La
guerra de los polvos
Amarilis Cortina Rey, Cuba-Verdad
LA HABANA, noviembre - A lo largo de estos casi 42 años de comunismo
en Cuba, la religión ha sido un tema polémico tanto para el
gobierno como para sus gobernados.
Con esa capacidad de adaptación al medio que la Naturaleza ha
provisto a los seres vivos, el cubano se acomodó a sentir de una manera y
hablar de otra para evitarse problemas con la revolución, un término
que nadie define concretamente.
No es noticia que el régimen de Fidel Castro lo controla todo.
Controla el empleo, la educación, la salud pública y todos los
aspectos de la vida, incluso las relaciones humanas. En cuanto a la religión,
siempre fue mal vista por los comunistas. Valga recordar aquello de que "es
el opio de los pueblos".
Por tal motivo, hubo épocas en que muchos cubanos prefirieron
mantener sus creencias en secreto. Las velas se le encendían a los santos
en el último rincón de las casas, donde los del Comité de
Defensa de la Revolución no podían ver la llama de la fe; se dejó
de asistir a las iglesias católicas, a los templos protestantes o se
consultaba los oráculos de los santeros, babalawos o paleros en horas de
la madrugada. Pero casi todos los religiosos se ufanaban de creer solamente en
Marx, Lenin o Engels y, en muchas salas El Capital ocupó el espacio que
otrora perteneció a la Biblia.
La gran farsa era tan evidente que alguien se percató del asunto en
las altas esferas del gobierno y el sistema que "todo lo puede" decidió
concederle la gracia a los creyentes incógnitos y realizó cierta
apertura para las diferentes denominaciones religiosas establecidas en el país
desde cientos de años atrás. Incluso, en los discursos oficiales
se habló de que ser religioso no impediría ser militante
comunista.
Así fue como muchos cubanos sacaron nuevamente a la luz pública
sus crucifijos, sus collares de cuentas de colores, atributos de las religiones
afrocubanas, y las imágenes de los santos florecieron por doquier.
En verdad, hubo una explosión de fe reprimida por décadas que
ha cobrado un tremendo auge en la actualidad.
Un fenómeno sobresale. Los creyentes del sincretismo afrocubano ahora
aseveran con más énfasis que sus prácticas ayudan a lograr
objetivos importantes en la vida, como por ejemplo conseguir un buen empleo o
mantenerlo si ya se tiene. Por tanto los "polvos" (preparado compuesto
por diferentes elementos minerales, vegetales y animales, que los sacerdotes de
las religiones yoruba, conga y arará machacan hasta hacerlos polvo, y
después consagran para obtener un resultado determinado), se han puesto
de moda en las empresas e instituciones socialistas.
Un simpatizante de esas creencias afirma que si echa un poco de polvo
consagrado, por ejemplo, en el asiento del jefe de su empresa o en el lugar de
trabajo de alguien que les estorbe, éste se puede enfermar o perder su
empleo por cualquier motivo. "Así, quito del medio al dirigente
indeseado o escalo al empleo que necesito", asegura este practicante de la
santería.
Y cuando estas "guerras" a base de polvos mágicos
comienzan, como funcionarios comunistas o empleados privilegiados también
recurren a tales obras, ambas partes comienzan a portar discretamente (y por
recomendación de sus respectivos sacerdotes, o "padrinos", como
también les llaman) un pañuelo rojo u otro resguardo o echan otro
polvo que contrarreste el efecto del que empleó su "enemigo".
Según se comenta, estas guerras de polvos han tenido lugar en
cualquier centro de trabajo y en sitios tan encumbrados como el Instituto Cubano
de Radio y Televisión (ICRT), en las gerencias de los hoteles exclusivos
para extranjeros y en todas las instancias del Poder Popular.
Por ejemplo, entre los choferes de los vehículos que se encargan de
recoger los desperdicios en SUCHEL (fábrica de perfumes, desodorantes,
champú, jabones y otros artículos deficitarios en el mercado
normado por la libreta de racionamiento) y cuya venta puede proporcionar buenas
ganancias, es frecuente ver que cuelguen fuera o dentro de las cabinas de sus
carros cintas rojas preparadas por sus padrinos-sacerdotes, para que no les
entre la envidia o no les haga efecto los polvos de quienes quieran desplazarlos
de un empleo que les permite ganancias adicionales al bajo salario que devengan.
Este fenómeno de las guerras de los polvos, resguardos, collares y
padrinos-brujos no es más que la reacción de un pueblo marginado y
oprimido durante años, es el producto de la política
anti-religiosa del régimen comunista, es la reincorporación
torcida a nuestras tradiciones de millones de personas a las que se les pretendió
educar en el ateísmo de las concepciones marxistas-leninistas.
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