El
Abominable Hombre de las Letras
Manuel David Orrio, CPI
LA HABANA, noviembre - Un amigo holandés nunca olvida que un fax "no
gubernamental" ayuda a paliar la censura sufrida por un periodista
independiente cubano. Gracias a él, tengo a la vista parte de la edición
del madrileño El País Digital de 18 de noviembre, contentiva del
artículo Criaturas Abominables, de Juan Cruz, quien dedica su ensayo de
heridas sangrantes a antologar y juzgar afirmaciones del ministro de Cultura de
Cuba, Abel Prieto, aparente descubridor de un raro tipo de compatriota: el
Abominable Hombre de las Letras.
Clasificarían como yetis de la literatura criolla, al decir de
Prieto, Gastón Baquero y Guillermo Cabrera Infante. Heberto Padilla, no.
El funcionario lo considera sólo "bufón que buscó
notoriedad jugando a ser un Evtuchenko aún no tolerado". Bueno, por
lo menos existe la esperanza de que el gobierno de Fidel Castro acabe por "tolerar"
al autor de versos de sospechosa actualidad: "un paso adelante,/ dos pasos
atrás/ pero siempre aplaudiendo".
El Abominable Hombre de las Letras parece tener, como Adán, su Eva.
La llaman Zoe Valdés. De acuerdo con Prieto, citado en El País,
las razones para no publicar sus obras en Cuba "no son políticas,
sino literarias. Con los problemas de papel que tenemos en Cuba, sería
sencillamente un pecado imperdonable". ¡Vaya, hombre, otra esperanza!
Si la impresión de las novelas de Zoe Valdés se contratare en dólares,
y se vendiere en esa moneda la literatura de la hembra yética durante una
de las Ferias del Libro de La Habana, como acostumbra a hacer el Estado cubano
con libros de todas clases y hasta con material escolar, Valdés tendría
oportunidad de competir con la obra del ministro-escritor, además en el "patio
de la casa". Por "Abelito", como le llaman cariñosamente
en la Unión de escritores y Artistas de Cuba, no quedó. Es sólo
un problema de papel, solucionable con un joint venture entre editoras cubanas y
extranjeras, siempre y cuando no aparezca el embargo y sus derivados como obstáculos
insalvables. Ya se sabe, esas leyes horribles, que a veces se coligan con
vientos plataneros y ciclones caribeños, cual pájaros negros del
infortunio. Por cierto, Baquero y Cabrera Infante son para el ministro "grandes
escritores". Padilla, a Dios gracias, no está en ninguna "lista
negra". ¿Algún problema con editar en la Isla una Antología
de Abominables? Quizás sí: Baquero. Dice Abel Prieto que "ignominioso"
por su apoyo al dictador Fulgencio Batista. Pero como afirma el ministro "ya
estamos preparados para leerlo", ¡vengan dólares a las
imprentas! Si el programa cubano de instrucción televisada Universidad
para Todos enseña a todo el país el idioma del "imperialismo
yankee", ¿por qué no estudiar en sus cursos de Apreciación
Literaria a un simple poeta batistiano, que es decir tropical y rumbero?
Prieto, autor de "El vuelo del gato", de verdad que lo hace volar
en sus valoraciones acerca de la censura vigente en Cuba. Juan Cruz compara las
"teorías" ministeriales con lo que escuchó en los
tiempos del franquismo. Equivocado, rotundamente equivocado. Don Abel cree en
las amables sutilezas de una selección ética y estética. "Ninguna
censura que se haya ejercido en Cuba ha llegado a los niveles de la que se
ejerce en un país capitalista como EEUU, donde el mercado ejerce una
censura brutal". Horror de horrores: el mercado yankee ni repara en el
barullo de las páginas electrónicas de la prensa oficial cubana,
en tanto que su "similar" criollo le endilga página negra a los
sitios web donde publican los periodistas independientes cubanos. Me han contado
que el mismísimo El País Digital, con toda su respetabilidad, no
pasa por los filtros censores isleños. No lo confirmo: a mí me
prohiben hasta el acceso directo a la Internet censurada de Cuba, ¿por
indicación de Abelito? Claro, un quítame allá esas pajas no
es motivo para enojarse, y menos por una "selección sobre principios
éticos y estéticos" de apenas pequeño olvido: el
permiso de nadie sabe cuántos ciudadanos electores, entre ellos los de
Abel Prieto a su cargo de diputado.
Lástima que Juan Cruz no perciba que el tono trágico no cuadra
al embrollo cubano. Lo vernáculo isleño; lo "de aquí",
es el choteo.
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