un proyecto la restauración de
esta tienda a fin de incorporarla al comercio dolarizado, lo que excluirá
a los trabajadores cubanos, cuyos salarios son en moneda nacional, como sucedió
con La Epoca.
Pero lo más impresionante de La Habana es ver a los ancianos que
piden limosnas "para comer algo". Una modalidad nueva es que algunos
de estos viejecitos meten la cabeza por las ventanillas de los vehículos
que circulan por la capital al mismo tiempo que piden "una peseta, por
favor, es para comer algo". Se trata de personas sin protección
filial ni estatal.
Uno de estos hombres que vive de la mendicidad pernocta en la esquina de
Toyo en oscuros rincones de esa zona de La Habana. Se nombra Lázaro
Fresneda, tiene 52 años, y es alcohólico. No tiene libreta de
racionamiento ni carné de identidad hace años. Trataron de
internarlo en Mazorra (Hospital Psiquiátrico de La Habana), pero como es
limitado físico tiene que ser tratado de manera ambulatoria en Higiene
Mental, lo que nunca hará porque su mente está perturbada y su
economía es nula.
Quizás la madre de Fresneda, la Sra. Carmelina González, de 83
años, quisiera ayudarlo, pero a su vivienda -situada en la loma de la
Iglesia de Jesús del Monte- se le cayó el techo y hace 18 años
que tramita infructuosamente la reparación con el Poder Popular del
municipio 10 de Octubre, por lo cual vive agregada en casa de una hija, que es
jubilada y muy humilde.
Carmelina González se queja: "Si hubiera tenido dinero hubiera
arreglado mi casa, pero tengo que esperar a que los funcionarios de la Vivienda
se conmuevan con mi caso". La casa de la anciana nadie la ve, no obstante
estar ubicada en una loma y en un lugar histórico.
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