CUBANET .INDEPENDIENTE

27 de noviembre, 2000


La guerra de los polvos

Amarilis Cortina Rey, Cuba-Verdad

LA HABANA, noviembre - A lo largo de estos casi 42 años de comunismo en Cuba, la religión ha sido un tema polémico tanto para el gobierno como para sus gobernados.

Con esa capacidad de adaptación al medio que la Naturaleza ha provisto a los seres vivos, el cubano se acomodó a sentir de una manera y hablar de otra para evitarse problemas con la revolución, un término que nadie define concretamente.

No es noticia que el régimen de Fidel Castro lo controla todo. Controla el empleo, la educación, la salud pública y todos los aspectos de la vida, incluso las relaciones humanas. En cuanto a la religión, siempre fue mal vista por los comunistas. Valga recordar aquello de que "es el opio de los pueblos".

Por tal motivo, hubo épocas en que muchos cubanos prefirieron mantener sus creencias en secreto. Las velas se le encendían a los santos en el último rincón de las casas, donde los del Comité de Defensa de la Revolución no podían ver la llama de la fe; se dejó de asistir a las iglesias católicas, a los templos protestantes o se consultaba los oráculos de los santeros, babalawos o paleros en horas de la madrugada. Pero casi todos los religiosos se ufanaban de creer solamente en Marx, Lenin o Engels y, en muchas salas El Capital ocupó el espacio que otrora perteneció a la Biblia.

La gran farsa era tan evidente que alguien se percató del asunto en las altas esferas del gobierno y el sistema que "todo lo puede" decidió concederle la gracia a los creyentes incógnitos y realizó cierta apertura para las diferentes denominaciones religiosas establecidas en el país desde cientos de años atrás. Incluso, en los discursos oficiales se habló de que ser religioso no impediría ser militante comunista.

Así fue como muchos cubanos sacaron nuevamente a la luz pública sus crucifijos, sus collares de cuentas de colores, atributos de las religiones afrocubanas, y las imágenes de los santos florecieron por doquier.

En verdad, hubo una explosión de fe reprimida por décadas que ha cobrado un tremendo auge en la actualidad.

Un fenómeno sobresale. Los creyentes del sincretismo afrocubano ahora aseveran con más énfasis que sus prácticas ayudan a lograr objetivos importantes en la vida, como por ejemplo conseguir un buen empleo o mantenerlo si ya se tiene. Por tanto los "polvos" (preparado compuesto por diferentes elementos minerales, vegetales y animales, que los sacerdotes de las religiones yoruba, conga y arará machacan hasta hacerlos polvo, y después consagran para obtener un resultado determinado), se han puesto de moda en las empresas e instituciones socialistas.

Un simpatizante de esas creencias afirma que si echa un poco de polvo consagrado, por ejemplo, en el asiento del jefe de su empresa o en el lugar de trabajo de alguien que les estorbe, éste se puede enfermar o perder su empleo por cualquier motivo. "Así, quito del medio al dirigente indeseado o escalo al empleo que necesito", asegura este practicante de la santería.

Y cuando estas "guerras" a base de polvos mágicos comienzan, como funcionarios comunistas o empleados privilegiados también recurren a tales obras, ambas partes comienzan a portar discretamente (y por recomendación de sus respectivos sacerdotes, o "padrinos", como también les llaman) un pañuelo rojo u otro resguardo o echan otro polvo que contrarreste el efecto del que empleó su "enemigo".

Según se comenta, estas guerras de polvos han tenido lugar en cualquier centro de trabajo y en sitios tan encumbrados como el Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT), en las gerencias de los hoteles exclusivos para extranjeros y en todas las instancias del Poder Popular.

Por ejemplo, entre los choferes de los vehículos que se encargan de recoger los desperdicios en SUCHEL (fábrica de perfumes, desodorantes, champú, jabones y otros artículos deficitarios en el mercado normado por la libreta de racionamiento) y cuya venta puede proporcionar buenas ganancias, es frecuente ver que cuelguen fuera o dentro de las cabinas de sus carros cintas rojas preparadas por sus padrinos-sacerdotes, para que no les entre la envidia o no les haga efecto los polvos de quienes quieran desplazarlos de un empleo que les permite ganancias adicionales al bajo salario que devengan.

Este fenómeno de las guerras de los polvos, resguardos, collares y padrinos-brujos no es más que la reacción de un pueblo marginado y oprimido durante años, es el producto de la política anti-religiosa del régimen comunista, es la reincorporación torcida a nuestras tradiciones de millones de personas a las que se les pretendió educar en el ateísmo de las concepciones marxistas-leninistas.


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