Razones
para llegar a unirnos como pueblo
Rev. Pedro Crespo, Grupo Decoro
LA HABANA, noviembre - La sociedad y la familia pasan por un proceso de
transformaciones donde no se tiene en cuenta a la persona.
Allí, en el hogar, se encuentra generalmente un grupo de valores
elementales para la convivencia ordenada y pacífica de las personas. Se
preciaban las familias de poder transmitir estas enseñanzas más
allá de cualquier ideología o militancia política y en su
seno con frecuencia se evitaba este tipo de enfrentamiento de pareceres que
pudieran lacerar las relaciones entre sus miembros pues posibilitaría que
la convivencia se desarrollara en un marco armónico.
Ahora, cuando hemos transitado este camino de incomprensiones sostenidas,
estamos en la espera de un cambio que inaugure otra vía de espacios que
la Providencia nos permita experimentar, nos preguntamos: ¿Hemos dejado atrás
rencores y resentimientos que nos permitan con la gracia de Dios restaurar
heridas causadas por injustos enfrentamientos?
Cabe responder con verdadero espíritu de reconciliación y
valentía de patriotas, convencidos por la esperanza de saltar los obstáculos
como familia, para llegar a unirnos como pueblo. Es una actitud positiva y sana
que nos ayudará a considerar con madurez los frutos de una paz alcanzada
con justicia y amor.
No podemos, por tanto, aspirar a situarnos y centrarnos sólo en
resolver los graves problemas como nación, si no atendemos con urgencia
esos valores que hemos olvidado en el camino para el diálogo franco y
veraz.
Enquistarse como familia en actitudes negativas, para no ver la realidad
como pueblo, no nos llevará a la alegría de nuestras vidas ni a
aumentar la calidad espiritual de ellas.
Tratar de ayudarse, en respeto de la diversidad de opiniones, en fraternidad
y solidaridad, resultará ser mejor para liberarnos de todo este andamiaje
estereotipado que nos compulsa a la intolerancia.
Por eso, no podemos apartar a Dios de la familia, ni reducir su bendición
a un asunto de estricta conciencia.
La familia, más que una unidad jurídica, social y económica,
es una unidad de amor y solidaridad insustituible para la enseñanza y
transmisión de valores culturales, éticos, sociales, espirituales
y religiosos esenciales para el desarrollo y bienestar de sus propios miembros y
por ende de la sociedad. De ahí que familia y sociedad, vinculadas
mutuamente por lazos vitales y orgánicos, lejos de manipulaciones
simplistas, tienen una función complementaria en la defensa y promoción
del bien de la humanidad y de cada persona.
¡Unámonos, primero como familia, para llegar a unirnos como
pueblo!
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